Una pelea y un chico lindo.

2299 Words
        Lunes por la mañana, mi primer día de clases en un nuevo lugar completamente desconocido para mí. Por momentos me siento un poco pérdida, pero teniendo en cuenta que el campus de esta universidad parece una ciudad entera, no es mala señal perderse, tal vez. Luego de ir a buscar mi horario de clases necesarias estoy caminando por una de las plazas. Estoy ya muy avanzada y si no es porque mi padre conoce al rector de la universidad no me aceptarían, rompieron varias reglas solo por un favor que el señor le debía a mi padre. Es igual a esas universidades que vemos en las películas, chicas y chicos tratando de entrar a un club o fraternidad. Otras personas saludándose y contándose de sus veranos, personas riendo, otros estudiando, y algunos simplemente como yo, tratando de caminar pasando desapercibido y que nadie note su presencia. Mi primera clase de hoy es filosofía avanzada y créanme cuando les digo que no es de mis favoritas. Pero ahora en mi nueva vida mi única meta es graduarme sin vivir primero un colapso mental y sin llamar mucho la atención. La cafetería de la universidad no es fea ni desagradable, es bastante amplia, con mesas rectangulares que tienen dos, cuatro, seis y hasta diez puestos, tiene unos ventanales gigantes a su lado derecho donde se ve un jardín realmente bonito y bien cuidado, la comida se sirve estilo buffet. Las personas van de un lado a otro y las mesas están llenas, al parecer casi todas las facultades tienen la misma hora libre. Las primeras clases fueron muy interesantes, aun me cuesta el idioma, las pronunciaciones no son iguales a cuando uno estudia, menos mal mi padre siempre mantuvo su idioma muy presente en casa. Me siento en una mesa sola para poder disfrutar de mi almuerzo, tengo tanta hambre. Un rico pollo con vegetales y ensalada están por la mitad cuando veo a las mismas chicas que vi hace unos días en el edificio donde vivo. Se sientan las ambas frente a mí. —Hola—me sonríe la de ojos negros. —¿Eres de primer año? — pregunta la rubia, creo que es América. —Qué sorpresa que estudies aquí—habla de nuevo la pelinegra. —No. —les sonrío a pesar de que lo único que quiero es estar sola y comer—Soy de último año. —¿Cómo? —las dos quedan atónitas. —Muy raro que alguien sea aceptado en años superiores—dice la que creo se llama Aria. —Tengo contactos—me encojo de hombros. —Chica interesante—las tres reímos. —Nosotras también somos de último año— habla la más delgada—Aria en finanzas y yo en ciencias de la comunicación. —Yo también soy de ciencias de la comunicación— comento. —No te vi en las clases. —sigue hablando la rubia. Yo me encojo nuevamente de hombros. —¿De dónde son? — mi curiosidad habla. Las dos tienen el mismo acento, pero sé que no es el de Carolina del Norte, mi padre a pesar de llevar muchos años fuera aun conserva su acento. —De Luisiana—esta vez me contesta Aria—Nueva Orleans. —¿Tú de dónde eres? —pregunta América—tu acento no lo he escuchado, y eso que he viajado bastante—su sonrisa es bastante radiante. —De Venezuela. —Extranjera —hablan a coro. Me hace sonreír su coordinación. —Mi padre es de acá, mi madre es de allá. —Ya vengo chicas—se levanta Aria—me llaman, que disfrutes de tu primer día ¿Vienes América? —dice caminando a otra mesa apenas la rubia niega con la cabeza. Ahora que la detallo mejor, Aria es una chica muy linda. A pesar de la sociedad en la que vivimos, donde se juzgan a las personas por ser con “un poco más de peso” (pensamiento que odio y le tengo repugnancia) esta chica camina con bastante seguridad. —La espera su novio—habla la rubia. —¿Ah? —Nosotras siempre hemos sido de esas chicas populares. Aria tiene un novio de toda la vida, Brian—me mira para contarme—Cumplieron su sueño de ser aceptados en la misma universidad—sigo su mirada que está en la mesa donde está Aria con tres chicos y dos chicas. »—Ellos son Brian, Thiago y Alan, todos nosotros somos de la misma escuela en Nueva Orleans—América toma mi atención—Ellos siempre han sido los chicos guapos y populares. Alan es mi mejor amigo en el mundo, igual que Aria. ¿Sabes el milagro que es ser aceptados todos en la misma universidad y fuera del estado? Es casi imposible, y nosotros lo logramos. La sonrisa de América se ensancha, como si lo que me cuenta de verdad le pusiera muy feliz y estuviese orgullosa de eso. Los tres son realmente guapos. Un moreno alto corpulento de ojos claros, una ligera barba y una sonrisa increíble. El otro chico es tatuado de tez blanca un poco más delgado, pero tiene una presencia imponente, parece de esos chicos que deberías de estar drogado para meterte con él. Y el otro rubio no distingo bien su color de ojos, pero tiene unos rasgos europeos, bastante corpulento, más que el moreno y también tiene algunos tatuajes, me imagino que es Brian ya que es quien abraza a Aria con mucho cariño. —¿Y tú? —mi curiosidad vuelve hablar—¿Por qué no estas con ellos? —Porqué tengo pereza de caminar hasta allá—me causa risa su respuesta tan casual— Además están Cristina y esa otra chica que me caen mal—habla con cara de asco— no las soporto—carcajeo.                    ********** La primera semana ha sido agotadora, acostumbrarme a todo y manejar el idioma era más sencillo en mi mente. Por otra parte, Aria y América se han acercado mucho a mí, son unas chicas divertidas me rio demasiado con ellas y me hacen olvidar a Valeria y Matías, hacen que me distraiga de la razón por la cual estoy aquí. No quiero confiar mucho en ellas, no quiero que me suceda lo mismo, ellas aún no saben quién soy, no saben la razón por la cual estoy aquí y tampoco tengo muchos ánimos de decirles. Mientras preparo mi cena y escucho música miro a el mesón donde descansa la tarjeta de una psicóloga, estos días sola me he dado cuenta que si quiero terminar de superar esto debo tomar terapia, Matías me hizo tantas cosas horribles que mis nervios son peores al estar sola. El timbre suena dos veces seguidas, esta última semana no se siente tan raro escucharlo sé perfectamente quienes son. —Hola—sonríe América apenas abro la puerta. Esta chica es demasiado enérgica. —¿Qué harás hoy? — pregunta Aria. —Dormir—contesto con obviedad. —Nada de eso—dice Aria—Vístete que nos vamos. —¿A dónde? —pregunto siendo arrastrada a mi habitación. Tengo sueño y estoy cansada, tengo mi pijama puesta y mi mamá siempre dice que salir así de casa no es bueno. —A una pelea. —¿Cómo? —pregunto parándome en seco. —Como escuchaste—dice América—una pelea. Dos horas más tarde estamos en un lugar prácticamente abandonado, parece un almacén de película de terror, pero se ve así solo por fuera, porque por dentro parece el mismísimo bar, aunque con un ring de pelea en todo el medio. Me aferro a América, no es primera vez que estoy rodeada de este ambiente, pero si tan lejos de casa y con personas completamente desconocidas. —Relájate, Bella, aquí está prácticamente toda la universidad. Luego de dar un vistazo al lugar me doy cuenta que tiene toda la razón, hay muchos rostros que he visto en esta primera semana. —¿Qué es esto? — pregunto por encima del bullicio. —Son peleas clandestinas que se hacen desde hace años en las universidades del condado, aquí hacen apuestas y el chico que gana se lleva el 70% de las ganancias de toda la noche. Esto hace que sean muy conocidos por las otras universidades. Hoy pelea Alan, uno de nuestros mejores amigos, él es increíble, lo hace desde el primer año y son muy poca las veces que ha perdido. —me contesta Aria mientras nos abrimos camino entre la gente —Interesante, pensé que esto solo salía en esas películas americanas que veía con mis hermanas. Las chicas carcajean, pero antes de decir algo son interrumpidas. —Hola, chicas—aparece el moreno alto del otro día. —Hola—Aria le da un pequeño beso a Brian en la boca. —Chicos ella es Bella—me presenta América—la chica extranjera de la cual le hablamos en estos días. —Buenas noches—les sonrío a ambos. Me percato que América se siente un poco incómoda. —¿Pasa algo? —le pregunto. —Sí, bueno... No. —duda un poco hasta que me aparta un poco del grupo. —Es Thiago. —¿Qué sucede? —pregunto muy curiosa. —Él es... Es el chico que me gusta. —¿Cómo así? —miro al moreno distraído hablando con Brian y Aria. —Es una historia muy larga, todo comenzó en la escuela, él realmente me gusta y muchísimo, desde hace varios años. A veces siento que yo igual, cómo hay veces que no lo entiendo, de verdad no comprendo mucho, él ha pasado por algunas cosas que tal vez lo hagan sentir miedo, o eso me dice Aria. —¿Y él sabe que te gusta? —pregunto curiosa. El hecho que esta chica me cuente algo así me causa un pinchazo en el pecho ¿Será que de verdad me tienen confianza? —No. —me mira a los ojos con tristeza. Nuestra conversación es interrumpida por una bocina. Se hace un círculo alrededor del ring de boxeo. Aria, Thiago, Brian, América y yo estamos por decir en “primera fila”, hay muchísima gente. El chico de la bocina empieza a presentar a las personas que se enfrentan. Uno es un chico muy alto y flaco, quien presenta como "Goofi" no lo conozco, supongo que es de otro instituto. Mientras que del otro lado sale un joven blanco de cabello negro, a quien presentan como "La Bestia" tiene algunos tatuajes en su brazo y torso, me percato que tiene un tatuaje igual al mío que dice "familia". Mi mano va por instinto a la parte de mi brazo donde lo tengo. El pelinegro busca a sus amigos entre la gente y cuando los consigue me mira directo a los ojos, su mirada es intensa, me doy cuenta que los tiene de un gris muy llamativo, percibo una muy pequeña sonrisa de su parte, pero se desvía cuando empieza la pelea. Es algo que no me gusta ni un poco, nunca me ha gustado ver a dos personas agredirse así, el desconocido quiere golpear al tatuado en el rostro, pero este lo esquiva y le lanza un derechazo como si fuese pez bajo el agua, logrando que el chico quede en el piso salpicando a algunas personas de su sangre, entre ellas a mí. Mi mente viaja a ese día. “Estoy sentada en un charco de sangre y duele, es un dolor desgarrador. Estoy muy confundida, aturdida, desorientada y la desesperación corre por mi sistema, no creo poder aguantar más de lo débil que me siento.” Despierto de mi trance cuando escucho mi nombre a un lado, al ver mi camisa y pantalón lleno de sangre me invade una rabia absurda pero potente, mi pecho se comprime y tengo la necesidad de tomar aire. Salgo de ahí, trato de hacerme espacio entre la gente, no sé dónde estoy ni como llegaría a la residencia, pero eso no me gusta, lo odio, odio la violencia, odio la sangre, odio que vean como diversión dos personas golpeándose. —Bella—me llaman Aria y América. No me detengo hasta que no estoy afuera—no te puedes ir así—habla la pelinegra. Pero su voz la siento un poco lejana. —Me quiero ir, no quiero estar aquí. —digo sin girarme. Cuando salgo del encierro y respiro el fresco aire de la noche siento en mis pulmones como si le quitarás el tapón a una bañera y saliera toda el agua. Pero en este caso es el aire entrando a mis pulmones. Dentro sentía que me ahogaba como aquella noche y no podía hacer nada. —Bella, lo siento—la voz de Aria es más clara. —no sabía que podría pasar eso—veo a los dos chicos llegar hasta nosotras. —¿Estás bien? —pregunta América. —Sí, tranquilas, me altere un poco, es solo que no me gusta la sangre—bajo la vista para mirar mi camisa— y estoy llena de ella. —Entonces deberías de quitarte la sangre que tienes en tu rostro. —habla alguien desconocido para mí. Una voz melodiosa y al mismo tiempo áspera que nunca he escuchado. Cuando alzo la vista veo al chico tatuado estirándome un pañuelo y tocando mi rostro con este. Mi corazón se detiene por un momento olvidando a las personas a mi alrededor, mis manos se ponen frías, el chico limpia mi mejilla con suma paciencia y delicadeza. Para su aspecto alto, delgado pero musculoso, y ese rostro serio, el tacto es todo lo contrario. Es genial.
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