Calmar a Lucila fue todo un desafío, dado que estaba demasiado alterada, aterrorizada en mis brazos y llorando a todo pulmón. Jack, con mucha paciencia le había intentado explicar que la abuela era una persona con graves problemas de personalidad y que por lo tanto, aquella faceta solo era un arrebato de la mujer que tarde que temprano se le pasaría. Le había suplicado que no tomase en serio sus palabras, y solo fuese la niña alegre de siempre, porque de lo contrario él se sentiría muy decaído, lo cual hizo sonreír a la pequeña de inmediato, lanzándose a su regazo a recibir mimos de su parte. —Te quiero, papi — susurró más calmada. Al otro lado de la estancia, sentados muy juntos en el sofá; un enfadado Cody le curaba las heridas en el rostro a Victoria en total silencio, la rubia s