Capitulo Uno

1147 Words
¿Alguna vez han sentido que el mundo conspira en su contra? ¿Qué hace lo imposible para ver sus vidas de cabeza? Pues así me siento yo, ¿Por qué? Sencillo, voy a mudarme. He vivido desde que tengo memoria en Nueva York, una ciudad alegre, siempre en movimiento y sin ánimos de querer parar, llena de luces y colores, fiestas todas las noches – y no es que asista a muchas– y sobre todo gente con desbordante energía; pero todo eso se acaba hoy ya que me iré a Chicago con mi familia, traté de convencer a mis padres de no hacerlo, lloré, grité, patalea, negocie e incluso me ofrecí a hacer la limpieza de la casa durante todo un año – sí estaba desesperada– pero todo eso fué en vano. Nada me ayudó. —¡Isabella, cariño, baja ya!— escucho a mamá desde las escaleras. Suspiro, tomo mi bolso y una pequeña caja donde guarde mis cosas personales, volteo lentamente hacia la que era mi habitación y tomo el retrato de mi hermana antes de salir.  En mi familia éramos tres hermanos, Luke el mayor que nos llevaba a Anny y a mí dos años, sí, éramos gemelas hasta hace un año en que ella falleció. El día que nacimos papá nos nombró Isabella y Annabella, es algo gracioso pero debo decir que amaba eso, era como compartir algo más con mi hermana; ella era exactamente igual a mí pero yo no podía decir lo mismo, mi gemela tenía algo que yo no y no sé qué era porqué jamás lo descubrí pero todos amaban a Anny. Era talentosa ya que estudiaba música y tocaba el arpa y el piano, era inteligente pues tenía las mejores calificaciones en el instituto, menciones con honor, medallas de campeonatos y miembro de las porristas. Era la hija perfecta, y los más importante ella era felíz, jamás demostró estar triste por algo y sinceramente pienso que jamás lo estuvo.  En cambio yo, yo siempre he sido todo lo contrario, la música no se me daba bien y era un desastre tocando el piano, mis notas eran regulares excepto en literatura – cuando se trataba de ciencias económicas y exactas era una catástrofe –, ¿Porrista? ¡Ni en sueños! ¡Ni siquiera podía hacer ejercicios básicos como todos los demás seres humanos! Y para rematar, era una sombra detrás de ella, pero me gustaba eso, ella era el sol resplandeciente en nuestra familia y yo la luna oculta que la adoraba sin importar qué. Salí de casa, el camión de la mudanza estaba a más no poder de cosas, muebles y cajas, papá y mamá irían en él y yo me subí al auto de mi hermano; apenas entre suspiré y deje las cosas en los asientos traseros, Luke se veía divertido, creo que hasta emocionado de salir de la ciudad, ¿Cómo podía? Traidor. —No te desanimes Bella — me gusta cuando abrevia mi nombre— Chicago puede ser una hermosa ciudad también, seguro harás nuevos amigos. —Lo sé, es solo que, no quería ser la nueva en mi último año, quería ir a la graduación con mis amigas y con Cameron. — digo resoplando. —Tus amigas serán amigas siempre, no importa la distancia. Y en caso de que no sea así, entonces no eran lo que tú necesitabas— me observa — Y me alegro de que nos vayamos, así terminas con ese novio tuyo, eras demasiado para él. —¡Oye! Él nunca te hizo algo para que lo odies. — ruedo los ojos. —El solo hecho de que fuera mayor que tú hizo que lo odiara— dice frenando ante un semáforo. Desvío mi mirada hacia la vereda contraria y sonrío como boba, allí de pie se encuentra Cameron me sonríe. —Hablando de Roma, el burro se asoma— masculla Luke. No presto atención a sus comentarios, bajo del auto rápidamente y cruzo la calle hasta él lanzandome a sus brazos, me estrecha con fuerza y mis lágrimas se acumulan en mis ojos, no es la primer despedida, ya lo habíamos hablado hace un mes. Pero duele, joder que duele. —Voy a extrañarte Isabella Marie Connors— susurra. —Tonto— río, mi nombre completo parece un regaño— También te voy a extrañar Cameron. La bocina del auto suena molesta e incesante, ¡Luke eres un desgraciado!  Volteo a verlo, me hace señas para que apresure la despedida y ruedo los ojos, dejo un beso en los labios del que ahora es mi ex novio y vuelvo al auto; en menos de cinco minutos lo he perdido de vista, siento ganas de llorar pero no quiero hacerlo con el mono de mi hermano al lado, digamos que él y los sentimientos no van juntos. Mis ojos se cierran, me dejo llevar a mi mundo fantasioso de ensueños y pierdo la noción del tiempo y de todo lo que pasa a mi alrededor. Escucho a mamá hablar con Luke, papá grita un par de cosas que no logro entender y me percato de que el auto ya no está en movimiento, muy a regañadientes me obligo a abrir los ojos; todos comienzan a bajar las cosas del camión y lo que menos puedo hacer es ayudar. —Yo me encargo de mis cosas mamá — asiente y me sonríe. Me encamino al camión, voy metida en mis pensamientos, en mi propia luna como suele decir mi papá y a pocos metros de mí destino tropiezo con alguien y caemos al suelo y todos sus libros caen sobre mí; mascullo por lo bajo. —Lo siento, no te ví— digo viendo al frente. Y se me congela el mundo, el muchacho frente a mí debe tener al menos unos veinticinco o veintiséis años de edad, su cabello castaño oscuro cae revuelto sobre su frente y noto como es más corto en la parte trasera de su cabeza, sus ojos marrones se posan en mí algo malhumorados y me parecen lo más bello que he visto; no porque sean de colores extravagantes sino por la expresividad que hay en ellos, el magnetismo. — ¿Vas a quitarte o seguirás dejando tus babas caer de tu boca por mí?— sonríe de lado egocéntrico. —No estoy babeando, mucho menos por ti engreído — me pongo de pie molesta. Me da una última mirada mientras recoge sus cosas y se marcha, ¿Pero quién se cree? ¡Dios! Me pone tan furiosa la gente así, pero sus ojos, eran hermosos. ¡Basta Isabella! ¡Contrólate! La tarde transcurre de manera lenta y muy atareada debo decir, casi nos matamos con mi hermano por la habitación más grande – ya que tiene un hermoso y pequeño balcón – y afortunadamente yo gané; las cajas fueron desarmadas y los muebles puestos en su lugar, por lo que mamá pidió una pizza especial para la cena.  Entre risas y chistes malos de mi hermano pasamos un momento en familia, exhausta y con el cuerpo adolorido por cargar muebles me lanzo entre las sábanas y cobertores de mi cama, me pierdo en ella y lentamente voy cerrando mis ojos. —Buenas noches Anny— susurro viendo su fotografía.
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