Padre Gael Moya.
Salgo corriendo apenas termina de decir aquello, con los pies descalzos, sólo con mi pantalón de pijama y una vieja playera que uso para dormir.
El corazón lo tengo latiendo en mi boca y mi cabeza con un dolor intenso que no sé si podré soportarlo por más tiempo. El aire llega escasamente a mis pulmones y en el estómago tengo un vacío tan grande como el agujero n***o.
Ni siquiera yo sé por qué estoy aún de pie. Mi cuerpo está frío y tembloroso y los oídos me zumban de manera agresiva mientras voy corriendo hacia el toldo donde dejé anoche a mi pequeñita.
—¡Gael! —la voz de Felipe a mis espaldas me agita aún más. —¿Dónde vas?. Allí no está.
No le respondo. No tengo suficiente tiempo para eso, además necesito cerciorarme por mis propios ojos de que no está allí en algun
