Capítulo Dos.

1565 Words
இ═══════இ Sebastián La alarma suena con insistencia del otro lado de mi cama, abro los ojos con pesar y me siento vacío al encontrarme solo en la inmensidad de esta cama. Me destapo y camino directo a la ducha, ella otra vez no esta, me dejó solo, pero ya no me parece extraño que lo haga. Anelisse es mi esposa, llevamos cinco años de casados y hasta hace un año, todo era felicidad. Pero a raíz de la pérdida de nuestro primer bebé, ella cambió drásticamente, convirtiéndose en una mujer fría, insensible, amargada. Comprendo que no debe ser fácil pasar por el proceso de una pérdida, pero también era mío, era un pequeño ser que yo esperaba con ansias locas y también me dolió perderlo. Mi nombre es Sebastián Ferrer, tengo treinta y dos años y soy dueño de las empresas Ferrer, empresas que se dedican a la producción de medicamentos especializados en el cáncer. Al principio debo admitir que pensaba que no tendría tanta suerte, sin embargo ahora me doy cuenta de que fue la mejor decisión que pude tomar. Termino de acomodar mi corbata y peino mi cabello, antes de salir rocio un poco de perfume, tomo mi maletin y bajo las escaleras, la señora de la limpieza me saluda con una sonrisa cálida, ella ha visto lo peor de esta casa y jamás ha dicho nada. —Bien día señora April, ¿ha visto a mi esposa? —Buen día señor Ferrer, esta en el jardín, desayunando. Asiento a modo de agradecimiento y camino hasta el jardín, puedo verla sentada en la silla abrazando sus piernas como siempre, Anelisse no solo cambió emocionalmente, físicamente no fue la misma tampoco. —Hola linda. –trato de besarla pero ella gira su rostro. Me trago el primer sabor amargo de la mañana y me siento en la silla frente a ella, su mirada permanece perdida. —Anelisse, debemos hacer algo, intentemos tener otro bebé, creo que ha pasado un tiempo considerable para... —¿Estás tratando de joderme? –me interrumpe–, ¿Acaso hoy amaneciste con menos sentido común que otros días? ¿Cómo siquiera sé te ocurre que voy a hacer algo así, Sebastián? Sus palabras me dejan momentáneamente en shock, pues considero que no dije nada malo. —Anelisse, no lo dije con afán de hacerte enojar. Creo que es tiempo de volver a intentarlo. —¡Pues no! –alza la voz y se levanta de la silla, su mirada me taladra, me mira como si me odiara y no entiendo por que. —¿De qué me sirve tener tanto dinero entonces? –señalo–. He conocido gente que solo sueña con tener lo que tenemos Anelisse para poder tener un hijo. Nosotros tenemos dinero para eso y más, incluso para que nuestros nietos no tengan que trabajar, ¿Qué hago con tanto si tú no quieres continuar? —Vete, –suelta de pronto–, busca a otra, una que si quiera y pueda darte el hijo que tanto deseas para que gastes todo tu maldito dinero en él. –vocifera antes de entrar a nuestra casa. Siento un maldito nudo en la garganta, ¿Qué hice mal? ¿Por qué me toca vivir así si lo único que he hecho es ver por los demás? Tomo mis cosas y salgo hasta mi auto, ni siquiera pude desayunar en armonía. Desvío mi camino y aparco en un restaurante cerca de mi empresa, me tomaré un café por lo menos. Al entrar puedo ver que no hay mucha gente, regularmente a esta hora casi no hay nadie. —Bienvenido señor Ferrer, que gusto verlo por acá. —Buen día, puedes servirme un desayuno ligero y café por favor. —Claro que si, ¿desayuna aquí o se lo preparo para llevar? Estoy a punto de responder y las palabras se quedan atorada en mi garganta, por la puerta entran un par de mujeres, una de ellas con el maquillaje hecho un desastre y la otra con una postura que impone a cualquiera. —¿Señor Ferrer? —Perdón, lo siento, me distraje un poco. Lo tomaré aquí. –aseguro cuando veo que ambas mujeres se sientan en una mesa lejos de la puerta. —Gusta tomar asiento, en un momento se lo llevan. Agradezco y camino de manera despreocupada buscando una mesa donde sentarme, no es que no haya espacio, es solo que necesito una en donde pueda seguir viendo a esa chica. Ella habla con cierta ira contenida, puedo saberlo por la manera en la que frunce su ceño. La otra chica solo limpia sus ojos y asiente. —Un desayuno ligero y café sin azúcar. –llega la mesera hasta mi mesa–. Mi compañero le ha mandado esto, espera que no lo tome a mal. Asiento y veo la nota descansar en la mesa, justo a un lado de mi café. Bebo un sorbo y comienzo a desayunar realmente no tengo tanto apetito pero debo cuidar mi salud. Tomo la nota discretamente y la leo, el nombre de una chica se encuentra escrito arriba de la leyenda "es la chica de café" siento una vergüenza repentina, creo que fui demasiado obvio. Sally Harrison, se llama. Continuo con mi desayuno y en el proceso la gente va llegando al lugar, un hombre en particular llega y saluda efusivo a todos aquí quienes responden de la misma manera. Trato de ignorarlo pero con su declaración es imposible. —¡Hoy es cumpleaños de Sally! Festejaremos en Odissea esta noche, no falten. La mayoría de los presentes aseguran que van a ir, yo solo guardo el dato. Termino mi café y me levanto de la silla, dejo el dinero y salgo del establecimiento no sin antes asentir hacia el joven que me brindó una información inesperada. Subo a mi coche y limpio mi rostro, veo la luz de mi teléfono parpadear con una notificación nueva, al abrirla el corazón se me sale del pecho, es un correo de mi abogado, seguido de un mensaje que me deja perplejo. “Es importante que te reunas conmigo Sebastián, Anelisse acaba de pedirme que inicie con los tramites del divorcio” Siento mi mundo caer al abismo, la mujer de mi vida, mi gran amor quiere dejarme. Arranco el coche en dirección a mi casa, debo hablar con Anelisse, debe explicarme por que ha tomado esa decisión tan horrible. El camino se me vuelve eterno, el maldito nudo se vuelve más grande conforme avanzo, no quiero dejar a mi Anelisse, no quiero separarme de ella. Llego a casa y ni siquiera me molesto en cerrar la puerta del coche, solo quiero llegar con ella. La puerta principal es abierta por el abogado de mi esposa quien me da una mirada de “no lo jodas mas” antes de salir. Entro y subo las escaleras, cuando llego a nuestra habitación puedo verla acomodando sus maletas. Ella me mira y trata de ocultar algo que está más que claro. —¿Por qué, Anelisse? Dime qué hice mal. Dime que hice para que quieras alejarte de mi. —Déjame sola Sebastián. —¡No! Merezco una explicación. ¿O no es así? —Ya no te amo. –suelta sin titubear. Sus ojos están fijos en mi, en ningún momento desvía la mirada y lo dice tan firmemente convencida que ni siquiera tengo armas para preguntar si es verdad lo que dice. —Y es mejor que firmes el divorcio en cuanto lo tengan listo, no quiero complicarme más la vida con cosas tan insignificantes como eso. —¿Insignificante? ¿Nuestro amor te parece insignificante? ¡Por dios! ¿Acaso te escuchas Anelisse? —Nunca en cinco años estuve tan segura de algo, Sebastián, como lo estoy ahora con mi decisión. Ya no te amo, esa es la verdadera razón de que haya pedido el divorcio. —¿Ya no me amas? ¿Por qué demonios no me dijiste antes? ¿Desde cuando es que dejaste de amarme? Ella agacha la mirada y presiona la ropa que tiene entre sus manos. —Cariño, por favor piensa las cosas, haré todo lo que desees que haga, voy a esforzarme el triple para que esto funcione, nos iremos de aquí, tomemos unas vacaciones lejos, vamonos a otra casa, haré lo que tú quieras Anelisse. —Nunca te amé, Sebastián. Me casé contigo por que mi padre me lo impuso, por que estábamos en la calle, por que necesitaba quien lo sacara del hoyo, traté de amarte te lo juro, creí que con la llegada del bebé todo cambiaría, por lo menos para mi. Pero entonces la vida decide arrebatarme lo único bueno que pude haber tenido, y sinceramente no puedo seguir contigo. Duele, cada palabra que acaba de salir de los labios de Anelisse, duele. Esos mismos labios que me decían que me amaba, que me amaba más que a nadie en su vida. —¿Todos estos años me estuviste mintiendo? —Lo siento Sebastián, mi padre me pidió que aguantara, no intento justificarme pero, realmente yo solo fui usada por él. —¡Dijiste que me amabas! ¿Cómo puedes fingir un sentimiento tan grande? —Es difícil en realidad hacer creer que sientes algo que en realidad no es. Lamento mucho todo esto, ahora espero que firmes el divorcio, no quiero seguir atada a ti. Con las últimas palabras cargadas de desprecio, Anelisse sale por la puerta de la que hasta hace unas horas era nuestra, ni siquiera me mira por una última vez, no hay beso de despedida, no hay nada.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD