Padre Gael Moya —Hola... —con un susurro suave llama mí atención para después sentarse a mí lado en el penúltimo escalón que baja a la capilla donde estoy sentado hace casi tres horas. —Falta poco para que amanezca.¿No puedes dormir?. —Es difícil —son las dos únicas palabras que emito entre suspiros extendiendo mis piernas para darles un respiro. También suspira para luego apoyar su cabeza en mí hombro y entrelazar sus dedos entre los míos. No me resisto. Me hace falta esa energía que ella me trasmite cuando está cerca de mí. —¿Y tú? –pregunto posando mí nariz en su cabello, inhalando su aroma a miel que de alguna manera me hace sentir extasiado. —¿Después de lo mal que terminó mí fiesta? – pregunta con una sonrisa triste. —No es como imaginé que sería. Sus últimas palabras me hacen