CAPITULO 1

4147 Words
Pasaron los años, y conforme Caitlyn fue creciendo las diferencias entre su madre y ella aumentaron, cada vez era más caprichosa, consentida y presuntuosa. Es verdad que pronto se dio cuenta que contra las imposiciones de su madre y el sentido del decoro de su hermana no iba a poder, pero también se dio cuenta de que su padre, su tía y sobre todo su hermano le solapaban todos los caprichos y las travesuras, incluso su nana la Sra. Olsen, quien siempre trataba se corregir su mal carácter.   Lizzy estaba por cumplir 17 años, y Caitlyn se moría por asistir a la presentación de su hermana, pero su madre se lo impidió. -Caitlyn por dios, tu aun no puedes asistir a un baile, tienes 14 años -Pronto cumpliré 15 años, madre -Aun así, espera un poco 2 años se pasan volando, y cuando llegue el turno de tu presentación será maravilloso – trato de convencerla -Pero madre yo no quiere esperar… - no pudo continua su madre la interrumpió -He dicho que no y es NO! Y sé que en esta ocasión tu padre estará de acuerdo conmigo así que ahórrate el ir a tratar de convencerle. Su madre la conocía bastante bien, pero se las ingeniaría de alguna u otra manera para estar en ese baile…pensó -Si madre… - con la cabeza agachada se fue a su cuarto. Ser presentada ante la sociedad de Londres, era una idea que a Elizabeth no le agradaba en lo absoluto, en ocasiones sentía envidia de Kate que siendo más pequeña tenía carácter, en una ocasión se lo confesó a su madre, quien le dijo que la actitud de ella era la correcta, que las damas de sociedad debían ser obedientes con sus padres y con sus maridos, saber cuándo cerrar la boca y siempre estar elegantes, ser educadas y ante todo muy decorosas. Días antes de la partida a Londres, llego a la finca un hermoso corcel pura sangre de raza española, de capa y crines negras, con paso elegante, Caitlyn le vio y quedo enamorada del animal, su padre que estaba a su lado se regocijo de ver la sonrisa de su hija. - ¿Te gusta? – pregunto como queriendo hacer platica -Es hermosos padre – la chica estaba realmente embelesada, el animal era brioso pero muy bonito y tenía vida – ¿cómo se llama? -Altanero, ¿te gusta? – pregunto nuevamente con una gran sonrisa -Claro que sí, me ha enca… - no terminaba la frase cuando su padre la interrumpió -Pues es tuyo… y espero la reacción - ¿De verdad? – no se lo podía creer, el caballo era verdaderamente hermoso, cuando montaba solía hacerlo sobre Paloma, una yegua blanca también era bonita, pero este animal realmente la superaba, incluso al de Andy, así que claro que estaba maravillada con el regalo – Gracias – grito y se abrazó a su padre. Caitlyn era así, muy temperamental, estaba feliz y abrazaba a todo el mundo la sonrisa nunca se le iba del rostro y cuando estaba molesta no se le podía ni hablar porque era seguro que terminaría discutiendo. El regalo de Joseph provoco que nuevamente madre e hija discutieran, Kate se encontraba en su habitación, el cuarto era completamente blanco, el color estaba en todo, en las paredes, las cortinas, el  dosel y el juego de cama, incluso los muebles; ese tono liberaba la sensación de desespero de Caitlyn, le gustaba vestirse incluso de blanco porque se sentía libre y olvidaba las opresiones de su madre por que se comportara como su hermana, la habitación hubiera parecido fría pero leves toques de color la hacían acogedora y sumamente elegante, como los mullidos cojines, los lazos con que se hallaban atadas las cortinas y el dosel de la cama,  incluso la alfombra eran de un tono purpura que la hacía sentirse independiente y que a la vez daba un toque femenino y divertido. Estaba recostada cuando entro Elizabeth. - Contenta, ¿verdad?  – y en su voz denotaba el mal humor -Si madre mucho, gracias por preguntar – le sonrió, se sentó en la cama y se sintió feliz porque por primera vez desde hace mucho tiempo su madre reparaba en ella - ¿Sabes que le ha comprado tu padre a Lizzy? –continuo con el mimo tono de mal humor - ¿No, Madre que le ha comprado? – seguía feliz por la charla que está teniendo con ella -Nada – le espeto secamente – de seguro al estar ocupado comprando ese animal nunca se acordó que tenía más de una hija que pronto cumpliría años. -Pero eso no ha sido mi culpa! – comenzaba a sentirse ahogada – Yo no que tengo nada que ver con eso madre? – la voz de Kate sonó alterada, estaba perdiendo la paciencia. -Siempre tienes que ver, sueles encantar a todo el mundo con tu buen humor, con tu simpatía, se olvidan de que Lizzy existe mientras tú estás presente– grito, la Sra. Staverley siempre había reprochado a su esposo que no disimulara la preferencia que tenía por Kate, sabía que quería a Lizzy pues también era su hija, pero que la preferida de los tres, era Caitlyn, así que ese era otro de los motivos que generaban discusión en la familia. Y tras el continuo acecho de su madre, Kate estallo, la discusión empezó en serio y de pronto aun cuando la casa era grande los gritos comenzaron a escucharse por todo el hogar y fuera de este también. Kate se sintió ahogada estaba cansada de discutir, tenía ganas de llorar pero desde hacía mucho había prometido que nunca más, así que hizo lo único que pudo para poder deshacerse del nudo que la estaba sofocando, salió de la habitación dando un portazo y bajo corriendo las amplias escaleras, cruzo la estancia sin fijarse que se cruzaba con su padre que se dirigía a la habitación, ya eran legendarias las discusiones entre madre e hija nunca habían tenido una relación cordial, la Sra. Staverley le echaba en cara que no siguiera los buenos modales de Lizzy, que no la acompañara en las lecturas, en el bordado y mil cosas más que le parecían absurdas, corriendo se dirigió rumbo a las cuadras echa una fiera, cuando llego pidió que le ensillaran a Altanero. Acababa de montar al brioso caballo cuando su madre llego, pero ya no pudo detenerla. -Caitlyn, Caitlyn Staverley!!  Gritaba su madre al ver salir de las cuadras, al maravilloso corcel, tan impetuoso como su hija, que en ese momento volaba… montada en el animal, Kate con casi 15 años ya era todo un dolor de cabeza decía su madre, que nunca le había tenido mucha paciencia y menos esperaba domesticarla. ¡En mala hora le compraste esa bestia!  - la Sra. Staverley, estaba muy enojada con su esposo que en ese momento acababa de llegar a su lado, el Sr. Staverley que era un hombre alto con un semblante tranquilo, de cabello rubio y de ojos tiernos en los que podías leerle las emociones, estaba molesto con su esposa, pero aun así no le dijo nada. A diferencia, Elizabeth Staverley tenía una apariencia física al parecer delicada, pero que con una sola mirada imponía, adema de su voz autoritaria y que en este momento parecía estar poseída por los corajes que la hacía pasar Caitlyn. -Déjala mujer, ya se le pasara, además no es la primera vez que lo hace y siempre terminan reconciliándose. -Le has consentido demasiado Joseph, todos le han consentido demasiado – se quejaba – te juro que no sé qué más hacer- dijo casi llorando… - No la hemos consentido tanto - aseguro en un tono amable - yo solo he procurado que sea feliz, a diferencia tuya y de mi querida Lizzy, Caitlyn tiene un espíritu libre - dijo - en eso se parece a tu hermana añadió – al decir eso tomo a su mujer por un brazo y la condujo rumbo a la casa- será mejor que te recuestes un rato para que se te pase el malestar… -Pero es que a ti parece hacerte gracia todo esto! – exploto -No mujer – dijo tranquilamente – solo que de haberles hecho demasiado caso a ustedes con sus discusiones ya me habría muerto de tantos corajes –  continúo riendo -De verdad que hay días que no te entiendo Joseph –dijo y en su tono se notaba la contrariedad de sus emociones – parece que nada de lo que hace tu hija te inmuta – le espeto. El Sr. Staverley era de un carácter mucho más afable y suave que su esposa, posees el don de la paciencia, solía bromearle su cuñada. Caitlyn solía hacer eso cada vez que se peleaba con su madre y por lo general siempre discutían cuando la Sra. Staverley, montaba a Altanero y salía como alma que lleva el diablo. Galopaba y sentía que nada más importaba, solo esos minutos de libertad lograban que su ímpetu se serenara y la hacían inmensamente feliz. Cuando se escapaba siempre se iba a casa de su tía, la distinguida viuda la Sra. Victoria Kent, que al igual que Caitlyn tenía su carácter. Llegar a casa de su tía era un largo recorrido casi medio día si viajabas en carruaje, pero como Caitlyn no le daba tregua al animal, al contrario, la azuzaba a ir más y más rápido, el trayecto lo sentía muy cortó. El camino era bellísimo, había una parte que parecía que no había nada más que solo verdes praderas y a lo lejos altas montañas, para después tornarse un poco más agreste ya que las laderas eran más empinadas, pero eso a Caitlyn no le preocupaba se sabía el camino con los ojos cerrados, debía cruzar un rio que por lo general casi siempre llevaba poca corriente, también había un puente para cruzar, pero debía que rodear una ladera y perder más tiempo, así que ella se aventuraba a cruzarlo directamente. Nada más al verla, Victoria supo que algo iba mal y salió a su encuentro - ¿Ahora porque te has peleado con mi hermana? - dijo un tanto enojada y otro tanto encantada de tenerla con ella, de sus sobrinas Caitlyn siempre había sido su favorita, Lizzy era demasiado bien portada y además muy tímida, bueno eso era lo que ella pensaba… y Andrew bueno era un muchacho al que ya no le gustaba perder el tiempo en compañía de las señoras, él prefería buscar diversiones propias de un jovencito. -Hola Victoria- saludo mientras desmontaba a Altanero, con una sonrisa que ya no demostraba la furia de hacia unas horas, pero como su tía la conocía muy bien, sabía que algo le había sucedido para presentarse en su casa sin avisarle antes. - Que bueno verte, hija – sus labios se curvaron en una gran sonrisa y le tendió los brazos a Caitlyn para que esta se acurrucara en ellos. Abrazadas entraron a la casa y mientras tanto Kate le contaba que como siempre peleado con su madre y que le había dicho que no la llevarían a la presentación de Lizzy, Caitlyn sabía que su tía la apoyaba en todo, cuando sus berrinches y pataletas no servían para imponer su voluntad con sus padres, siempre recurría al As que tenía bajo la manga, su tía Victoria, desde muy pequeñita se había dado cuenta que con ello lograba cumplir todos y cada uno de sus caprichos y así los había hecho, y ahora estaba segura que conseguiría asistir a la presentación de su hermana. Para el día siguiente ya había regresado a casa, los padres de la chica no le echaron de menos pues nada más desmontar y verle la cara, la Sra. Seymour, el ama de llaves de Victoria y que también había hecho de nana de Kate por lo que la conocía muy bien, le había dicho a uno de los criados que fuera y avisara que la Señorita Kate estaba en buen recaudo y se quedaría a dormir en casa de la señora. Tal como había dicho el Sr. Staverley, una vez que la chica regreso al hogar, nada más verla que se dirigía al jardín, su madre salió a su encuentro, a ninguna le hacía gracia estar peleadas pero las dos tenían su carácter, Lizzy se unió al abrazo y por varios días continuo la tranquilidad en la finca.   Finalmente emprendieron el viaje rumbo a Londres, aún faltaban un par de meses antes de la fecha señalada para la recepción, pero ese viaje era exclusivamente para encargar nuevos vestidos propios de una señorita de su clase. El viaje era pesado y un poco incómodo para todas, Caitlyn que se había salido con la suya, las acompañaba al igual que la tía Victoria. La misma tarde que Kate regreso a su casa después de haberse quedado con Victoria, esta última se había aparecido en casa de su hermana para proponerle acompañarla a Londres y que a su vez llevarían a Kate para hacerle a ella compañía mientras Lizzy y ella hacían sus diligencias, alego que hace mucho no viajaba y que le gustaría regalarle a Kate y a Lizzy el presente que ellas eligieran por su cumpleaños, y así fue como la pequeña bribona, había logrado, como siempre colarse en ese viaje. El viaje a Londres era de casi tres días en carruaje y dependían del clima también, pues si llovía los caminos se volvían intransitables. El camino cada vez le iba pareciendo más y más tedioso a Caitlyn, pero se mordía la lengua puesto que ella fue la que más se había empeñado en hacer el viaje. Finalmente llegaron después de cuatro días, pues en el último tramo los había cogido una llovizna y el camino era un lodazal que, de haberse aventurado a emprender el recorrido, se habría quedado atascado. Nada más llegar a la casa, quiso salir corriendo a las cuadras, sabía que tendrían caballos bellísimos, no tanto como Altanero, pero aun así le apetecía despejar la mente un poco.... para haya se dirigía cuando la llamo su madre. - ¿Caitlyn. ¿A dónde crees que vas niña?  - su madre la miro de soslayo con la ceja levemente levantada, no tenía ganas de empezar a discutir. -A las cuadras, madre- dijo con la voz más dulce que sabía poner para aquellas ocasiones -Pero Caitlyn – la espeto su madre – no estamos en la finca, aquí no puedes salir a montar por las calles, no conoces la ciudad y además es peligroso – dijo en tono un tanto preocupado y otro esperanzado de que su hija por una vez le hiciera caso… Para sorpresa de esta, Caitlyn asintió con un movimiento de cabeza, a la vez que decía – está bien mami –dijo melosamente y le dirigió una gran sonrisa. No es que se diera por vencida pensó, pero tampoco era tonta y sabía que, si desobedecía tan abiertamente a su madre, no le permitirán acudir al próximo viaje, así que solo le quedo soltar un bufido por lo bajo y retirarse a su cuarto. Esa noche no tenían planes de nada estaban tan cansados que dejarían la visita al teatro para después, al fin de cuentas estarían en la ciudad por un buen tiempo. No más levantarse Caitlyn salió a las cuadras, no saldría pues su madre tenía razón no conocía la ciudad y no se arriesgaría a perderse, pero aun así le gustaban esos animales, le daban paz y a su vez sentía cierta tristeza, la mayoría eran briosos y aun así los habían domado, temía que eso le sucediera a ella, que la domaran, no quería le daba terror solo de pensar que algún día tendría que agachar la cabeza y obedecer a su marido, su padre era tan bueno con ella, pensó… cuando llegara el momento buscaría a un hombre como su padre, que la adorara y sobre todo le permitiera hacer sus santa voluntad, despejo esos pensamientos pues le faltaba mucho para eso y mientras disfrutaría de todo. Acaricio a los animales, los cepillo y regreso a la casa, se apresuraron a desayunar y salieron dirigiéndose a realizar la encomienda por la que habían realizado el viaje con tanta anticipación, ir con la diseñadora para preparar los vestidos que su hermana luciría en esa temporada y el que llevarían en la presentación.   Al llegar al estudio de la modista, una mujer elegantemente vestida les mostro varios modelos y diferentes tonalidades de seda, encajes y otras telas, además de un gran número de accesorios para acompañar los vestidos, le tomaban medidas del talle, la espalda, el largo y quien sabe de cuantas partes del cuerpo más, a Caitlyn eso le pareció una tortura, que bueno que no era ella la que tenía que aguantárselo. La selección de los modelos resulto un tanto rápida, Lizzy se inclinó por los tonos pasteles y los adornos y escotes discretos, en lo único que intervino su madre fue en el vestido de la presentación, este era de verde botella, hicieron el pedido y regresaron a la finca. El regreso a casa lo hicieron en silencio, las Sras. Cansadas de tanto caminar, Lizzy nerviosa y Caitlyn pensaba en cómo le haría para asistir a esa presentación, quería estar preparada para el momento en que le tocara a ella y que nada la tomara desprevenida, con esa idea llego a la finca. No más ver el carruaje y todos se pusieron felices por su regreso, en cuanto bajo saludo a su padre con un fuerte abrazo y corrió a buscar a Andrew para darle un sonoro beso en la mejilla y después se fue corriendo a las cuadras para montar un rato a Altanero. El tiempo que faltaba para la presentación de su hermana se pasó volando, los días transcurrieron sin más acontecimientos, Kate se propuso mejorar sus modales y puso más empeño en sus clases, incluso le dijo a su madre que la ayudara, procuro portarse bien y hacer caso sobre todo a su madre Casi era el tiempo de regresar a Londres y todos se emocionaron, pero cuando Caitlyn se enteró de que la dejarían a ella en casa de su tía, mientras los demás partían para hacer la presentación de Lizzy, enfureció, ella debía de ir. Lloro, suplico, pataleo, hizo de todo, pero en esta ocasión nadie había cedido ante sus berrinches, incluso Victoria apoyo a su hermana, pero la partida de Andrew hacia América por cuestiones de negocios le dio la excusa perfecta para que no la relegasen en el viaje, y finalmente cuando se llegó la fecha toda la familia Staverley se dirigía a Londres para la gran noche. Después de tanta espera el día llego, Lizzy se puso el vestido que le había confeccionado la diseñadora por encargo de su madre, hacía que le resaltara el color de los ojos y que su piel luciera un tanto cremosa, el diseño del vestido era tradicional,  escote cuadrado y mangas sencillas, pero la parte trasera de la falda se encontraba ligeramente levantada y adornada con pequeñas flores de color rosa palo, además que de esa parte al vestido le colgaba un pedazo de seda del mismo tono verde pero cortado de manera que simulaba una cascada, el peinado era un recogido discreto con pequeños bucles y con un par de tiaras en color verde colocadas como adorno sobre la rubia cabellera, que la hacían lucir realmente hermosa y delicada. El salón estaba elegantemente adornado, muy sobrio con flores color rosa que hacían juego al vestido de la festejada, los invitados comenzaron a llegar uno a uno y cuando se encontraban todos en el salón, Joseph Staverley, se colocó al pie de la escalera para conducir a su hija al centro del salón una vez que hubiese bajado. Mientras tanto, en la habitación, Elizabeth sentía que le faltaba el aire y su hermana la alentaba y le infundía valor. - ¿Si lo prefieres yo bajare primero y tomare el brazo de Andy para que tú puedas bailar con nuestro padre? – le dijo en broma, puesto que su madre ya le había advertido que nada de bajar al salón -  además esta noche estas muy bonita Lizzy -Gracias – dijo simplemente y continúo apretándose las manos. Llego la hora hermanita, le dijo a Lizzy y se encaminaron rumbo a las escaleras -Deséame Suerte – dijo y le dedico una tímida sonrisa y comenzó a bajar uno a uno los escalones, sentía que las piernas le flaqueaban y alzo el rostro como muestra de orgullo. Caitlyn la veía y sintió orgullo por ella finalmente se había decidido a enfrentar su timidez. En el salón todos la miraron, especialmente un apuesto joven de rubio y de ojos miel, se quedó prendado de la exquisitez de la joven, llego al pie de la escalera y su padre le ofreció el brazo, ella se aferró a él y se dirigieron al centro del salón, donde la música comenzó a sonar en un melodioso Vals. Para el segundo baile el Sr. Staverley cambio pareja con su hijo y les dedico una leve sonrisa -Parece que has dejado a más de uno boquiabiertos pequeña, solo espero que no decidas abandonarnos tan pronto – le sonrió – Vamos hermanita, bellísima como siempre, así que quita esa cara y disfruta es tu fiesta, además no quiero llevarme un recuerdo de tu carita triste – le dedico una gran sonrisa que Lizzy no pudo más que corresponder de igual manera. -Claro que no! – dijo un poco nerviosa y bajo la mirada ella aun no quería casarse, le gustaba su vida como era hasta el momento. Lizzy se quedado bailando un poco más con Andrew, estaba muy nerviosa como para bailar con alguien más sin pisarle y este solo pensamiento hacia que sus nervios incrementaran. Estaban en el tercer baile cuando este vio a un amigo, termino la danza y dirigió a su hermana a encontrarse con el hombre, era el mismo que la había estado mirando desde una esquina, sonrió cuando Andrew se acercó a saludarlo y le agradeció mentalmente haber traído a su bella hermana con él. -Elizabeth él es mi amigo el Sr. Robert Wilmot La chica se quedó mirando los dulces ojos color miel, era tan guapo, el hombre más guapo que había visto jamás, hizo una leve inclinación y el joven tomo su delicada mano y le deposito un suave beso, sintió mariposas con el contacto de aquella mano -Encantada. Sr. Wilmot -El placer es mío… - hizo una pausa la miro directo a los ojos -  señorita Staverley Lizzy nerviosa por todas esas emociones que Robert despertó en ella se disculpó y se fue a reunir con su madre, este la miro un poco triste había esperado tener la oportunidad de pedirle le concediere una pieza. Robert Wilmot que había estado buscando a Lizzy desde el mismo instante en que se alejó, la vio sentada en una de las sillas de la esquina, tomo un ponche y con ese pretexto se acercó a al joven. -Se le ve acalorada señorita – y le ofreció el vaso -Gracias – miro sus ojos y rápidamente bajo la cabeza avergonzada -Sé que no hablamos, más bien solo fue un saludo, pero me gustaría que me permitiera el honor de bailar con usted, ¿acepta? – y la miro tan intensamente que Lizzy no pudo más que aceptar, se moría de nervios, “por dios que no lo pise, por favor” se repetía una y otra vez, estaba tan concentrada en no cometer ningún error que no se daba cuenta que Robert la miraba detenidamente. Tenía en sus brazos a la mujer más hermosa que había visto, además le gustaba la candidez de la chica y la manera en como bajaba la mirada cuando se percataba de la mirada de él. Antes de terminar el baile, Robert le dijo – pensara que soy un atrevido, pero me gustaría volver a verla señorita Staverley. -No sé si deba, apenas lo he conocido, Sr. – la voz le salió en susurro. -Es verdad, por favor perdone mi atrevimiento, nunca ha sido mi intención ofenderla… -No me ha ofendido, solo debo preguntar a mis padres antes de responderle – ella también se asombró de que las palabras le salieran tan claras, quería volver a ver a ese hombre y al parecer había sacado el valor de quien sabe dónde para aparentar tranquilidad. -Esperare ansioso, señorita – le tomo nuevamente la mano, se la beso y se despidió de Lizzy, la chica apenas se había percatado de que la melodía había dejado de sonar y sin saber cómo la había conducido al lugar en el que estaba cuando le solicito el baile.  
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