Prólogo

582 Words
Ilia, Peloponeso, Grecia. Siglo VI AC El demonio por fin había conseguido escapar de Sheol luego de un milenio de planificación. Tuvo que engañar a un pobre iluso que caminaba por el barranco cerca del portal. El humano que tuvo la desdicha de cruzarse por su camino murió en cuanto le rompió el cuello y uso su sangre para cerrar la piedra a cambio de su salida. Se acercó a un pequeño arroyo que había ahí y miró su reflejo. Tiene la apariencia de un hombre llegando a la treintena, de cabello castaño oscuro y posee una gran altura. Quedó satisfecho de que salir de Sheol le dejó su apariencia y no tuvo que robar otra. Comenzó a caminar con tal de encontrar alguna civilización que le diera un indicio de lo que busca, pero por alguna razón no recuerda qué está buscando. Solo sabe que enfadará a ella si lo encuentra. El demonio dejó de caminar por el poblado bosque Foloi cuando un extraordinario olor apareció en el aire. Era un aroma exquisito, uno tan atrayente que sin dudarlo lo siguió a pesar de no saber qué era. Durante el día lo siguió, y con el paso de las horas intuyó que podía ser. No podía estar más desesperado por encontrarla. Siguió caminando pese a que los últimos rayos del sol se cernían sobre él, más no tenía miedo como las parias del Creador que pululaban por tierras cercanas. De repente escuchó unos gritos femeninos que le detuvieron y una pesadez abrazó su pecho. Un dolor incomparable le hizo apretar la mandíbula humana. Se aprieta el pecho con su mano en un intento de disminuir aquel dolor inhumano. Nunca había sentido tal semejante dolor, ni siquiera cuando fue desterrado de Caelum por ella, y le arrancaron sus alas. Avanzó hacia los gritos, a pesar del dolor, llegando a un río con unas corrientes atemorizantes para los humanos. Había tres jóvenes ataviadas con vestidos delgados y blancos. Tenían el bajo del vestido húmedo. Gritaban en busca de ayuda con una clara expresión de afligimiento y desesperación. Al notar su presencia le rogaron que les ayudara a sacar a su hermana menor que cayó al río. No quería ayudarlas, no le interesaba, claro está. Sin embargo, algo en él le decía que debía hacerlo por lo que se lanzó al furioso río, y gracias a su fuerza sobrehumana las corrientes no arrasaron con él. Las mujeres no se dieron cuenta porque estaban más pendientes de su hermana. Vio el cuerpo de una joven siendo llevada por las corrientes hacia unas enormes rocas que podrían destrozarla si no se apuraba. Se hunde dentro del agua con la intención de usar sus habilidades sin la presencia del público. A una gran velocidad llega a ella y la toma entre sus brazos, y el dolor de su pecho se aplacó un poco. Sale del río y la deja recostada en el césped. A él le parecía que la joven no respiraba, así que comenzó a bombear su pecho con tal de hacerla expulsar el agua de sus pulmones. Ignoró la consternación de las tres jóvenes que miraban atentas. La joven desmayada expulsa un poco de agua y entreabre sus ojos. Pero al demonio le pareció que no había esperanza en ella, no va a estar viva por mucho tiempo. Lo último que vio de la joven antes de que falleciera en sus brazos fue el fascinante iris verdes de sus ojos. Verdes como los de él.
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