Capítulo 2

1471 Words
Por fuera era la misma Letizia de siempre: resiliente, idealista, luchadora, sencilla... Pero por dentro… ¡estaba renovada! De sobra sabía que mi mente era muy fuerte y por eso me propuse a mi misma nuevos retos. Hice un plan estratégico, tal como hacía con los negocios, para crecer como persona y, si bien todavía me faltaban muchos objetivos por alcanzar, me sentía plena y decidida a seguir adelante luchando por mis sueños.   Yo era completamente feliz con lo todo lo que había logrado, y también con lo que había quedado por el camino porque, al fin y al cabo, tanto lo bueno como lo malo es parte importante del proceso para lograr lo que siempre has deseado lograr y lo que llegas finalmente a lograr. Y más importante aun es ser fiel a tus valores y principios y pelear por aquello que realmente quieres, que te hace feliz y pleno.   Fabrizio - ¡Felicidades, Leti! Otra vez… ¡Más que merecido este gran reconocimiento!   Me dijo tan emocionado y agradecido como fue capaz, cuando subí a mi oficina luego de un largo rato retenida en el hall, donde todos los empleados de la recepción querían saludarme y transmitirme su cariño y apoyo constante. Y yo le agradecí su apoyo tanto como era capaz, pues ya no me dolía tenerlo tan cerca.   Letizia - ¡Muchas gracias, Fabri! Pero no exageres… (Me interrumpió) Fabrizio - ¡No exagero! Mi padre tenía mucha razón al querer contratarte a ti y al insistir para hacerlo. ¡Eres la mejor en lo que haces y este proyecto, como tantos otros, no habrían sido posible sin tu análisis y tu mediación! (me sonrojé y miré al suelo)   Letizia – Gracias (mirándolo, mientras lo tomaba de los brazos) pero no podría hacerlo sin el apoyo que día a día me brindan cada uno de ustedes.     Había logrado tal transformación en mi en los tres largos años que habían pasado desde aquella noche en que todo terminó entre nosotros, que había sido capaz de mutar todo el amor que alguna vez había sentido por él, a la más bonita amistad que pueda existir entre dos seres.   A pesar de que Fabrizio fue una persona más que importante en mi vida y de que habría deseado que nuestra relación fuera diferente y se prolongara al menos un poco más en el tiempo, logré comprender que por mucho que quisiera e incluso, por mucho que peleara con todas mis fuerzas para que todos sus pensamientos fueran distintos y no se dejara vencer por los celos, no podía cambiar las cosas que no dependían de mí.   Y aprendí a base del golpe de nuestra separación, que tampoco puedo querer cambiar a las personas del mismo modo que pretendo que ellas no quieran cambiarme a mí, ni a lo que siento, ni a lo que soy.   Desde aquella noche en que todo terminó entre nosotros, había empezado a comprender que Fabrizio es como es, con todo y sus celos… y que todo lo hermoso que teníamos para darnos como pareja, ya nos lo habíamos dado, pero eso ya era todo cosa del pasado… de un pasado hermoso que siempre quiero recordar pero que es eso… pasado, y como tal, debe quedarse en el tiempo donde está.     Fabrizio   Nunca dejé de amar a Letizia. Simplemente aprendí a convivir con ella de una manera distinta… obviamente para mí era muy extraño ser su amigo después de habernos amado tanto, pero sabía y sentía que era la mejor manera de no sufrir yo, ni de hacerla sufrir a ella. Este último tiempo, mis celos se habían transformado en un extraño sentimiento de protección hacia ella que había calmado profundamente todo el dolor que me generaba nuestra separación.   Sé que me equivoqué, se que la lastimé… pero también sé que todos mis errores la ayudaron a crecer y a transformarse en la persona que es ahora… ¡Mucho más feliz y decidida!... mucho más segura de sí misma en todo sentido y capaz de hacerse impermeable ante casi cualquier problema.   No puedo decir lo mismo de mí. Yo intentaba volver a ser lo que era antes de conocerla, pero hasta ahora al menos, no pude conseguirlo realmente. Ella me había cambiado por completo pues me había demostrado que puedo amar y ser amado tanto o incluso más de lo que me merezco, pero al mismo tiempo, yo también me había convencido de que no estaba preparado para un amor así de auténtico y diferente. Yo necesitaba certezas, no sorpresas…   Cada día que pasó desde aquel punto final a nuestra relación, había añorado más la vida que había tenido alguna vez en Nueva York con la madre de mi hijo, y por mucho que había intentado negarlo al separarme de ella en su momento, eso era lo que buscaba volver a tener… una mujer con la que compartir una rutinaria vida, que pasara tiempo conmigo, que se preocupara por mi y por mi hijo y no alguien que tuviera como prioridad el trabajo y, sobre todo, el trabajo con otros hombres frente a mis narices.   Buscaba una mujer que quizás solo me gustara y no me encantara... pero que no significara para mí un desafío constante, tal como era Letizia, la mujer que realmente deseaba tener entre mis brazos.   Sin dudas, en todo este tiempo había dejado de considerar la posibilidad a la que me abrí al conocerla a ella de estar detrás de una mujer tan independiente como es, pues por mucho amor y admiración que me proyectara y por mucha locura que su sola existencia generara en mí, yo no me sentía capaz de afrontar mis celos, mis temores… mi miedo constante a perderla al minuto siguiente. Necesitaba, en cambio, la constancia de la vida aburrida pero segura donde te levantas y sigues una agenda y al llegar a casa te esperan con la comida pronta para leerle el cuento al niño, irte a dormir y despertar para repetir todo de nuevo al siguiente día. Necesitaba la constancia de la vida donde no pasa nada raro… o pasan cosas que se cómo controlar.   A esta altura incluso prefería que, como también me había sucedido con la madre de mi hijo, se diera la nada agradable situación de no tener deseos de volver a mi casa para no verle la cara a mi pareja, pero saber que no tenía que estarme imaginando que ella estaba en un lugar donde otro hombre la estuviera mirando, por mucho que confiara en ella y aunque ese lugar fuera el lugar que tan feliz la hacía.   Claro que sabía que todas esas ideas que una y otra vez daban vueltas en mi cabeza como intentando justificar el haber salido huyendo aquella noche de su departamento no estaban bien, y cada tanto me las cuestionaba… pero la realidad era que Letizia habría tenido todo a mi lado para ser feliz de haberme elegido a mí en vez de al trabajo que mi padre le había puesto delante. ¿O no? Si quería trabajar, podía hacerlo a mi lado como ya lo había estado haciendo desde que volvimos de Nápoles por la idea que había tenido Ferrari… ¿Por qué buscar trabajo afuera? ¿Por qué aceptar trabajar con mi padre siendo que en la empresa estaría rodeada de hombres todo el tiempo?   Además, yo podía hacer realidad todos sus deseos… ¿acaso podría hacerle falta algo más? Lo que quisiera podría pedírmelo y se lo daría en un segundo. Sería capaz de bajarle la luna si ella me lo pidiera.   Pero el problema no era Letizia, quien sabía perfectamente lo que quería para ser feliz y elegía eso afrontando las consecuencias de todas sus decisiones. El problema claramente era yo.   Y en algún punto, aprender a amar como amaba a Letizia, me había hecho conformarme con la vida simple y rutinaria de la que tantas veces me había quejado creyendo que era hacia donde quería empujarme mi padre… A la vida con menos amor pero más seguridades, sin cambios constantes y repleta de recuerdos fotográficos para mostrarle al mundo una vida perfecta que en nada se parecía a la que me merecía, pero si era la que me conformaba con tener para que mi mente estuviera tranquila…   Entender eso me había facilitado las cosas en el proceso de sanación tras nuestra separación. Y aunque la amaba en silencio, el hecho de no tener que luchar por ella y tener la seguridad de que ella ya no quería nada conmigo me había bajado a tierra y por fin sentía que podía mirarla sin desearla todo el tiempo… por fin sentía que tenía deseos de abrazarla para protegerla y no para poseerla… 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD