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Acuerdo con mi sexy vecino

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Todo comenzó como un día normal de San Valentín o al menos eso creía hasta que algo fortuito puso mi mundo de cabeza.

No estaba preparada para lo que pasó ese día y mucho menos para todo lo que vino después.

Allí estaba él, mi intimidante, como terriblemente guapo y arrogante vecino.

Verlo no estaba en mis planes luego de la desafortunada situación entre mi gato y su lujoso departamento.

Para mi sorpresa, después de ese día en que nos vimos obligados a pasar juntos, algo había cambiado drásticamente entre nosotros.

Él podía darme aquello que yo tanto anhelaba y yo la diversión sin condiciones que él buscaba.

Un acuerdo justo en el que ambos ganábamos. Nada podía salir mal.

Pero ya sabemos que los planes muchas veces no salen como uno quisiera y los dos terminamos obteniendo más de lo que habíamos pactado ese día.

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Capítulo 1. Un San Valentín inesperado
—Susi, ¿dónde estás nena? Te traje tus croquetas favoritas —Milena grita desde la puerta. Hoy fue un día bastante cargado en la confitería. Aunque ama lo que hace y cada parte de su negocio lo consiguió sudando la gota gorda, hay días que no puede con tantos pedidos, especialmente hoy que es San Valentín. Se quita los zapatos y los tira a un lado para caminar por el frío piso. El alivio en sus cansados pies, es inmediato. —¡Nena! —Vuelve a gritar. Es raro que su gata no venga a recibirla como siempre—, ¿acaso sigues dormida? Deja sus potes en la mesada de la cocina y va hasta su cuarto, donde su única compañera desde hace cinco años se pasa el día entero durmiendo y jugando. —Susi, ¿qué sucede contigo? ¿No extrañaste a mamá? Dije que tra… —Abre la puerta y el viento fresco entrando desde la ventana lo hace suspirar pesadamente. ¡Esa traviesa se escapó nuevamente! Abre la compuerta que lleva al balcón y desde allí puede ver su ruta de escape. Lo hizo de nuevo. Su desesperación aumenta cuando nota la ventana del departamento de al lado, entreabierta. ¿Cuál es su obsesión por ir a ese departamento? Es un gran enigma para ella. Esto sin dudas va a meterla en serios problemas con la gerencia. Mira a todos lados y teme que su única opción sea entrar a escondidas a sacarla. La otra vez no hubo necesidad de hacerlo porque una de las chicas de la limpieza la ayudó y hasta se encargó de limpiar el desastre que había ocasionado, pero ahora Lupe no se encuentra en su horario de trabajo. Maldice en mil idiomas posibles mientras se golpea la frente con los dedos. ¿Por qué le tiene que ocurrir esto justamente hoy? La doctora le dijo que debía relajarse, acostarse temprano e hidratarse mucho para su cita de mañana. ¿Cómo conseguirá eso con esa gata escapando a cada rato? —Vamos, Mile, tú puedes —Respira profundamente un par de veces para serenarse—. Solo debes ir allá y sacarla. Eso es todo. Será rápido y nadie se va a enterar nunca. Echa una última mirada hacia abajo y estar en el décimo piso del complejo no le ayuda en nada. Cierra los ojos y recuerda lo que le dijo el gerente cuando se mudó aquí. No puede permitir que le pase algo a Susi. Con mucho temor camina por la reducida escalinata que une ambos balcones. No vuelve a mirar abajo hasta conseguir dar con el barandal del otro departamento. Sin perder tiempo, abre la ventana y de un salto ya está dentro de la habitación de su misterioso vecino al que nunca vio en estos seis meses que lleva viendo aquí. Lupe, la chica de limpieza, le había dicho alguna vez que él no llega hasta las 22 pm, lo que le da suficiente tiempo para tomar a su traviesa e irse. Apenas son las 19 pm. —¿Susi? —La llama en susurros mientras camina con mucho sigilo por el lujoso departamento. Cada paso se siente pesado por la anticipación—. Mamá vino por ti. Ven, vamos a casa. Todo aquí huele a nuevo y limpio, pero sobre todo a ese aroma amaderado de los perfumes para hombres. El ambiente es moderno y sobrio, con tonos grisáceos y negros. Todo perfectamente ordenado y distribuido. Cuadros y jarrones con diseños exquisitos. No cabe duda que el vecino es soltero. De pronto, el ruido estridente de un cristal rompiéndose le corta la respiración. Va de prisa hasta la sala y divisa a su gata caminando muy campante sobre una repisa de vidrio tirando a su paso cada portarretrato que encuentra. Milena siente que el corazón se le va a explotar al ver el desastre. Corre hasta ella y la toma en brazos. Sus manos no dejan de temblar. No sabe qué hacer o decirle. Ahora ya no hay nada ni nadie quien las salve. Antes de que pueda ser consciente de su cruda realidad, la puerta de la entrada hace un ruido. No puede ser, él está aquí. Coloca rápidamente a Susi dentro de su chaqueta y corre hasta la habitación, la misma por donde había entrado. Intenta abrir la ventana, pero esta no cede, está atascada. Mientras más jala, más atascada se pone. Un beep que viene del techo le atraviesa la sien, la aturde. —No, no, no —Bufa, moviendo el picaporte como una verdadera demente, olvidó que estos departamentos tienen sensores especiales contra robos. Voltea solo un poco y ve a una figura azulada entrar por la puerta principal y dirigirse justo allí donde estaba su gata. No le queda mucho tiempo y en su desesperación, corre hacia una puerta que parece ser el armario y se mete en una esquina ocultándose bajo unos trajes. Está a punto de hiperventilar, pero se obliga a no hacerlo colocando su mano en la boca. Si ese hombre la descubre aquí, va a ir presa. Luzio tenía planes de ir al bar de siempre esta noche y ligar con algunas chicas, pero la discusión con su padre en la hotelera lo dejó de muy mal humor, como siempre, tanto que salió en plena reunión. Su amigo Mario tiene razón, es mejor dejar la administración WGH y dedicarse a sus propias empresas. Ya no puede con esta presión que su padre ejerce en él. Lo ama, pero también necesita tiempo para sí mismo. En cuanto entra a su departamento, la puerta reacciona y el sensor de alarma se activa automáticamente, bloqueando la entrada. Intenta abrirla de nuevo con su tarjeta, pero esta no la acepta. Prueba con su huella dactilar y tampoco funciona. —¿Qué mierda sucede? —Se pregunta furioso. Se supone que ya se había arreglado el acceso. Desde la aplicación en su celular consigue apagar la alarma. Luego llama al jefe de mantenimiento, quien tarda demasiado en contestar aumentando su enfado. Mientras le da su queja, camina hasta la sala de estar y cierra los ojos ante la escena. —Tomy, creo que entraron a mi departamento para robar —dice mientras recoge el retrato de su abuela del piso—. Se supone que esto no pasa en este complejo. ¿Dónde está la ultra seguridad y comodidad por la que pagué cientos de miles? —Eso es imposible señor Wilson, según mis controles, nadie ajeno al edificio ha entrado —Contesta el encargado del otro lado—. En las cámaras tampoco se ve que alguien se haya acercado a su puerta. —¿Entonces cómo explicas que mis cosas estén revueltas y que el sensor se haya activado? —Luzio camina hasta el sofá y mira los tres retratos totalmente rotos. —No sé, señor, pero voy a averiguarlo. Él corta la llamada y niega, con pesar. Esto era lo único que le faltaba y para colmo, en San Valentín. Solo espera que los operarios no se tarden tanto como la otra vez. No quiere pasar esta noche encerrado en su propio departamento. Va hasta la barra y se sirve un vaso de whisky para relajarse. Mientras bebe, mira alrededor y no nota nada extraño, aparte de los portarretratos, por supuesto. ¿Qué habrá pasado? Contesta algunos mensajes que entran a su celular y luego se dirige hasta su habitación. Se quita el saco y se deshace de su corbata que lo tiene asfixiado. Milena, quien se encuentra escondida en el armario, puede oírlo mientras él se mueve por la habitación. Aun con la mano en la boca evita emitir algún tipo de ruido para no ser descubierta. Desde donde está puede oler su colonia crujiente. A pesar de que solo puede ver sus zapatos John Lobb y parte de su pantalón, su presencia es intensa para ella, casi abrumadora. Susi se mueve inquieta en sus brazos. Intenta zafarse en varias ocasiones, pero Milena hace todo lo posible para contenerla. En un santiamén, Susi hace un movimiento brusco produciendo una herida pequeña en la palma de su mano, provocando que ella la suelte y huya de su cautiverio. «Nena, no salgas ahí» Es el grito mental de Milena mientras su gata camina directamente a la puerta entreabierta del armario. «Por favor, por favor, por favor» Se muerde la mano para aminorar la angustia. El corazón se le va a salir volando del pecho. Susi sale y camina directamente hacia los pies de Luzio quien se encuentra metido en su celular. Como si lo conociera de toda la vida, se arrima lo suficiente y se restriega por sus tobillos. —Así que fuiste tú —Luzio se agacha y le acaricia la espalda. Ella se tira al suelo y se deja manosear con todo el gusto del mundo—. ¿Se puede saber cómo lograste entrar? ¿Dónde vives, traviesa? A pesar de lo difícil de su situación, Milena puede notar que su voz barítono es tan deliciosa como su perfume. ¡¿Cómo se le ocurre pensar en eso ahora?! Susi se levanta y da vueltas alrededor de él mientras maúlla suavemente. Milena solo ruega al cielo que a ella no se le ocurra volver hacia el armario y descubrir su posición, pero es exactamente lo que hace. Maúlla insistentemente pidiendo a Luzio que la siga. «¡Maldita traidora!» Su dueña por primera vez siente ganas de estrangularla. Ella, su amiga, la que le cuidó en todos estos años como su bebé, la está traicionando vilmente. ¿Cómo es capaz de hacerle eso? —¿Qué sucede pequeña? —pregunta Luzio tomando el picaporte— ¿Qué hay aquí? Susi vuelve a maullar mientras Milena suplica a todos los dioses del universo que él no abra la puerta. De pronto, el sonido estridente de un celular, su celular dentro de su cartera, acelera lo inevitable. La mujer cierra los ojos mientras siente que se hunde en el abismo. Ambas puertas del armario se abren bruscamente y ellos quedan cara a cara. «¿Por qué le pasan estas cosas?»

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