Mafia y Traición

SafeCreative Esta obra tiene todos los Derechos reservados por leyes de Copyright Registro – 2104227588339 Suspiró, cuando sus pies tocaron el suelo de la entrada a su casa, después de cinco años de estar ausente, volvería a vivir con su padre, hubiese deseado quedarse en Tailandia, con sus abuelos maternos, pero solo tenía quince años, una semana atrás había perdido a su madre, se lamentaba profundamente, porque ella era su cómplice en sus aventuras, hubiese deseado acompañarla ese día mortal, pero ella había decidido enviarlo en otro auto, como si adivinase lo que ocurriría. Sin opción alguna de poder elegir el lugar donde deseaba vivir llegó a Italia  desde Tailandia, un largo viaje que lo llevaría a reunirse con su padre, a quien no había visto ni siquiera en fotos durante los últimos cinco años. Tomó las cintas de su mochila con fuerza, cuando las puertas se abrieron, subió los tres escalones que lo separaban y entró a la casa que a partir de ahora sería suya. Su  padre esperaba por él, sentado en la sala a su lado estaba otra persona imagino que era algún socio u otro escolta de los muchos que había podido observar en las afueras de la Finca. Su padre sonrío, él pudo notar los cambios que los años habían obrado en él, algunas arrugas fueron notorias al sonreír, su acompañante por otro lado era todo lo opuesto a su padre, sus facciones eran jóvenes, estaba seguro que no era mayor de veinticinco o treinta años, su cabello negro azabache, el traje de corte italiano perfectamente acentuaba su cuerpo por demás fornido y trabajado, tenía la pinta de ser un socio y no un empleado —Padre —el chico saludo logrando la atención de los dos hombres sentados en la sala —Has llegado, ven acércate, déjame verte y presentarte a mi socio y amigo Franco Ferretti —Franco, mi hijo Bastián Mancini, el heredero absoluto de mi Imperio ¿recuerdas que te hable de él? —Un placer Bastián, tu padre me ha hablado mucho de ti —Franco acepto la copa y estiro la otra mano para saludar al hijo de su amigo —Gracias, un placer conocerte, lamento que mi padre no me hablara nada de ti, es la primera vez que lo veo desde hace cinco años —Bastián dijo sosteniendo la mano del socio de su padre aun entre sus dedos, no era que no quisiera retirar su mano era que el mayor se negaba a dejarlo ir. El amigo de su padre omitió comentario alguno sobre el rudo saludo del chico, era un niño apenas, podía deducir que su relación con su padre estaba quebrantada, lo que le parecía incorrecto o quizá terriblemente perfecto. —No juzgues a tu padre a la ligera, no sabes todo lo que ha tenido que trabajar para tener lo que ahora tiene y para que tú y tu madre estuviesen bien en Tailandia — Bastián arqueo una ceja al escuchar hablar al amigo de su padre y defenderle de tal manera, debía apreciarlo mucho para hacer tal cosa. —¿Conociste a mi madre? —Franco negó —Solo se de ella porque tu padre me comentado de ella y de ti, realmente lamento lo que sucedió Bastián, pero tienes un padre que te ama, debes aprovechar cada minuto a su lado, nunca sabes cuándo puede ser el último —Franco bebió su vino y dejo la copa silenciosamente   —Atiende a tu hijo Marcelo, te llamare apenas llegue al aeropuerto —Franco se despidió y salió de la Mansión Mancini —¿Quién es él? —Bastián preguntó a su padre apenas el susodicho había cruzado la puerta —Mi principal socio y amigo, lo conozco de hace unos meses, pero créeme Bastián que si en alguien puedo confiar es en él —Bastián vio a su padre, él no había confiado ni en su madre, ahora le decía que confiaba plenamente en aquel hombre. Él no era ciego el hombre era hermoso tanto como peligroso. —Quiero descansar padre, podría ir a mi habitación, ha sido un viaje agotador — Bastián fue a la habitación que su padre le indico, era la misma que uso antes de irse a Tailandia con su madre. Su madre, no podía creer que ya no estaría más con ella, todo había pasado muy rápido para él, un momento estaba abrazándola y a las pocas horas ella simplemente ya no estaba más, dolía, pero sabía que debía continuar, su madre había sido una mujer muy valiente y le había enseñado muchas cosas que él no olvidaría jamás. Al abrir la puerta se dio cuenta que ya no era la habitación que su madre había decorado para él, ahora era más juvenil de acuerdo a su edad, la cama con sabanas azules, no eran sus favoritas pero se abstuvo de hacer un comentario sarcástico cuando se dio cuenta que su padre estaba a su espalda. —¿Lo has cambiado todo? – Bastián preguntó aunque era obvia la respuesta —Todo está en la otra habitación Bastián, esta será tu nueva habitación pero si extrañas el toque de tu madre puedes ir a la habitación que desees —Bastián agradeció. No es que no amara a su padre pero la lejanía había marcado una clara y ancha brecha entre ellos, sobre todo porque su padre no había asistido al funeral de su madre. —¿Por qué padre? ¿Por qué no llegaste al funeral de mi madre? —Bastián expresó sus pensamientos, necesitaba saber. —No me encontraba bien hijo la noticia de la muerte de tu madre me envió al hospital, si no fuese por Franco estoy seguro que hubiese muerto en mi oficina, el llego a tiempo para llevarme al hospital, le debo la vida —Bastián comprendió entonces por qué su padre lo consideraba su amigo, aun así no dejaba de sentir el aire peligroso alrededor de Franco, quizá solo lo estaba juzgando mal, quizá debía darse la oportunidad de conocerlo mejor. Su padre dejo su habitación y él se dispuso a descansar, tendría tiempo para descubrir quién era Franco, el aire misterioso y el peligro que emanaba de él era como un imán, debía estar loco pensó para sí, Franco era el socio y amigo de su padre por lo menos era quince años mayor que él y estaba pensando en el hombre peligroso como un imán, si definitivamente debía estar loco, aun así esa noche soñó con aquel hombre y fue la primera de tantas noches alimentando una fantasía tras otra… ⧓⧓⧓ —El niño ha llegado, saben lo que tienen que hacer, a partir de ahora deben seguirlo a todas partes, no perder su rastro necesito saber todo lo que hace, las ordenes son claras, lo necesito bien y vivo— La voz del hombre se hizo escuchar en la sala, mientras los demás asentían a las órdenes.