Las hojas secas crujían debajo de los tenis de Hannah, algunas plastas de lodo se pegaban a ella y se rehusaban a soltarse, empezaba a amanecer, hacía más frío y la neblina empezaba a volverse espesa. No midió bien uno de sus pasos y resbaló con la raíz de un enorme árbol, cayó al suelo y el aire se le fue por completo, arrugó la nariz y trató de recomponerse. Askor se apresuró a levantarla y sin pedir permiso u opiniones la cargó como si fuera un bebé. —Estoy bien, puedo caminar. —Yo cuidaré de ti— dijo él mientras que sus ojos cafés estaban fijos en algo. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Hannah, eso la hizo extrañar el cuerpo tan cálido de Gabriel, los lobos siempre estaban tan calientes y a temperaturas extraordinarias. Se sintió mal por él, hacía casi media hora que lo h