Solo Mia

Acabamos de llegar a Nueva York después de un año en el internado. Observo a Matías Ross mi mejor amigo y compañero se travesuras junto a mí, visiblemente ansioso.   -              ¿Estas ansioso? – pregunta Matías sacándome se mis pensamientos. -              Si, un año más se preparatoria y luego directo a Harvard – respondo sonriendo mientras bajamos del avión. -              O Yale – dice él haciendo que sonriamos ya que pronto entraremos a la universidad, tomamos nuestras maletas y caminamos a la salida del aeropuerto donde nos espera el chófer de los Ross. -              Bienvenidos señor Ross, señor Coleman – dice Marcos el chófer. -              Matías – responde riendo – el señor Ross es mi padre. Nos subimos al auto y comenzamos hablar de temas banales mientras atravesamos la ciudad a la que no veníamos hace más de cinco años. Matías y yo tenemos la misma edad y hemos sido amigos desde siempre, su familia y la mía siempre han sido muy unidas. Yo soy hijo único por lo que Matías es como un hermano para mí, en cambio él tiene una hermana pequeña, nunca la he visto más que en fotos ya que siempre que voy a casa de los Ross la niña no ha estado, además de que pasamos cinco años en el internado y ella nunca fue, pero hablaba casi a diario con Matías por Skype. Él la adora con todo su ser y está muy ansioso de volver a casa para verla. Al llegar a la casa de los Ross bajamos rápidamente del auto y vemos que en la entrada nos espera Clarisa el ama de llaves y nana de los Ross. -              Bienvenidos mis niños – nos saluda con un cálido abrazo. -              Hola nana – saluda Matías -              Hola isa – saludo con el diminutivo que siempre he usado con ella, mientras entramos a la mansión. -              Los señores Ross y Coleman los esperan en el salón principal – nos dice yendo hacia allí. Cuando llegamos al salón vemos a nuestros padres hablando y ellos al vernos se ponen se pie para venir a nosotros. -              Llegaron – dice la señora Olivia Ross, una mujer realmente hermosa, de cabello castaño, ojos grises y su rostro parece de porcelana. Vienen a saludarnos y abrazarnos, nos preguntan sobre el viaje y el por qué no viajamos en uno de los jet privados de las familias. Continuamos hablamos y comiendo algunos aperitivos mientras es hora de la cena.  De repente la mirada del señor Ross se llena de ternura mientras se pone de pie. -              Buenas tardes – dice tímidamente una dulce voz así que vuelvo la mirada hacia de donde proviene y me quedo sin aire al ver a la hermosa niña que entra al salón mientras su padre va hacia ella a saludarla. Quedo hipnotizado por la belleza de aquella niña, sus ojos de un azul intenso me observan, su cabello castaño y su rostro parece de una muñeca. Es simplemente hermosa y entonces la reconozco, es Eirin Ross la hermana de diez años de Matías. -              Hermano!! – dice ella corriendo hasta Matías quien le abre los brazos encantado de recibirla. -              Princesa – dice abrazándola – cuanto has crecido – dice él observándola con una enorme sonrisa en mis labios – quiero presentarte a Dante mi mejor amigo y compañero – dice y ella se vuelve a verme con una tímida sonrisa. -              ¿Cuántos años tienes? – pregunta riendo -              Quince ¿y tú? – pregunto se vuelta -              Diez – responde sonriendo y siento una extraña sensación en mi pecho al ver esa sonrisa. -              Vayamos a cenar – dice la señora Olivia con su delicada voz. Pasamos a la mesa y nos acomodamos en nuestros lugares. Soy incapaz de apartar la mirada de Eirin. Comenzamos hablar del internado, luego mi padre y el señor Ross hablan de negocios. -              Padre – dice Matías llamando la atención de los presentes. – quiero pedirte algo -              Dime – responde el señor Ross -              Quiero estudiar el último año aquí en Nueva York antes de ir a la universidad – dice Matías nervioso. -              ¿Qué tiene de malo el internado? – pregunta el señor Ross -              Quiero estar un tiempo en casa – responde haciendo que su padre sonría. -              Por supuesto hijo – dice el señor Ross -              Yo también iba a pedir lo mismo – digo a mi padre y él asiente con la cabeza. Luego de la cena nos despedimos de los Ross y nos vamos a casa. Al llegar voy directo a mi habitación aún con los ojos de Eirin en mi mente. Durante el verano pasó la mayor parte tiempo en la mansión de los Ross, con Matías salimos de fiestas y nos reunimos con algunos conocidos, pero lo que más me gustaba es ver a Eirin, aunque fuera de lejos. Después del verano vamos a la preparatoria, donde Matías y yo nos convertimos en los más populares de la prepa, entramos al equipo de Fútbol americano de la prepa.  A pesar de estar rodeado de chicas hermosa en mi mente solo habita una pequeña niña de ojos azules la cual está prohibida para mí. Durante este año observe atentamente a Eirin, lo que le gusta, lo que no, sus manías y costumbres. Aprendí muchas cosas se ella que aun siendo tan pequeña me sorprendía de sus gustos.  Luego de la escuela ella tenía clases de gimnasia, ballet, idiomas y otras que distribuían en toda la semana. El tiempo pasa muy rápido y en menos de lo que pensamos ya ha pasado un año y es tiempo de ir a la universidad, así que Matías y yo alistamos nuestras maletas para irnos a Boston donde estudiaremos.  Espero que todo este tiempo me sirva para olvidarme de la pequeña Eirin por qué ella está prohibida para mí.