"Elimina todas las evidencias"

1048 Words
Me encontraba tumbada en mi cama, escuchando una playlist de Adele en Spotify y auto compadeciéndome de mi penosa existencia. ¿Cómo es que Adam había terminado nuestra relación una vez más?, claro, es que yo no era lo suficientemente madura para un ser tan superior como lo era él. ¡Maduras mis bubis! El problema radicaba en que a pesar de tener clara que nuestra relación era totalmente tóxica, no podía evitar seguir corriendo a sus brazos cada vez que el infeliz me llamaba para volver. Entonces esos “Nunca más”, se convertían en un “Siempre que él quiera”. En esos momentos y arranques de odio hacia Adam, lo único que le pedía al cielo era tener un interruptor mágico que me permitiera conectar mi mente al corazón y así poder dejar de amar tanto a mi actual ex novio de una vez. Y no quería ni pensar en lo que mis amigas dirían, ya las escuchaba gritándome y maldiciendo a Adam. “Él no es para ti” “Entiende Georgia, él no te quiere” “No seas idiota, si te llama no vayas con él” Bla, bla, bla. De seguro ya todos pensaban que yo padecía de Alzheimer, porque cada vez que mis familiares o amigas me decían esas cosas, me entraba por un oído y me salía por el otro. Era tan fácil hacer oídos sordos e invalidar cualquier cosa racional, porque yo me sentía tan enamorada de Adam, que incluso ponía mi dignidad en juego. Lo peor era que yo sabía que esto no era sano, por lo que desde que Adam terminó conmigo había estado evitando cualquier interacción en mis redes sociales. Llevaba dos días sin conectar el Wi-fi en mi celular, para no hablar con nadie. Entonces, tirada en mi cama y llorando como si el mundo fuese a acabarse en segundos, pensé en la maldita sonrisa de Adam y en cómo sus ojos brillaban cada vez que se encontraba feliz. Recordé nuestra primera cita, nuestro primer beso, la primera discusión y la primera vez en que dormimos juntos. Dos toques en la puerta hicieron que me secara el rostro con la manga del sweater que traía puesto, el que pertenecía a Adam, y me levantara a abrir la puerta con cautela, porque ya nada importaba, ni que el mismísimo Leonardo DiCaprio me viera en mi peor estado. Mi estado de ánimo no mejoró al ver a Cristina, mi mejor amiga, al otro lado de la puerta. —¿Qué pasa? ¡Te envié miles de mensajes! —me hice a un lado para que mi amiga entrara a mi habitación y traté de esconderme de su mirada inquisitiva, pero me fue imposible. ¿Han oído eso de las conversaciones visuales? Pues, con un solo movimiento de cabeza, Cristina comprendió lo que sucedía. —Sí, hemos vuelto a terminar. Sin más palabras, corrí a los brazos de mi amiga y continué con mi ritual de llanto. No fui consciente del tiempo que pasé llorando como una bebé en los brazos de Cristina, pero creo haber derramado lágrimas como para todo un funeral. Una vez que logré controlarme, mi amiga me observó fijamente y se cruzó de brazos con autoridad. —Vamos, no puedes estar triste siempre —hice una mueca y limpié mi nariz con un pañuelo desechable. —Claro que puedo. Esta vez fue definitivo, lo vi en su mirada, ya está aburrido de mí. Me odia, estoy segura. Me levanté de la cama y rebusqué dentro de mi escritorio una fotografía, una de las últimas que me había tomado junto a Adam. La tomé entre mis dedos y no pude evitar volver a llorar como una magdalena. Éramos felices, o por lo menos yo lo era. —Sé que duele, pero va a pasar —Cristina caminó hasta quedar a mi lado y me arrebató la foto con brusquedad. —¿Qué haces? Abrí la boca con asombro al observar como mi amiga destrozaba la imagen con sus propias manos. Me sonrió con dulzura y luego me tomó por los hombros. —Primer paso para superar un mal amor: Elimina toda la evidencia —hice una mueca y luego suspiré con resignación. —¿Tengo que deshacerme de todo? Un asentimiento fue todo lo que recibí por parte de mi amiga. (…) Cristina me obligó a recolectar cualquier objeto que me conectara a Adam y ponerlo en una caja de cartón. Guardé poleras, fotografías, cartas, peluches, boletos de cine usados, servilletas de restaurantes que tenían frases que él me escribía, etc. Ahora todas esas cosas que tenían valor sentimental se encontraban sobre mi escritorio, dentro de una vieja caja. Según mi amiga, tenía que introducir la caja dentro de un barril y prenderle fuego. Era la primera etapa para poder superar a mi ex, el cual por cierto ya no podía ser nombrado, y sinceramente, me estaba costando animarme a quemar todos los recuerdos con él. —No seas cobarde, Georgia —levanté la cabeza y asentí hacia mi amiga. —Necesito un minuto —pedí. Mi amiga asintió con la cabeza y luego tomó mi mano en señal de apoyo. —El tiempo que necesites, amiga. Sé que es difícil, pero debes saber que no estás sola, yo estoy contigo. Mi labio inferior comenzó a temblar, ante las ganas de llorar. Estaba en extremo sensible y se sentía tan bien estar con Cristina en estos momentos. —Hagámoslo —dije por fin, con decisión. Tomé la caja entre mis brazos y la cargué hacia el exterior de mi casa. Cristina se encargó de buscar un barril gigante, mientras yo llevaba todas las pertenencias hacia el patio trasero. Observé por última vez las fotografías que nos habíamos tomado juntos y luego comencé a introducirlo todo dentro del barril. Cuando acabé de poner todo dentro del contenedor, derramé gasolina sobre las cosas y luego tiré un fósforo para acabar con los recuerdos. Las llamas se hacían cada vez más grandes, al igual que mis lágrimas. Ni siquiera sabía por qué seguía llorado como estúpida, pero eso se sentía como el final definitivo de mi relación. Ya no había vuelta atrás, la misión para sobrevivir a un mal amor había dado comienzo.    
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