La observo a través de la ventana observando el mar frente a nosotros. Hace dos semanas que ocurrió el ataque y aunque mi esposa ya se encuentra bien físicamente, no puedo llegar a imaginar el dolor que siente. Aunque a mi también me duele la forma tan cruel y despiadada que perdimos a nuestro bebé, dicen que el dolor de una madre es inimaginable así que entiendo por lo que esta pasando mi esposa. Luego que le dieran de alta en la clínica decidimos quedarnos en Los Ángeles unos días más para que ella pudiera descansar. Pero desde entonces sólo llora y se encierra todo el día, excepto en las mañanas que sale a ver el amanecer en la terraza que hay fuera de nuestra habitación. - ¿Qué debo hacer? – pregunto a Alicia que se encuentra tras de mi. - Amarla – responde una mano sobre mi hombro