Ese día llovió en Roma como pocas veces había llovido en los últimos años, y sin dudas, todo lo que había pensado acerca de que había sido cruel con Rafael en los últimos días, se me quedó corto. Todavía podía ser peor que cruel… ¡Y mucho! Esa mañana subí furiosa al coche cuando pasó por mí para ir a la oficina, tanto que ni siquiera lo saludé y me mantuve mirando al frente con cara de muy pocos amigos durante todo el trayecto. Pero lo peor sucedió al llegar a la empresa y subir a la oficina de nuestro jefe. Allí pude comprobar de primera mano que no podría sacármelo de arriba, y que Dante ni siquiera quería hablar del tema ni aunque le pusiera mi renuncia a disposición… Dante Ricci - ¿Estás loca o te crees que soy tonto? (abriendo los brazos sin dejarme hablar) No resignaré a una G