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El Arrepentimiento de su Alfa Despiadado

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Blurb

Laia Summers rara vez había sentido verdadera felicidad.

Después de ser vendida al lobo renegado Marcus Callum cuando era niña, la trataron como a una esclava; creía que su vida cambiaría cuando la muerte de su amo lobo renegado la llevó a enfrentarse a Hayden, el alfa de la manada Bennet... y su pareja predestinada.

Sin embargo, Hayden, impulsado por la venganza contra Marcus por la muerte de su padre y el odio hacia los renegados, no siente compasión por ella, ya que cree que es la hija del hombre al que odia. Ni siquiera cuando, bajo la presión del vínculo de pareja, se vieron obligados a casarse.

Tras meses de abusos, su mundo se derrumba cuando sufre un aborto forzado. Creyendo que Hayden es el responsable, finalmente reúne el valor para abandonar la manada que le causó tanto dolor y empezar de nuevo.

Dos años más tarde, regresa a regañadientes a la manada Bennet como Natalia Winters, asistente temporal del médico de la manada, obligada a enfrentarse constantemente al hombre que la arruinó junto con su amante María. Es una carga que está dispuesta a soportar durante un año antes de poder marcharse para siempre.

 Hayden sigue siendo tan despiadado como siempre. Sin embargo, mientras su mirada se demora y otro hombre compite por su atención, las defensas de Hayden comienzan a caer, haciéndole cuestionar las creencias en las que se aferraba... y arrepentirse de sus acciones pasadas.

Pronto, parece que Hayden no está dispuesto a dejarla ir, haga lo que haga ella.

¿Qué secretos revelará su reencuentro? ¿Podrá Natalia perdonar al hombre que le rompió el corazón, o encontrará el amor en los brazos de otro?

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Capítulo 1
Laia —Hayden... Estoy embarazada. La fría mirada del Alfa me hizo temblar las rodillas. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras esperaba su respuesta. Anhelaba ver algo más que su fría mirada, que me perforaba con dolorosos agujeros. —Di algo. Mis labios temblaban, pero de repente él resopló y dio un paso hacia mí. Yo retrocedí, pero eso no fue nada comparado con lo que dijo a continuación. —No lo quiero —dijo. Sus palabras me golpearon como hielo, helándome la sangre. Retrocedí tambaleándome, con las entrañas retorcidas por el miedo y un dolor insoportable. ¿Nuestro bebé... no lo quería? Las lágrimas me quemaban los ojos. Intenté hablar, preguntarle por qué, pero las palabras se me atascaron en la garganta. En su lugar, recé en silencio para que dijera algo, cualquier otra cosa. Tenía que hacerlo... ¿no? Antes de que pudiera marcharse, lo bloqueé presa del pánico, intentando alcanzarlo. —Hayden, por favor, espera... Me apartó la mano de un golpe antes de que pudiera alcanzarlo, clavándome esa mirada fría que me heló hasta los huesos. —¿Crees que tienes derecho a tocarme? —se burló. Sentí una sensación de desánimo al anticipar sus siguientes palabras. —No olvides cuál es tu lugar, Luna. Esas palabras me impactaron profundamente; el tono burlón con el que pronunció mi título me resultaba demasiado familiar. No dijo nada más y se dio la vuelta. Fue como un martillo clavando el último clavo en el ataúd. No lo quería. No quería a nuestro bebé. No pude mantenerme en pie. Me sentí vacía cuando mis piernas tocaron el suelo. Un sollozo me sacudió y las lágrimas comenzaron a brotar. ¿Por qué? ¿Por qué me odiaba tanto? Desde que nací, nunca había tenido suerte. En otro tiempo había sido una omega, vendida por mi familia a un lobo solitario renegado, Marcus Callum. Lo odiaba con pasión y, sin embargo, era lo único que tenía. Me había convertido en su esclava, viviendo y viajando con él como un renegado. Me dejaba sola para atenderlo y me castigaba si no lo hacía, y me amenazaba con matarme si intentaba huir. Nunca dejaba de recordarme que no esperara ningún tipo de cuidado por su parte. Solo era su esclava y la deuda que le habían pagado. Siempre me recordaba lo inútil que era. Sabía que no era normal, que no era así como había visto tratar a otras personas desde lejos. Hasta que un día, la manada Bennett nos encontró y él fue asesinado. Hayden, el Alfa, fue el asesino y mi compañero. Antes de que pudiera hacerme nada, nuestro vínculo de pareja se hizo público y los ancianos de su manada le amenazaron. Cásate conmigo o renuncia al puesto de Alfa. Y así, sin más, yo, que había pasado por un torbellino de emociones, me vi obligada a casarme con un hombre al que apenas conocía, uno que acababa de asesinar a mi amo. No sabía cómo sentirme cuando me casé con mi pareja. Sin embargo, en aquel entonces, en sus ojos solo había odio. Recuerdo vívidamente el dolor que me causó su fuerte agarre en mis muñecas. Después de pronunciar los votos y casarnos oficialmente, me llevó aparte y me susurró al oído: —No te equivoques, este no es un vínculo verdadero. Puede que hoy te haya tomado como esposa, pero solo serás una esclava y una puta para mí. No una verdadera Luna. Ahora han pasado seis meses. Seis meses desde que mi vida cambió y me vi obligada a convertirme en la Luna de la manada, asumiendo responsabilidades que desconocía hasta que tuve que aprenderlas. Seis meses desde que me convertí oficialmente en su esposa y en la Luna de la manada. Los Ancianos me trataban con indiferencia, la manada me menospreciaba por ser una antigua renegada. Y Hayden me odiaba por una razón que yo no entendía. No me trataba con dureza como lo hacía Marcus. Nunca me pegó ni me castigó por nada ni intentó abusar de mí. Era un tipo diferente de tortura, pero se sentía mil veces peor. Desde el día en que nos casamos, venía a mi habitación todas las noches, me ordenaba que me quitara la ropa y se acostaba conmigo antes de marcharse inmediatamente después. A veces me decía algo hiriente antes de irse y otras veces ni siquiera me miraba. Cada vez me sentía utilizada, como si me viera como un simple objeto, una esclava para sus deseos. Nunca reconoció mi presencia en ningún otro momento. Incluso cuando me presentaron a la manada por toda la ciudad y tuve que aprender mis nuevas obligaciones como Luna, él nunca estuvo allí. Pero lo peor eran los demás. Las amantes que tenía, todas desfilaban delante de mí. Estaban por toda la manada, tanto humanas como miembros de la manada. Me obligaban a ver cómo estaban con él mientras él me trataba como si fuera invisible. Las besaba, las tocaba y se acostaba con ellas en público, humillándome. Se burlaban de mí, sonriendo con aire de suficiencia. Él y la manada me humillaban constantemente, pero yo lo aguantaba. Porque, de alguna manera, ya me había enamorado de él. —No olvides cuál es tu lugar —sus palabras resonaban en mi mente. Una Luna solo de nombre. Sin familia, sin los verdaderos lazos que había anhelado, ni siquiera dentro de esta manada. Las lágrimas rodaban por mis mejillas y miré por la ventana al cielo despejado, en marcado contraste con la tristeza que sentía en mi interior. ¿Por qué? ¿Cuál era la razón detrás de todo esto? Había hecho todo lo que podía, no solo por la manada, sino por una apariencia de respeto, por su cariño. ¿Aún no era lo suficientemente buena? ¿Aún no era adecuada para el puesto de Luna? Me había enamorado profundamente de él. Y sentía que cada parte de mí se estaba rompiendo. Cada noche que Hayden había pasado conmigo por obligación me hacía desear más de él. Por el afecto que le daba a sus amantes, a la manada, a cualquiera menos a mí. Había intentado todo para demostrar mi valía: dejarlo entrar en mi cama, aprender sobre la manada, ignorar los insultos y los chismes que se burlaban de mí por ser una compañera no deseada. Intenté ser la Luna y la esposa perfectas. Cualquier cosa para complacerlo. Pero nada funcionó. Él seguía trayendo a sus amantes, especialmente a María, y nunca me prestaba atención, y mi corazón se rompía cada vez. Pero esto era diferente. Acababa de confirmar mi embarazo una hora antes con el médico de la manada. Seguro que esto haría que me quisiera, ¿verdad? De repente, se oyó una risa detrás de mí, seguida de una lenta burla. —Tsk. Mira a la estúpida y patética zorra. Actuando de forma tan dramática. María. Levanté la vista y la vi, con aspecto de ser la dueña del mundo. Para todos los miembros de la manada, María lo era. Porque era la amante favorita de Hayden, la mujer del Alfa. Su posición le granjeaba respeto. Entrecerró los ojos y esbozó una sonrisa burlona. —Mírate. ¿Creías que tu patética súplica funcionaría? —se burló, acercándose a mí con su sedoso vestido rojo. —A pesar de ser su compañera, no sabes nada sobre él. Hayden nunca ha querido tener hijos, y mucho menos uno de alguien como tú. Se acercó más, inclinándose para susurrarme al oído. —Un lobo renegado asqueroso. Me estremecí. Era un insulto que me recordaba la vergüenza que me quemaba el cuerpo cada vez que Hayden me rechazaba. —No —dije instintivamente. Ella se rió, echando la cabeza hacia atrás. El sonido resonó en mis oídos. —¿Sigues delirando? ¿Qué crees que quiere decir? Te está diciendo que te deshagas de él —Maria habló con tranquilidad, chasqueando los dedos al ritmo de sus palabras.

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