Aiden se sienta a mi lado, tan cerca, que siento su perfume cosquillear en mi nariz. No me muevo, a pesar de que todo mi cuerpo se eriza ante su cercanía, no quiero darle motivos para creer que me afecta. Su mirada se mantiene fija en las olas del mar y me permito fantasear. Imagino el brillo de la luna reflejado en sus ojos. Sus espesas pestañas sombreando sus mejillas. Sus labios entreabiertos dejando escapar un aliento que se condensa por la temperatura que nos rodea. Sus manos fuertes entrelazadas y apoyadas en sus rodillas. Toda su imagen proyectando sensualidad y masculinidad a raudales. —Hola, Maddie —dice, devolviéndome a la realidad. Me vuelvo a mirarlo, me encuentro con su mirada y, efectivamente, sus ojos brillan con el resplandor de la luna. —Hola —respondo y me obligo a de