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Me enamoré de un millonario

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Las luces de su oficina todavía estaban encendidas, había olvidado mis llaves en mi escritorio por accidente, pero ¿quien podía está aquí a estas horas?

Cuando llegué a mi escritorio vi dos siluetas dentro de su oficina, miré con entusiasmo para ver si podía descifrar quiénes eran, pegué mi rostro a la puerta de cristal para poder ver mejor y entonces esta se abrió, cayendo yo de rodillas frente a mi jefe y su nueva amante de la semana.

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I
    OBRA REGISTRADA BAJO EL NÚMERO DE REGISTRO 2107048270780. Todos los derechos de autor reservados.  Recogí mi abundante cabellera negra en una coleta alta, procuré no dejar ni un solo pelo fuera de lugar, después de todo este era mi primer día de trabajo. Y no lo podía arruinar, la paga era muy buena y eso me ayudaría a pagar la estancia de mi abuela. Tomé mi bolso, este era el más caro que tenía, quería dar una buena impresión; después de todo como se vista el paje así tratan al paje. Y no por ser pobre me dejaría humillar nuevamente de ninguna persona que se crea superior solo por tenerme más dinero. Salí a toda prisa de mi casa, el autobús estaba a punto de pasar, después tenía que tomar un taxi. Lo mejor era salir bien temprano para evitar contratiempos. Después de que baje del autobús tomé el taxi que me dejó una esquina antes de la empresa. Imagino que sería de mal gusto bajarme justo en la entrada. - Buenos días - dije al guardia de seguridad que estaba justo en la entrada. - Buenos días, señorita. ¿ Puede decirme a donde se dirige? - me preguntó al yo pasar a su lado. Me detuve para contestar. - Soy la nueva secretaria del señor Meyers. Hoy es mi primer día de trabajo. - ¡Ah! Bienvenida. Yo soy Stefan. Nos veremos todos los días, espero que tenga mucha suerte en su primer día, la necesitará. - Mi nombre es Alejandra, mucho gusto . Continué mi entrada hacia el enorme, enorme rascacielos que tenía frente a mi, fácilmente podría ser el más alto de la ciudad. Según la información mi oficina estaba ubicada en el penúltimo piso, después de todo yo era la secretaria del CEO. Miré hacia todos los lados buscando un posible ascensor. Giré hacia mi derecha y allí habían dos enormes ascensores. Tomé el primero que se abrió y marqué mi piso. Estaba muy nerviosa, sujetaba mi bolso con fuerza, me miré al enorme espejo que tenía el ascensor para ver si mi aspecto estaba bien y estaba todo en orden. Mi cabello seguía bien, mis zapatos y el traje de oficina que había comprado para usar como mi uniforme. Arreglé el cuello de mi camisa y acomodé los botones. Tenía que estar en perfectos estado para la primera presentación. Había llegado ya a mi piso. - Buenos día. - Me saludó la primera secretaria que había nada más salir del ascensor. - Debes de ser la nueva, Alejandra. Mi nombre es Katrina y soy la secretaria del COO, su nombre es Misael López. Soy la más antigua aquí, así que para cualquier duda o cualquier consulta puedes acudir a mi sin problemas. Ven, te mostraré todo el lugar y donde está tu oficina. - Muchas gracias Katrina, muy amable. - Katrina y yo fuimos dando un recorrido mientras me mostraba las oficinas de los altos mandos de la empresa, todas estaba en el mismo piso. Fue presentándome a las secretarias pero ella era la única que coincidía con mi edad, las demás eran señoras mayores, todas parecían agradables. - ¿ Puedes decirme algo sobre mi jefe? Quiero dar una buena primera impresión. ¿ Que te parecí al verme entrar? Puedes ser sincera. - Pues te recomiendo que seas muy paciente, es un hombre muy voluble. - La cara que tenía Katrina me dejaba dicho que habían muchas cosas que decir sobre mi jefe, pero que yo la tenía que ver por mi misma. - Pero creo que estarás bien, aún tienes el brillo en los ojos, intenta conservarlo. Por otro lado este es un buen trabajo, el sueldo es el mejor de todos, está empresa se caracteriza por tener una buena paga con sus empleados. Aquí solo vienen los mejores, si estás aquí es porque eres muy buena. - ¿ Que pasó con la anterior secretaria? ¿ Tenía mucho tiempo aquí? - Nada. - Katrina soltó una risita nerviosa. - Solo decidió irse, supongo que habrá recibido otra menor oferta. Apenas llevaba tres meses. Vaya, tres meses es muy poco tiempo. Estaba segura que la habían despedido por algo o la chica había renunciado porque no aguantaba. Pero ¿ cuál sería el verdadero motivo? Renunciar a un trabajo con tan solo tres meses solo dañaba tu curriculum. Enseguida las personas empezaban a sacar conclusiones erróneas. - Katrina, espero que seamos amigas, cualquier consejo que tengas no dudes en dármelo. Nunca está demás ninguna ayuda. - No te preocupes, Alejandra. - Nos detuvimos frente a la oficina más grande de todo el piso, aunque su puerta de entrada era muy normal, el interior que se veía a través del cristal era increíble. Estaba perfectamente decorada, aunque de forma minimalista, pero era impresionante. Tenía una vista única a la ciudad y sus paredes estaban adornadas con cuadros extraños. Tenía una área de bebidas, podría ser fácilmente un mini bar, un enorme sofá en el que incluso se podría dormir y varias butacas; en la esquina derecha tenía un pequeño ¿ juego de golf? Era lo que parecía, y en el extremo opuesto estaba una caminadora. Supongo que a parte de jugar al golf también se ejercitaba en la oficina. Era de lo más extraño. Pude ver que no había nadie en ella. - Aquí es. El señor Meyers suele llegar dentro de media hora, si es que viene. No estes nerviosa, te irá muy bien; tienes tiempo para acomodarte. Katrina se marchó y yo me quedé allí parada frente a la oficina. Por unos segundos más miré su interior y después fui a mi escritorio que quedaba al lado derecho de la oficina. Acomodé mis cosas y ordené todo de modo que me resultara familiar. Empecé a usar el ordenador y a familiarizarme con el sistema que ellos usaban. Vi los horarios que tenía mi jefe, las citas programadas para los próximos días y sus horarios. También las juntas que tenía más próximas. Pero aún no conocía la cara de mi jefe. Miré hacia la oficina a ver si tenía alguna foto, pero solo había una de un señor, supuse que era su padre. Un hombre alto de pelo castaño se aproximaba en mi dirección. ¿ Sería mi nuevo jefe? No podía ver su rostro muy bien, permanecía con la miraba baja mirando su celular. Llevaba un traje beige con camisa blanca, sus muslos se pegaban al pantalón y sus bíceps marcaban la chaqueta de aquel traje. Llevaba la camisa blanca un poco desabrochada, a esa distancia ponía ver parte de su pecho aparentemente sin un solo vello. ¿ Será el? Ya estaba muy cerca, venía justo hacia mi. Esta era la única oficina que quedaba en esta ala y no había ninguna otra cerca. Tenía que ser el. - Buenos días. - dijo al llegar a mi. Se paró frente a mi escritorio mientras inspeccionaba con la mirada todo lo que había en mi escritorio, cada detalle . - Buenos días señor. Mi nombre es Alejandra y soy la nueva secretaria. - Veo que te has acomodado ya. - Ahora era a mí a quien su mirada inspeccionaba. Su perfecto rostro y ojos cafés no me quitaban la mirada de encima. Mojó sus labios color rojo oscuro mientras guardaba su celular. - Yo soy Misael López, creo que ya has conocido a mi secretaria, Katrina. Solo vine a darte la bienvenida. - Muchas gracias señor. - contesté. ¿ Había venido hasta aquí solo para eso? ¿ Que más podía decirle? - Mi jefe aún no ha llegado. - Lo se, pero estará a punto te llegar. - Volvió a sacar el celular de su bolsillo. - Que tengas un buen día. Y se fue. Me quedé mirando su lindo trasero hasta que este desapareció de mi vista. Que nerviosa estaba, pensaba que ese era mi jefe. ¿Como puede ser que no le conozca aún la cara? Empecé a organizar las cosas de mi escritorio de forma que me resultara más familiar. Después de unos minutos me entraron ganas de ir al baño. Tomé mi celular y fui hasta el escritorio de Katrina pero ella no estaba allí. Me puse a dar vueltas por el piso buscando el servicio, después de al menos cinco minutos caminando de un lado a otro como una tonta , visualice un pequeño cartel que ponía servicio. Había pasado al menos cinco veces frente a él sin notarlo. Entré con prisa, quería estar presente cuando llegara mi jefe. Dar una buena impresión el primer día era muy importante. Coloqué bien el cuello de mi camisa barata y arreglé los botones que se habían torcido un poco. Después me retoqué el labial y salí del baño con prisa. Cuando llegué a mi escritorio me puse a revisar el horario del día y de la semana completa. Realmente no tenía mucho que hacer esa semana, aunque era lunes y lo más probable es que fueran surgiendo. De pronto sentía una corriente cruzando mi espalda haciendo que los vellos de todo mi cuerpo se erizaran. Por el rabillo del ojo pude ver una silueta en la oficina de mi jefe. Sorprendida y con miedo de mirar, aparté mi vista clavándola en la pantalla que tenía frente a mi. ¿Que debía hacer? ¿ Cuando había llegado? No sabía si debía mirar o no. Estaba demasiada nerviosa y me moría de la vergüenza. Di una mirada rápida y allí estaba el, sus codos apoyados sobre el escritorio mientras sus manos sostenían su cara. Parecía tener una expresión dura. ¿Estaría enojado? ¿Y ahora que ? Reuní todo el valor suficiente y me puse de pie. Tenía que entrar y presentarme. Salí de detrás de mi escritorio y entre a su oficina con una enorme sonrisa mientras mis ojos pedían disculpas. - Buenos días, señor Meyers. Mi nombre es Alejandra y desde hoy yo seré su secretaria. - Ahora esa mirada fría iba dirigida hacia mí. No había movido un solo músculo, permanecía igual. ¿Que más debía decir ? - Espero que podamos tener un ambiente laboral agradable. - ¿Quien te dio permiso de entrar a mi oficina? - su tono de voz definitivamente era desagradable. Estaba enojado. - Lo siento, yo... - No puedes entrar a menos que yo te llame y no te he llamado. ¿ Donde está mi café? ¡¿Que café?! - ¿Su café? - No tenía idea de que café estaba hablando. - Tráeme un café. - me ordenó. - Si, señor. - Me di la vuelta para salir con prisa de su oficina pero su voz me detuvo. - Si , señor Meyers. - Si , señor Meyers. - repetí. ¿ Ahora donde se supone que tenía que conseguirle café? Tenía que haber algún lugar dentro de la empresa o al menos en nuestro piso. Quise recurrir otra vez a Katrina pero ella aún no estaba. Supongo que estaría en alguna junta con su jefe. Recorrí cada parte de nuestro piso, pero ahora con más minuciosidad para no dejar escaparlo nuevamente como sucedió cuando estaba buscando el baño. Di con una sala, o más bien era como un tipo de comedor o área común para los que trabajamos en el mismo piso. Eché un vistazo localizando el área del café. Ahora solo tenía que preparar el café. Me acerqué a los dispensadores pero habían demasiadas variedades . Yo ni si quiera tomaba café. ¿Cual debía escoger? Él no había especificado. ¿Que se supone que debía de hacer ahora ? Elegí uno cualquiera, al azar y me fui de prisa para que no se me enfriara. Cuando llegué a la oficina no sabía que hacer, me quedé frente a la puerta con el café en la mano mientras miraba hacia dentro. Él permanecía con la misma postura con la que yo lo había dejando. ¿ A caso no se había movido ni un poco desde que me fui? También tenía la misma mirada , me observaba frente a la puerta sin decir nada. Supuse que debía entrar y así lo hice. Coloqué el café sobre su escritorio. Él se irguió cambiando de postura. Tomó el café y bebió un trago del vaso. - Esto está demasiado amargo. - lo volvió a colocar sobre el escritorio. - ¿ No le pusiste azúcar? ¡No le puse azúcar! ¡No le puse azúcar! ¡No le puse azúcar! - Lo siento, señor Meyers. No sabía cómo le gustaba el café. - Y pensaste que me gustaba amargo. - Miró el café, me miró a mi y miró mi escritorio. - ¿Donde estabas? ¿ De donde es este café? - He ido a la sala común, allí había un dispensador. - Yo solo tomó café de mi cafetera. - señaló con su dedo mi escritorio. Todavía me hablaba subido de todo. ¿Sería siempre así? - Detrás de tu escritorio hay un pequeño estante donde están todas las cosas para preparar mi café. ¿A caso no lo viste? Solo tomo café de ahí. ¿Donde tenía metida la cabeza? Después de todas las vueltas que di, al final el café lo podía conseguir desde mi escritorio. Era el peor día de trabajo de mi vida y encima no paraba de cometer un error tras otro. - Le ruego nuevamente que me disculpe, enseguida le traeré otro café. - No hace falta. Ya ha pasado la hora de mi café, de ahora en adelante espero que cada mañana me esperes con el café listo. Sin ese café mi mañana no funciona bien, por el bien tuyo y por el bien de los dos. - Si señor Meyers. No volverá a ocurrir. - Puedes retirarte. Salí de aquella oficina tan rápido como me fue posible. Si hubiera podido salir corriendo, lo hubiera hecho sin dudar. Me senté en mi escritorio con el cuerpo muy pesado, había pasado demasiado estrés en tan solo media hora. Giré mi silla para quedar frente al estante que no había visto hasta ese momento en toda la mañana y efectivamente allí estaba la cafetera. La analicé durante unos minutos comprendiendo su funcionamiento. Mañana le tendría listo su café y así compensaría el mal rato que habíamos pasado hoy. Como no había mucho que hacer, comencé a ver qué había dentro de los cajones. Dentro del tercer cajón, debajo de un enorme libro de contabilidad, habían unos papeles con una nota encima. “ Guía para entender al estúpido de mi jefe” Eso si que era interesante. Saqué las páginas de aquel cajón y comencé a leerlas. “Sé que me queda poco tiempo aquí, no me juzguen, aguanté cuanto pude y encima me he enamora del muy idiota. NO COMETAN EL MISMO ERROR. Pero vamos a lo importante. Se que eres nueva, estás nerviosa y te he abandonado con este cerdo. Si no encontraste esta nota a tiempo, supongo que tú primer día será horrible, me compadezco de ti. A continuación te daré algunos pasos que debes seguir para mantenerte al menos bajo perfil. Aunque son más bien reglas que debes acatar. 1ro. Su hora de llegada es las 8:10 de la mañana. Siempre llega a tiempo, si no lo hace debes de llamarlo para saber si tienes que cancelar alguna junta que haya ese día. Porque ese día él no asistirá. Preferiblemente haz el café tres minutos antes. Es el tiempo suficiente para que este recién hecho. No te preocupes por el tipo de café, me encargué que esa máquina solo haga la que él prefiera. 2do. Nunca, nunca debes entrar a su oficina sin ser llamada, eso es lo peor que puedes hacer. Su espacio personal es algo que él aprecia mucho. Y si entras sin ser llamado para él es una grave violación. 3ro. Siempre llámalo señor Meyers. 4to. No te juntes con el señor López, no se llevan bien y sus enemigos tienen que ser los tuyos. No lo olvides. No seguiré para no asustarte, estas son las cosas básicas que debes de saber. Mucha suerte. Resiste cuanto puedas.” Pues una hora antes, estos consejos me hubieran sido de mucha ayuda. La mañana estuvo muy tranquila, él no me llamo en ningún momento y yo no me atrevía a mirar ni por un segundo hacia su oficina. Cuando llegó la hora del almuerzo, tomé mi bolso y me fui al área común. Cuando entré Katrina estaba en una mesa rodeada de señoras y me hacía señas con la mano para que fuera hacía ella. - Siéntate con nosotras, Alejandra. Sabía que mi cara dejaba mucho que desear. Me sentía mentalmente agotada. No era para nada el primer día que yo esperaba. Fui hasta ella, saludé a las demás y tomé asiento. - Descansa pequeña, sabemos que ha sido un día muy difícil. - una señora pasó la mano por mis hombros y yo no pude evitar ponerme a llorar. Me sentía frustrada. - No pasa nada, sabemos lo duro que debió haber sido para ti. Desahógate, eso te ayudará. - Ha sido muy duro conmigo, esperaba que yo supiera todo sin el decirme nada. - dije entre sollozos. - No por nada sus secretarias no llegan a los tres meses, eres la quinta este año. - Pero si apenas vamos por el mes de abril. - dije asustada. Por lo visto algunas habían renunciado antes de la semana. - Exacto pequeña. - No le digan esas cosas, o se va a asustar y durará menos tiempo que las anteriores.- les dijo Katrina. - Conforme pasen los días te irás acostumbrando y él a ti. Te dije que solo tienes que tener paciencia. Y mucha. Me fui hasta el comedor y cogí algo para almorzar. Tenían muchas delicias allí y la comida era muy buena. Las chicas y yo nos despedimos y continuamos con nuestro trabajo. A eso de las seis de la tarde, media hora antes de la hora de salir, el jefe me llamó. - Dígame señor Meyers. - debía seguir las instrucciones al pie de la letra, tenía que perdurar en este trabajo aunque terminara llorando en cada almuerzo. - Si no tienes nada qué hacer, puedes irte antes. Es tu primer día y debido de ser un poco duro. Me quedé totalmente asombrada. ¿Se estaba compadeciendo? Pero su expresión era la misma, su mirada fría y sin emoción no abandonaba su rostro. - Muchas gracias señor Meyers. Hasta mañana. Tomé mis cosas de prisa y salí de la oficina. Cuando llegué a la puerta, aún era de día y no estaba saliendo mucha gente. Después de todo aún faltaba media hora para la hora de salida. No podía tomar el taxi, tenía que caminar hasta la parada de autobús que eran unos quince minutos, más o menos, y desde ahí tomar el autobús de regreso a casa. Llegué a la parada con las piernas cansadas, me senté y busqué el dinero de pagar. Aún quedaba diez minutos para que pasara el autobús B56 que era el de mi ruta. Sentía que algo importante me faltaba. Comencé a buscar dentro de mi bolso. El monedero estaba, el celular también y ¿las llaves? ¡¿Donde estaban mis llaves?! Saqué todo lo que había dentro del bolso. Y no estaban las llaves. Empecé a pensar en qué lugar podrían estar, lo único que se me ocurriría era mi escritorio. Pero ¿cuando las saqué de mi bolso? Caminé de vuelta a la oficina, tomé el ascensor y al parecer no quedaba casi nadie. Algunas luces ya empezaban apagarse. Cuando llegué a nuestro piso, las luces estaban apagadas, solo quedaban las luces del suelo que marcaban el camino del pasillo. Caminé hasta mi escritorio, tomé mis llaves y cuando ya me iba, observé que habían unas luces encendidas en la oficina de mi jefe. Tal vez debía apagarlas. Me quedé mirando al interior unos minutos y entonces vi unas siluetas dentro de la oficina. Miré con entusiasmo para ver si podía descifrar quiénes eran, pegué mi rostro a la puerta de cristal para ver mejor, apoyé mis manos sobre él y entonces la puerta se abrió. Caí de rodillas frente a alguien, pero no sabía a quien. ¡Había poca luz! Escuché unos pasos dentro de la oficina y entonces las luces estaban encendidas. Una chica rubia , elegante y hermosa me mirada con odio al tiempo que cubría sus senos. Mi jefe estaba frente a mi con los pantalones quitados y la camisa desabrochada. Tenía una mirada juguetona y estaba extendiendo una mano para ayudarme. ¿Acaso no estaba enojado? No lo parecía. Tomé su mano para poder ponerme de pie, él me atrajo hacia el, con un movimiento quitó la goma que ataba mi cabello y este cubrió parte de mi rostro. Me sobresalté un poco al notar que sus manos sujetaban mis cadera. - ¿Quiere unírtenos? - apartó el cabello de mi rostro y pasó uno de sus dedos por mis labios. Entonces comprendí su invitación. Lo empujé con ambas manos hasta que me soltó, recogí el bolso que había caído al suelo y entonces salí corriendo de allí

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