1: Fracaso

1105 Words
“Por Ella “ Una obra de: S. Dal Santo IG: s.dalsanto17 © 2022 Todos los derechos reservados No se permit el uso de este trabajo sin autorizacion Codigo de registracion en Safe Creative 2208021715646 Mi nombre suena por los pasillos del hospital una vez más y como ya es costumbre, mi café queda abandonado sobre una de las tantas mesas de esta cafetería mientras que salgo corriendo hacia la sala de urgencias. Esquivo a la gente que hay a mi alrededor, y una vez que cruzo las puertas dobles de vaivén, las enfermeras comienzan a darme un resumen de la situación de la paciente que ha llegado hasta que de repente escucho su nombre. Agustina Acosta, y es en ese preciso instante que me quedo completamente paralizado, algo muy poco profesional de mi parte. En un momento donde recuerdo quien soy, vuelvo a reaccionar y continuo con lo que se supone que debo hacer en estos casos —¿Hace cuanto tiempo que llego? — Pregunto mientras que me desinfecto las manos y luego la enfermera me ayuda a colocarme los guantes. —Diez minutos más o menos— Me responde siguiendo mis pasos mientras que camino hacia el box donde está ella. —¿Lucia vino con ella? — Indago. —Si, no quiere irse de al lado de su madre. — Explica y con estas palabras, prácticamente me hecho a correr hasta llegar al box donde esta Agustina, y al llegar, allí veo a Lucia llorando mientras que las enfermeras tratan de consolarla. —¡Marcos, no dejes que se muera mi mamá! — Me pide entre lagrimas cuando corre hacia mi y me abraza con todas sus fuerzas a la altura de mi cintura. —Haré lo mejor que pueda, te lo prometo, ¿sí? Ahora ve con Teresa a mi consultorio, ella te va a cuidar mientras yo atiendo a tu mamá, ¿de acuerdo? — Le pido y a pesar de las dudas de la niña y de Teresa, ambas me hacen caso para luego ir a donde les he indicado. Me acerco a Agustina y a las enfermeras que la están atendiendo —Los riñones no están respondiendo ni siquiera con la diálisis— Me informa una de ellas. —La paciente esta sufriendo un infarto, ¡desfibrilador ya mismo! — Exclamo y rápidamente ellas hacen lo que les indico. Intento sacarla de allí, pero es inútil, vuelto a tratar, y la desesperación me envuelve al darme cuenta de que su corazón ha dejado de latir y no hay nada que yo pueda hacer. Soy el mejor cardiólogo de la ciudad de Nueva York, trabajo en uno de los mejores hospitales del país, y ni todos los títulos universitarios ni toda mi experiencia de campo han podido hacer que salvara a Agustina de esa maldita enfermedad llamada “Síndrome hemolítico urémico atípico”, o simplemente SHUa. —Doctor Sagasty, ha hecho todo lo que pudo, le ha regalado años de vida a esta mujer a quienes todos le habían dicho que solo le quedaba tres años cuando le diagnosticaron esa terrible enfermedad. — Me alienta. —Eso lo sé Sofía, pero ¿Cómo le explico a esa niña que esta en mi consultorio esperándome que la única persona que le quedaba en el mundo ha fallecido? No puedo… la conozco desde que nació, estuve presente en el parto, la vi crecer. No puedo ir ahora y decirle que no pude hacer nada más por su madre— Expreso completamente devastado y es tal mi grado de angustia que me dejo caer en el suelo de rodillas y cubro mi rostro con mis manos. —Marcos— Escucho la voz de Armando —Sé como te sientes, Agustina era más que una paciente, ella se convirtió en tu amiga. Nunca vi a alguien preocuparse tanto por una desconocida como tú cuando ella llego a tu consultorio. Le ayudaste a obtener un diagnostico, te has hecho cargo de su tratamiento durante nueve años, he incluso asistías a los actos escolares de su hija y la llevabas a comprar ropa, eso no lo hace cualquiera— Me alienta. —¿Y de que me ha servido? No pude salvarle la vida a su madre— Me sigo reclamando. —Has hecho todo lo que pudiste, pero esa enfermedad es mortal y ambos sabemos que así hubieras intentado conseguir que obtuviera un trasplante de riñones, eso no funcionaria. Ya no te reclames, no es tu culpa— Continua y a pesar de todo, solo asiento levemente. —Lo sé… gracias— Consigo decir con mi voz quebrantada y como puedo me limpio las lagrimas de mi rostro —Encárguense de todo aquí ¿sí? Iré a hablar con Lucia, necesita saber lo que esta pasando— Explico. —Doctor Sagasty, espere, esto estaba entre las pertenencias de la paciente— Intercede una enfermera acercándose a mi con un sobre en la mano que tiene escrito mi nombre en la parte frontal. Rápidamente me quito los guantes, los desecho en la basura y agarro la carta tratando de que el llanto no vuelva a ganarme ya que debo de ser fuerte para Lucia. Me voy a un rincón del box permitiendo así que todos hagan su trabajo y al quitar el papel que hay allí dentro, veo una carta escrita por Agustina. “Doctor Marcos, Sé muy bien que, si se encuentra leyendo esta carta, es porque finalmente esta enfermedad ha ganado la batalla y que mi hija se ha quedado sola. Tengo muy claro que no tengo derecho a desordenarle su vida, pero necesito saber que Lucia estará bien y sé que usted es la persona indicada para cuidar de ella. He dejado una serie de documentos legales a su nombre para facilitarle el proceso, por favor no me falle ¿sí? Ella es lo más preciado que tuve en mi vida, todo lo que hice siempre fue por ella. Agustina” «¿Me ha dejado a cargo de Lucia?» Me cuestiono por dentro mientras que leo la carta una y otra vez intentando asumir como es que un hombre como yo completamente solo, con una vida desordenada y de 38 años puede convertirse en el tutor de una niña de nueve años de la noche a la mañana, pero también sé que esa niña no es una niña cualquiera, es alguien muy especial para mi y no quiero que sufra. —Doctor ¿se encuentra bien?— Me pregunta Sofía y asiento. —Si, debo ir a hablar con Lucia— Repito y ahora si que salgo del box.
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