JOSHUA Aguanté hasta el lunes las ganas de hablar las cosas. Pensé que con cuatro días de por medio ya podríamos hablar del tema sin saltarnos al cuello. Decidí esperarla fuera de su facultad bajo un paraguas a pesar de la lluvia fuerte de ese día, pero no salió y sólo vi a Lisa. —¡Lisa! —la llamé, y ella levantó la cabeza antes de correr a mi paraguas—. ¿Has visto a Hannah? —Ah, ya veo que no habéis hablado —canturreó, y me enganchó el brazo—. Vamos a la residencia. —¿No está en clase? Hoy empieza las prácticas. —Está enferma, lleva un par de días con fiebre. Me molestó no estar enterado de eso. Hannah siempre me llamaba cuando se encontraba mal y a mi me gustaba, adoraba sentir que me necesitaba y que quería que yo la cuidara. A mi me gustaba cuidarla. Me parecía que aquello ya