A decir verdad nada nos apuraba a vivir juntos y para como éramos de desprendidos y, según todos nuestros amigos, con poco cariño por los compromisos a largo plazo, lo más fácil habría sido sin dudas, seguido como íbamos… cada uno en su departamento, viéndonos todos los días y tal, y luego ver si realmente se concretaba la convivencia.
No obstante, lo que sentíamos cuando estábamos juntos y la necesidad de acompañarnos mutuamente en el tiempo libre nos llevó a tomar esa decisión aquí y ahora y en esa aventura estaríamos en tanto fuéramos felices juntos, durara el tiempo que tuviera que durar, pero viviendo el hoy.
Nuestra nueva casa era muchísimo más grande que el departamento de Rafael, y el polo opuesto del mío que era realmente muy pequeño. Esa casa era realmente enorme, pero era la
