Los rostros de su familia permanecieron neutros. Su padre por dentro explotaba, ver a su pequeña amarrarse a alguien que no amaba. —Hija, ¿podemos hablar en privado? — preguntó su padre con rostro apacible. —Claro papá, vamos a tu oficina. Leandro caminó hasta su hija y la apartó de Andrés, este sonrió de lado ante la acción de aquel temido hombre, la abrazó por los hombros y la atrajo a su regazo. —Vamos linda —dijo caminando hacia el despacho. —Ya regreso, espérame —le dijo a Andrew. Este sonrió con malicia y asintió. —Aquí esperaré por ti, muñeca. Leandro soltó un gruñido de padre celoso. Llegaron al despacho, se sentaron en un sofá. Leandro tomó las manos de su pequeña entre las suyas y la miró a los ojos con amor. —¿Estás segura, hija? Sabes que sino quieres estaría