Se me hizo extraño su presencia aquí, pero más lo nervioso que se encontraba ante la presencia de Marla, incluso intentaba mantener la distancia con ella, era casi como si le tuviera terror. En contraparte, Marla lucía muy tranquila y radiante, no parecía conocerlo, así como tampoco cambió su actitud.
—Carlos, ¿qué ocurre?
—¿Te importa si hablamos? Solo serán unos minutos.
—Ahora estoy muy ocupado como puedes ver, será otro día.
—Es importante —pasaba su vista de mí a Marla, parecía un perro con el rabo entre las patas esperando que un lobo lo destrozara, o en este caso, una loba.
—Ya te dije que…
—Adelante —intervino ella—, yo debo atender a mis clientes cuanto antes —dejó un beso en mi mejilla y presionó mi mano.
No sé si lo último era para que me tranquilizara o porque quería decirme otra cosa, pero me fui con la primera opción sacando fuerzas de donde no las tenía, así que me senté a esperarla junto a mi cerveza mientras ella desaparecía entre la multitud con sus invitados, pero ni eso fue suficiente para que Carlos entendiera la indirecta.
—¿Y bien? Te escucho, y mejor termina antes de que ella vuelva porque no gastaré tiempo extra por ti.
Son increíbles los hechizos de Marla, siempre me dejan con una fortaleza que me llega a sorprender.
—Andrés, debes alejarte de esa mujer.
Empezamos fatal…
—¿Y se puede saber por qué debería hacerte caso?
—Esa mujer no es lo que crees, no sé qué mentiras te habrá dicho, pero te aseguro que lo mejor para ti es que te alejes de ella.
—Eso no me dice nada y para mentirosos te tengo a ti, pero por suerte te saqué de mi vida, al menos de la privada —quizás copiar un poco la actitud del francés no me caiga mal ahora.
—No lo entiendes —se sentó a mi lado aferrándose de mi hombro y despertando con ello el mayor desagrado de mi parte.
—No, la verdad no entiendo —giré mi hombro quitando su mano—, no sé qué haces aquí, no sé por qué me estás hablando ni mucho menos entiendo por qué hablas así de Marla cuando ni siquiera sabes lo que pasa entre nosotros.
—Maldición, ¿nosotros? ¡¿Tienes algo con ella?! —exclamó asustado.
—Y si así fuera ¿qué te importa? ¿Acaso piensas cogértela también como hiciste con mi ex? —el resentimiento y la ira surgieron como un géiser anhelando destrozarlo.
En verdad odiaba que tuviera el descaro de hablarme de esa forma y más tratándose de Marla después de todo el daño que me hizo.
—Andrés, hermano, sé que estás enojado por eso y tienes toda la razón, pero escúchame, no pretendo quitártela o algo parecido, solo quiero que estés bien y lo mejor es que te alejes de ella.
—¿Sabes qué? Mejor vete, Carlos, de tu boca no sale nada bueno y menos para mi vida, es mi problema con quién me relaciono y con quién no y a quién no deseo en mi círculo de amistades es a ti.
—¡Por favor, escúchame, no es una broma lo que digo! —se le notaba desesperado y más nervioso que antes.
—Retírate que quiero estar con ella y hasta ahora no me has dado una sola razón válida para sacarla de mi vida, así que abstente de hablar más de ella frente a mí.
—Andrés —tomó de mi brazo deteniendo al querer retirarme—. Esa mujer es peligrosa, incluso la gente de la que se rodea lo es, por eso te digo que no deberías estar con ella.
—Por muy buen actor que seas, no te creo una sola palabra —me zafé alejándome lo más rápido posible, pero fui alcanzado por él en las escaleras tironeándome de la campera—. ¡No vuelvas a hacer eso!
—¡Entonces escúchame! —gritó desesperado y se acercó a mi oído tras revisar a su alrededor—. Ella es una criminal y una asesina.
—Maldita sea, ¿de verdad?
—¡Sí lo es, créeme!
—No, ¿de verdad piensas que soy tan imbécil para creer algo tan absurdo?
—Andrés, ella…
—¡Suficiente! Si esto lo haces porque Catalina no está contigo y ahora no me puedes ver feliz con otra persona porque tú no lo eres, ese es tu problema, pero no quiero que vuelvas a meterte en mi vida porque de ti solo saco traiciones y mentiras y no quiero ser de nuevo el idiota buena gente al que lastiman.
—Andrés…
—¡Y! —exclamé silenciándolo—, si te vuelves a acercar a mí para decirme otra idiotez como esa de Marla o lo que sea, tendrás que arreglártelas conmigo de la peor forma, así que aléjate de nosotros.
No soporté un minuto más y decidí salir del local buscando a Marla por todas partes encontrándola a la distancia hablando con alguien que estaba en una lujosa camioneta blindada, quizás sean de sus clientes, así que me quedé en la puerta esperándola, no quería encontrarme de nuevo con Carlos y si se presentaba otra discusión lo más seguro sería que lo terminara golpeando, pero por muchas ganas que tenga de hacerlo, debo mantenerme a la altura de la situación, no me rebajaré de esa forma por alguien como él.
Para mi suerte, Marla no tardó mucho y se acercó feliz, aunque pronto su sonrisa disminuyó al ver detrás de mí y giré encontrando a Carlos, así que me adelanté a ella queriendo evitarlo.
—¿Estás bien?
—Sí, ¿te importa si vamos a otro lugar?
—Para nada, igual iba a sugerirte que fuéramos a otro sitio más tranquilo, se te notaba tenso con él.
—Sí, llévame a donde quieras, pero salgamos cuanto antes de aquí.
—No me digas eso o te llevaré a la luna.
—Al sol si quieres con tal de irnos —detuvo un taxi y partimos a un lugar del que no había escuchado antes.
—¿Tan mal te fue?
—Peor de lo que creí, pero ya me siento mejor.
—Entonces aguarda un poco más, cuando lleguemos podrás soltarlo todo, confía en mí —enlazó nuestros dedos y tiré mi cabeza hacia atrás detallando su rostro.
—Que esté aquí significa que confío en ti, Marla, solo te pido que no hagas lo mismo que él y Catalina, no me traiciones, no podría soportarlo.
—¿Siempre depositas mucha confianza en los desconocidos?
—No, pero tú eres diferente.
—Soy un ser humano como cualquier otro y también me equivoco.
—No para mí, tú eres una hechicera —negó divertida con su cabeza y acarició mi mejilla dándome un cautivador beso, fue casto, corto, pero fue suficiente para que al alejarnos quisiera besarla otra vez.
—Llegamos —informó el taxista.
¿¡Por qué siempre tiene que haber alguien que me saque de su hechizo!?
El lugar tenía música ambiental de jazz y blues, se sentía privado gracias a su decoración y la tenue iluminación, pero ella, más que el lugar, era quien regalaba la verdadera tranquilidad. Me fue curioso cuando un camarero de avanzada edad la saludó con confianza ofreciéndole la mesa y bebida de siempre siendo anexada mi cerveza, así como también fue curioso que ella siguiera tomada de mi mano aun cuando trajeron nuestra orden, momento en el que seguí perdido en sus ojos y besé el dorso con cariño.
—Gracias, me encanta el lugar.
—Un placer. Este es uno de mis lugares favoritos en la ciudad, aquí suelo reunirme con los clientes de mayor antigüedad o con colegas de mayor confianza.
—¿Y yo en qué categoría encajo? Porque imagino que debe haber una tercera al no ser tu cliente.
—Un pasajero particular en mi vida —mi corazón retumbó como nunca antes haciéndome pensar que quizás sí estoy enamorado de ella—. Ahora que estamos aquí, puedes contarme lo ocurrido.
—No quiero arruinarlo con tonterías.
—Tu vida no es una tontería y si quieres hablarlo te escucharé, de lo contrario podemos disfrutar del lugar.
—¿Y hasta qué hora te tengo disponible, Cenicienta? —amaba cada vez que sus pómulos se levantaban reflejando sus grandes y brillantes dientes, era tan sincero ese gesto que me es imposible olvidarlo.
—Tendrás dos horas esta vez. Debo ir a una reunión, dormir lo que pueda y levantarme muy temprano.
—¿Reunión a las dos de la madrugada?
—Tres, tengo cita en Emiratos Árabes.
—¿Emiratos Árabes? ¿A qué te dedicas, Marla LaVorgna? ¿Acaso eres la contadora de los millonarios? —pregunté en broma jugueteando con sus dedos.
—Algo así. No soy contadora, pero sí me dedico a trabajar con gente poderosa, básicamente me hago cargo de su entretenimiento y soy el punto neutro en las reuniones, en especial cuando se trata de conciliaciones.
—Suenas como a gerente de casinos y abogada.
—No, solo brindo un espacio neutro y seguro en las negociaciones, a veces hay personas que vienen con segundas intenciones y la contraparte acude a mí para darles la oportunidad de negociar, si no resuelven nada, entonces se van y lo arreglan de la forma que mejor les plazca.
—Interesante. ¿No has pensado trabajar para el gobierno? Les serviría muchísimo alguien como tú.
—No me interesa, pero también he ayudado a unos cuantos —o me sorprendo de su trabajo o me enamoro de sus maquiavélicos gestos que destellan deseo, pero no creo poder con ambos.
Aunque sé que pude aprovechar esas dos horas invitándola a un encuentro más íntimo, la verdad quise conocer a esta Marla, la misma que me habló de su familia en la cafetería, pero sentí que lo mejor era contarle mi historia completa con Carlos y Catalina, aunque esto desvió un poco la conversación al contarle algunas anécdotas con mi familia que nos hizo reír, a veces pensaba que se sentiría mal por la suya, pero ella me alentaba a hablar más hasta que el tiempo se nos acabó.
—Ojalá no tuvieras la reunión —dije triste al salir del bar.
—Descuida, nos encontraremos otra vez.
—Eso me recuerda —saqué de mi billetera una tarjeta—, es mi número por si, ya sabes, quieres hablar o quedar algún día a tomarnos algo, estoy disponible para un café a las tres de la madrugada.
—Gracias, pero no —me la devolvió dejándome confundido—¸ lo que me gusta de esto es que es inesperado, hoy fue planeado porque sabía en dónde estarías, pero encontrarnos de casualidad lo hace más interesante.
—También me gusta el misterio que hay detrás de ti, pero no quisiera que perdiéramos contacto y si no quieres darme tu número está bien, pero guarda el mío —se la devolví envolviendo su mano entre las mías—, quizás algún día necesites un músico que alegre tus madrugadas y te arrepientas de no haber tenido el número.
—Esa es una buena frase para ligar.
—¿De verdad? Y… ¿funcionó?
—No, pero puedes usarla a futuro, aunque te daré un incentivo.
Quien haya dicho que las manos de una mujer no sirvan para cazar, es un mentiroso, porque entre las suyas me atrapó dándome la vida y energía en un magnífico beso mientras mis manos se atrevieron un poco más rodeando su cintura.
—Descansa, músico, no te metas en problemas.
—Esos ya pasaron y estoy bien gracias a ti, ahora iré a casa a soñar contigo.
Una caricia, un beso y una última mirada fue lo que me dejó antes de partir siendo de nuevo un afortunado en la ruleta rusa que está dominando esta parte de mi vida.