9. ROBO AGRAVADO

1154 Words
El nauseabundo olor se coló por mis fosas nasales, el terror me invadió sin darme tregua a reaccionar rápidamente pues tenía los ojos puestos en todas partes intentando buscar una salida y para colmo de males, no podía regresar por donde vine a raíz de la altura y que no había por dónde escalar o unas escaleras para tomar. ¿Por qué de todas las ollas de consumo debía terminar justo en la de San Cristóbal? Si tan solo esa fastidiosa no hubiese aparecido en el edificio, nada de esto estaría pasando. —Bonitos zapatos —dijo un anciano que estaba arrastrándose a mis pies en lo que yo intentaba retroceder. El pánico se apoderaba de mí, las posibles salidas me resultaban imposibles, pero algo debía hacer y lo único que se me ocurrió fue correr como si no hubiese un mañana, y de seguir ahí seguro no lo tendría. Muchos adictos intentaron acorralarme, pero los empujé como pude, casi me sentía un personaje de acción, pero el miedo que me recorría y el peligro al que me enfrentaba eran genuinos. No sé qué tanto habré corrido, no estaba muy seguro de a dónde ir considerando que las calles no estaban señaladas y era la primera vez que entraba a este averno que me parecía más un laberinto de perdición, aquel donde las desdichadas almas terminaban cuando la esperanza se acababa y solo quedaba esto… el basurero de los corazones rotos… —Ese sería un excelente título… —detuve mis pasos pensando en esa extraña idea y giré dándole un vistazo al lugar—. No, pésimo título, pero buen contenido… —contradije al detallar la pocilga frente a mí. —¡LOS SAPOS! Como siempre, un grito me sacó de mi ensoñación recordándome que estaba en un pésimo lugar y emprendí de nuevo mi huida con más personas a mi alrededor, la razón volvió a fallarme entre el escándalo y la turba de gente, esto parecía una estampida y yo el único sin saber a dónde ir, con mi guitarra en la espalda y el miedo a flor de piel. Al encontrar un callejón me metí por este esperando llegar a uno de los edificios más altos de la ciudad, mismo que me ayudó a ubicarme, pero antes de que pudiese salir a la avenida, varias manos tiraron con fuerza de mis prendas arrojándome al suelo. —¿A dónde con tanta prisa, mariachi? ¿Qué hice para merecer esto? Seis sujetos me rodearon, dos de ellos vigilaron cada lado del callejón y los otros revisaron mis bolsillos, entre tirones me quitaron la guitarra, mi billetera, el celular, todo lo que llevaba conmigo y después comenzaron a patearme hasta que un tiro los detuvo. Todo pasó tan rápido que no pude ver quiénes eran los malhechores, menos al ser consumido por el dolor de la golpiza, pero sí pude notar unas siluetas a lo lejos. De pronto el grito de dos policías los hizo reaccionar y corrieron por la avenida tomando el sur en lo que yo intentaba levantarme hasta ser auxiliado por uno de los dos oficiales. —Vamos, te llevaré al hospital —dijo el uniformado. —No, necesito mi guitarra, ellos se la llevaron, es importante —para él no era nada, pero para mí esa guitarra lo era todo—. Por favor —supliqué dolorido. —Entonces quédese en la avenida, aquí es peligroso. —No se preocupe, solo vaya con su compañero y recuperen mi guitarra. —A dos cuadras de aquí hay una patrulla, explíqueles lo ocurrido, ellos lo auxiliarán. —Gracias, oficial. Me pesaba el cuerpo y estaba demasiado agotado y dolorido para dar un paso más, así que quedé apoyado contra la pared al no querer tocar de nuevo el suelo durante esos minutos en los que mis lágrimas no corrieron por la tristeza, sino por la impotencia y la rabia de lo ocurrido. No soportaba que estas desgracias me estuvieran ocurriendo, no podía dar con una explicación razonable… ¿Será que no visito lo suficiente a mis padres, debo ayudarle más a mi hermana con mi sobrina o insulté a quien no debía sin saber para terminar con semejante castigo? —¡Maldición! —golpeé la pared con un fuerte puño mientras seguía derrumbándome. —Con lágrimas no resuelves nada —e-esa… No, imposible… Me volteé, y cual fantasiosa película, un rayo de luz iluminó aquella figura que estaba a dos metros de mí enfundada en un hermoso y muy elegante enterizo n***o con un blazer rojo que resaltaba su piel, e igual que esa noche, su sombrero de ala ancha con labial carmesí la adornaban con finura. —Marla… ¿C-Cómo…? ¿Q-Qué haces aquí? —ladeó una sexy sonrisa que despedía peligro a medida que se acercaba con la cabeza hacia lo alto y una mirada gatuna que devoraba al mundo. —Mas importante, señor músico, ¿qué hace un buen chico como tú en un callejón de mala muerte? Porque este lugar no es para ti. —Y-Yo… bueno… y-yo… —perfecto, ahora mi lengua me quería traicionar dejándome como un idiota frente a la hechicera quien rio por lo bajo. —Me parece que esto es tuyo —me entregó el estuche de la guitarra—. No está partida, pero sí se dañó una cuerda, igual creo que recordarás cómo ponerla. —G-Gracias… muchas gracias, no imaginas lo que significa para mí… Yo… no sé cómo pagarte. —Yo sí. Sus tacones resonaron como si estuvieran en mis oídos, su mano aprisionó mi rostro sin lastimarme aun cuando podía sentir sus uñas en mi piel y entonces, el peligroso veneno de su labial fue repartido en mi cuerpo a través de un beso que generó una implosión en mí y a su vez desprendió mil agujas en cada poro dejándome atónito, mas ella, al igual que yo, no cerró sus ojos, estaba atenta a cualquier movimiento, pero yo era una estatua que no hablaba, no parpadeaba, no se movía y creo que tampoco respiraba. —Ahora estarás mejor. En automático, ella me llevó de la mano hasta la avenida donde detuvo un taxi, dijo algo al conductor y me regaló otra sonrisa que me dejó en otra galaxia. —Mucho cuidado, la próxima vez quizás no cuentes con tanta suerte —se inclinó transformando el oxígeno en su perfume— y no querrás acabar con tu carrera cuando apenas estás comenzando, ¿o sí? —negué como un idiota, ella sonrió, me adentró en el auto, acomodó la guitarra en mis piernas y acarició el lado de mi rostro que tenía lastimado. —Marla, yo… —siseó colocando su índice en mis labios y dejó otro besó que me nubló por completo. —Adiós, músico. Hoy me robaron todo lo que tenía conmigo, pero ella… ella me robó una parte de mi ser con su boca de fuego.
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