Capítulo 3; Remordimiento de conciencia.

1226 Words
Un restaurante, Cristian está en un restaurante y no en cualquiera, sino uno elegante. Desde aquí puedo ver a un hombre y a una mujer no muy jóvenes junto a él. Los tres hablan animadamente pero la mujer se ve más feliz que el hombre, ¿Serán sus padres? No conozco a su familia, ni siquiera sé si tiene a alguien. Nunca le pregunté o me sentí interesada en saber más allá de lo que él me contó. Entonces caigo en cuenta que no conozco nada de él y que Jhonny tiene razón. Estoy siendo muy injusta con Cristian. Tomo el teléfono y marco el número de Jhonny. —Dime que no mataste a Cristian. –me pide y yo casi quiero sonreír. —Descuida, sigue respirando. —¿Dónde estás, rusa? —Frente al restaurante Il diamante, Cristian está comiendo con una pareja un poco mayor. Supongo que son sus padres, ¿No? —Si cariño, seguro eso es. ¿Vienes ya? Lian es impaciente. —Voy para allá, no tardo. Cuelgo la llamada y una punzada de dolor atraviesa mi pecho al ver la escena, podría ir y hacer lo que se supone que debería, pero realmente no tengo el derecho. Cristian no es feliz conmigo y merece ser feliz con alguien más. Bajo del auto y entro al restaurante, camino hasta la mesa en dónde se encuentran Cristian, la pareja de señores y una bella mujer a su lado a quien le coloca un anillo y la besa con ternura. —Hola, lamento interrumpir un momento tan íntimo. –me disculpo y veo a Cristian palidecer. —¿En qué podemos ayudarte? –cuestiona ella con educación. —Solo venía a... ¿A qué? ¿ A matar al que se supone que es mi pareja? Ese que me restregó en la cara que no había nadie, que lo estaba juzgando mal. ¿Viene a reclamarle? ¿O solo a que supiera que yo lo sé? —Khatia es mi jefa. –murmura Cristian con una mirada esperanzada. —Es un placer conocerla señorita Markova, Cristian habla mucho de usted y los negocios que ha hecho a su lado y sus empresas. Ha sido tan generosa en cubrir los gastos de la boda. –parlotea la mujer mayor que está sentada ahí. Yo siento la rabia abrazar mi cuerpo pero me contengo. —No podía hacer menos por Cristian, ha estado trabajando conmigo mucho tiempo y supongo que ahora que tomará su camino fuera de mis empresas es lo más humano que puedo hacer por él. –digo y veo a Cristian con cara de pánico–, no los molesto mas, felicidades a ambos y buena suerte, Cristian. Camino fuera del restaurante alejando esas ganas de reventarle el arma que llevo en el pantalón a ese imbécil. Entiendo que no sea feliz conmigo pero debió hablar honestamente. ¿Qué hubiera pasado si no me cuido de un embarazo? No puedo ni imaginarme. Me giran bruscamente y yo saco la pistola que siempre llevo. Cristian levanta las manos. —Hablemos Khatia. –me pide. —¿Sabes que es lo que más me molesta? Ni siquiera es que tengas a alguien más, Cristian. Es el hecho de que no fuiste honesto conmigo, pudiste solo decir la verdad, dejarme y ya, ¿pero mentirme? Sobre todo decir que no eras como yo cuando jamás en lo que llevamos juntos te he engañado. —Guarda el arma por favor, linda. –me pide y mi rabia aumenta. —No, no me llames así, sabes, nada me hubiese costado matarte delante de toda esa gente por tu traición, pero algo dentro de mi sabía que era mejor así porque merecías ser feliz con alguien más, honestamente sé que conmigo no lo serías nunca. —¡Por qué nunca te diste la oportunidad de ser feliz conmigo! —¿Y por eso me engañaste? Yo jamás fui deshonesta contigo, sabías lo que ocurría, ¿y sabes qué es lo peor? Que incluso te molestó que estuviera cuidándome de un embarazo. ¿Qué hubiese pasado si no lo hago? ¿Ibas a dejarla o seguirías jugando con ambas mientras cargaba un hijo tuyo en mi vientre? –cuestiono más dolida que molesta. —No Khatia, yo... —Me alegro que hayas decidido casarte con ella, –lo interrumpo–, realmente espero que sean felices Cristian y que tengas suerte. Solo te voy a pedir que no me busques más. Te haré llegar el dinero que te corresponde, pero no quiero que vuelvas a trabajar a mi lado. –sentencio antes de subirme al coche. **** —¿Por qué estás tan callada? –cuestiona Jhonny sin despegar su mirada del periódico. —No quiero hablar. Quiero dormir. —¿Dormir? Vaya que está pasando algo grave aquí. Apenas duermes un par de horas y ahora quieres dormir. —Cristian renunció. –confieso y su sonrisa gatuna se asoma con anticipación. —¿Lo enfrentaste? —Por primera vez en tu vida Jhonny, esto es secreto, uno entre tú y yo. De lo contrario te meteré una bala entre ceja y ceja por bocón. –amenazo y lo veo tragar con dificultad. —¿Así de grave es? —Solo estoy cansada de que quieran saber todo lo que ocurre y a mí me dejen como estúpida con la duda de todo. —Perdóname Khatia, a veces olvido que fuiste tú quien más creció durante este tiempo, todavía trato de protegerte y ambos sabemos que el italiano aún te duele. —Cristian sí tenía a otra. –suelto de pronto y sus ojos se abre con tanta sorpresa que sus pestañas rizadas tocan sus párpados. —¿Estás jodiendome Markova? —No, de hecho fui testigo de una pedida de matrimonio Jhonny. Cristian va a casarse con ella, incluso me presentó como su jefa cuando me le paré enfrente. —¡Que hijo de perra! ¿Dónde está su cuerpo? ¿Quién se está encargando de limpiar la evidencia? Casi quiero reír por sus preguntas cuando horas atrás estaba aliviado de que no lo hubiese matado. —Nadie, solo le pedí que no volviera y que tuviera suerte. –confieso bebiendo el último trago de vodka. —¿Lo perdonaste? No puedo creerlo. —Lo hice por ti. –murmuro y sus ojos se fijan en mi con preocupación. —¿Por mi? ¿Es por lo que te dije? Khatia por amor al cielo no debiste de... —Siempre tuviste razón, él no iba a ser feliz conmigo ni yo con él, así que supongo que es por agradecimiento que perdoné su traición. Ahora enfócate en esta reunión, y pobre de ti si riegas el chisme, nadie más sabe sobre esto. –sentencio antes de perderme por el pasillo del jet. No sé si cometí un error al no castigar a Cristian, estoy algo dividida con mi decisión pero también el remordimiento de conciencia me gana esta vez. Nunca iba a amarlo como amo a ese estúpido italiano, después de Marco Bianchi ya nada es igual, ni siquiera en mi. Enciendo la pantalla de mi teléfono y veo la última foto que mi rastreador me envió. ¿Flores en sus manos? Ella debe ser feliz y afortunada de tenerlo, yo solo me voy a conformar con haberlo tenido.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD