-No vamos a hacer nada que no vaya a gustarte – dijo uno de los hombres de forma grotesca. Georgia estaba temblando del susto, sus manos estaban frías del terror y su cabeza dolía como los mil demonios, no sabía cómo diablos iba a salir de esa situación, solo entendía que no podría permitir que le hicieran daño, el problema era que, ese era un rompecabeza al que ella no terminaba de encontrarle sentido todavía, sobre todo por el alcohol que aún estaba en su organismo. Definitivamente haber salido ebria no fue la mejor de las ideas, ni tratándose de aquel vecindario ni de ningún otro. Justo cuando uno de los hombres sonrío y se acercó a ella de forma amenazadora, dispuesto a agarrarla, Georgia escuchó el sonido de un auto al parquear, pero ella no se sentía capaz de abrir los ojos, de a

