Roseland

3081 Words
Nathan y Donald corren hacia nosotros cuando bajamos del autobús. Abrazo a los gemelos mientras Connor va a buscar nuestras maletas y observo lo que han crecido en estos meses. Sus cabelleras castañas corren a Connor cuando lo ven y arrastro mi maleta hasta llegar a mamá, que sujeta la mano de Wendy. Mis hermanos decidieron que ese sería el mejor nombre para mi hermana porque así Peter Pan podría venir a verla y llevarlos al país de nunca jamás. Todos habíamos mirado a nuestros hermanos de seis años atónitos y habían decidido que Wendy sería el nombre de nuestra pequeña hermana. La cojo en brazos cuando ella corre hacia mí y la abrazo con fuerza. —    Te he echado de menos —le digo. —    Yo a vosotros también. ¡Connor! —    ¿Cómo está la pequeña de la casa? Mi hermano la sostiene y me acerco a mamá para abrazarla. Su perfume me hace sentir en casa y sonrío en su abrazo. —    ¿Qué tal el viaje? —Pregunta. —    Bien, ha ido bien, cansados. Mamá abraza a Connor cuando llega a ella y Wendy no baja de sus brazos. Mamá y su marido, Kevin, habían tenido que comprar un coche más grande cuando los gemelos nacieron, por lo que cabemos perfectamente en el coche. Los gemelos y Wendy van en el asiento de en medio, Connor en el del copiloto y yo voy sola atrás, tocándole el pelo a mis hermanos sabiendo lo mucho que les molesta. —    ¡Para! —Grita Donald. —    ¡Qué pesada! —Dice ahora Nathan. —    ¡Os he echado taaaanto de menos! —Les revuelvo el pelo de nuevo y ellos se quejan haciendo que mi madre me llame la atención. Me apoyo en el asiento con una sonrisa en mi rostro y miro por la ventana hacia el sitio donde había crecido, Roseland. Llevo tres años viviendo en Notre Dame y siempre agradezco el cambio de aires. He hablado con las chicas, con mis amigas de siempre, las locas con las que probé el alcohol con diecisiete años, con las que me colé en una fiesta la primera vez, con las que compartí como fue mi primer beso, mi primera vez… Esta ciudad es un recuerdo de todo lo que he vivido, de cosas que me gustaría repetir y cosas que no. Me bajo del coche y cargo con mi maleta hacia casa, donde huelo la riquísima comida que mamá tiene preparada. Connor sube mi maleta y la suya al piso de arriba y la deja en la habitación que comparto con Wendy desde hace cinco años. La habitación tiene una decoración excesiva de princesas y color rosa. Apenas queda nada de lo que había sido el cuarto de una adolescente rebelde que se escapaba por la ventana con la ayuda de su hermano para ir a alguna fiesta. —     Tu habitación ha cambiado mucho —mamá me mira desde la puerta y sonrío. —    Cada vez más. —    He querido respetar tu espacio y he puesto las fotografías con tus amigas en la pared. —    Gracias, un detalle no llenar este rincón de princesas. —    Te encantaba la Bella Durmiente cuando era niña. —    Supongo porque dormía toda la película, o quizás era porque el príncipe Felipe fue el único que luchó por ella habiéndola visto un minuto mientras cantaban. Mi madre se ríe y mira alrededor de la habitación. Ahora, me seguían gustando las películas de princesas, pero mi favorita era Brave. Esa chica pelirroja con el pelo desordenado que lo único que quiere hacer es vivir su vida sin ningún pringado al lado. —    Guarda la ropa en el armario. —    Me voy dentro de dos días. —    Guarda la ropa —me señala antes de irse y niego con la cabeza. Después de guardar la ropa mientras escucho a los gemelos hablar con Connor durante todo el proceso, me dirijo al “territorio de los chicos” y los gemelos se ponen frente a la puerta con los brazos cruzados. —    Zona restringida, no puedes pasar —dice Donald. —    ¿Por qué? —    Territorio de chicos, lo pone en la puerta, ¿no te enseñan en la Universidad a leer? —Dice Nathan haciendo que Connor suelte una sonora carcajada desde su cama. —    Creo que voy a tener que dejar de enviarle videos a mamá de los partidos —hago una mueca y me cruzo de brazos viendo como los gemelos se miran y se apartan. Connor está tirado en la cama mirando su teléfono. Me siento en el borde y palmeo su pierna. —    Voy a salir con las chicas, podríamos unirnos todos después. —    Se lo comentaré a Diego. —    De acuerdo, avísame —me levanto—. ¿Habéis visto? Ha sido rápido —les digo a los gemelos. —    Vas dejando un rastro floral por donde pasas —Nathan se tapa la nariz. —    ¡Sin perfume la próxima vez, Paris! —Grita Donald. Sonrío y salgo de la habitación. ¿Cómo Connor aguanta en la habitación con esos dos sin volverse loco? Wendy está viendo dibujos en el salón y mamá está sacando la comida del horno. Pongo la mesa sola porque no quiero tener que lidiar con una guerra ahora de que tienen que ayudar y Kevin llega. Mi hermana pequeña se levanta del sofá como un rayo y recibe a su padre saltando encima de él. Me acerco a Kevin y beso su mejilla a pesar de que Wendy me dice que no lo haga. —    ¿Qué tal todo, Paris? —    Muy bien, Kevin. ¿Y a ti el trabajo? —    Como siempre —baja a Wendy—. ¡Qué bien huele! —Exclama entrando conmigo a la cocina. —    Siempre huele bien cuando cocino —sonríe mamá y él se acerca para besarla. Kevin trabaja en un bufete de abogados y mamá es periodista en el periódico local, por lo que le permite muchas veces trabajar desde casa.   El claxon del coche de Agnes suena y me apresuro a bajar, colocándome mi abrigo. Las temperaturas están bajando considerablemente y ahora tengo que llevarme todos los jerseys de lana que tengo en casa a Notre Dame. Me despido y mis amigas vuelven a tocar el claxon cuando me ven. Me pongo bien el gorro y me apresuro a llegar al coche. —    ¡La chica Notre Dame! —Grita emocionada Agnes cuando entro en el calor del coche. —    ¡Qué frío! —Exclamo poniéndome el cinturón. —    Prefiero el verano —dice Renee desde el asiento del copiloto. —    ¿Las demás nos esperan en casa de Kora? —    Sí —responde Renee mientras Agnes conduce—. Espero que tenga la calefacción en el jodido garaje, la última vez casi me congelo. —    Su hermano podría quitarse la camiseta y calentarnos —sugiero. —    ¡Qué perra eres! —Ríe Agnes. Agnes es un año más pequeña que yo y es la loca del grupo. Es efusiva, divertida, dinámica, habladora y mentirosa. La última cualidad o defecto lo descubrí cuando me di cuenta que contaba las historias que nos habían pasado como le daba la gana, dramatizando más de la cuenta o inventándose partes que yo no sabía que había vivido. Renee, es todo lo contraria a ella. Es un año más grande que yo y es todo lo contrario a Agnes. Seria, reservada, tímida y la responsable de todas nosotras. —    ¿Y tú hermano? ¿Sigue tan caliente como siempre? —Pregunta Agnes. —    Supongo que sí —me encojo de hombros—. Quizás se pase junto a Noah, e imagino que Seth —nombro al hermano sexy de Kora— también ha quedado con ellos. —    Tres chicos calientes bebiendo con nosotras —Agnes chasquea su lengua y una sonrisa se forma en mis labios—. No voy a necesitar beber para entrar en calor. —    Tú no vas a beber —dice Renee—. Llevas el coche, haberlo pensado antes. —    ¡¿Qué?! No seas aguafiestas, Renee, por favor. —    Tiene razón —digo—. Solo una cerveza, te estaré controlando. Agnes murmura algo y me bajo del coche cuando aparca frente a la casa de Kora. Me apresuro al garaje y toco con mis manos el metal, avisando de que estamos aquí. Nos separamos un poco y la puerta se abre, allí veo a Kora, con su pelo moreno rizado recogido en un moño y a Sienna, con su pelo castaño listo hasta debajo de los hombros. Me acerco a ellas para abrazarlas y veo que las latas de cervezas ya están ahí junto a varias bolsas de patatas. El garaje tiene varios sofás dispuestos en una esquina y siempre hemos hecho aquí nuestras salidas cuando hacía frío. —    Me alegro que hayas puesto calefactor —dice Renee. —    Sí, ahora se está mejor. Mi padre ha puesto aislante y tal —señala su garaje y me quito el gorro, poniéndolo a un lado del sofá y sentándome. —    ¿Qué tal con Ricky, Sienna? —Le pregunto— No sé nada de ti. —    He estado muy ocupada —se sienta a mi lado mientras las chicas empiezan a abrir las cervezas y poner algo de música—. Dejé a Ricky hace un mes. —    ¿Por qué? —    Por lo que crees —ríe—. Tu misma me dijiste que era un celoso retrograda controlador. —    Sí, bueno, me alegro que te hayas dado cuenta —le sonrío—. ¿Estás bien? —    Sí. Nuestra relación no iba muy bien, así que sí, estaba preparada para dejarlo y empezar a vivir la vida. —    ¿Y qué tal en el hospital? —    Muy bien, no me puedo quejar. Me va todo tan bien desde que dejé a Ricky que me asusta —se ríe—. ¿Qué tal tú por Notre Dame? ¿Cómo está Eric? —    Deseando venir a una de nuestras noches de chicas sin tener que quedarse a dormir en mi casa. —    Tus hermanos —se ríe ella acordándose de la foto de Eric con la cara pintada que les pasé—. Podría quedarse en casa de alguna, no tendríamos problema, lo sabes. —    Cerveza por aquí, chicas —Agnes nos da una cerveza a cada una y se sienta al lado de Sienna, dejándose caer en el sofá. Entre cerveza y risas, Agnes nos cuenta como se calló por las escaleras y se dobló la muñeca, Sienna nos enseña conversaciones del pesado de Ricky, Kora nos habla de lo bien que le va con su novio y a Renee se le sale la cerveza por la nariz cuando cuento lo que me pasó con Heidi y Dave. No puedo seguir contando nada porque nos reímos a carcajadas, deseando haber grabado el momento y poder ponerlo el día de su boda. —    ¿Entonces se supone que estás saliendo con el amante de Heidi? —Pregunta Agnes con sus cejas alzadas y sus ojos bien abiertos. —    Así es —suspiro—. No lo sabe Connor, así que, bocas cerradas, chicas. Todas ponen la mano en sus labios y hacen como si los cierran. Cuento todo lo que me ha pasado. Desde el beso de Dave, las citas, querer molestar a Heidi y lo último, tener que montarme encima de ella. Escuchamos unos golpes en la puerta del garaje y la voz del hermano de Kora nos hace sonreír a todas: — Traemos más cerveza. —    Entonces si te dejo entrar —dice Kora levantándose y pulsando el botón para que se abra la puerta del garaje. El momento de ver a los chicos entrar fue como si fuese un casting de modelos para Calvin Klein o para Hugo Boss. Los chicos saludan y dejan más latas en la mesa de madera que hay allí. Saludo a Seth y a Levi con un pequeño abrazo y tenemos que apretarnos en los sofás para caber todos. —    ¿Cómo te va, quarterback? —Pregunta Kora llamando la atención de mi hermano. —    Bien, intentando reunir más amigos para no estar en desventaja. —    Por favor, que sean guapos, necesito recrearme la vista —dice Agnes abriendo otra cerveza. —    Agnes, para con las cervezas, por el amor de Dios —Renee le quita la cerveza y me la da a mí, por lo que ahora tengo dos latas de cerveza en mi mano. Levi está sentado en el brazo del sofá, justo a mi lado. Sus dedos rozan los míos y me quita la lata de cerveza que Renee me ha dado. Él ha sido mi crush desde que empezó a juntarse con mi hermano hace seis años. Estaba completamente enamorada de él desde el primer momento en el que lo vi con dieciséis años. Sus ojos verdes y su pelo castaño revuelto me volvían y vuelven completamente loca. Nadie lo sabe. Nunca se lo dije a nadie porque Levi es alguien a quien siempre he admirado desde las sombras. Lo miro pero no lo suficiente, sé de su vida, pero no demasiado para que la gente sospeche. Me he hecho amiga de todas las chicas que han pasado por su vida durante todos estos años y gracias a eso he conocido lo que le gusta y lo que no hasta el punto de pensar que podría ser la chica perfecta para él. —    ¿Qué tal en Notre Dame? ¿Animando a tu hermano como el primer día? —Pregunta. Miro hacia arriba para encontrarme con sus bonitos ojos y asiento. No he tenido mucha relación con Levi nunca. Yo siempre me quedo callada cuando él está a mi alrededor y él nunca ha tenido interés en hablar conmigo más de lo necesario. —    Siempre estoy apoyando a mi hermano, no sé qué haré cuando se gradúe y deje de jugar. —    Puede animar a su novio —suelta Connor—. Es el quarterback del equipo rival. Todo el mundo se queda callado y miro a mi alrededor para ver como Seth me mira con una ceja alzada. —    Traidora —murmura Agnes por lo bajo, rompiendo el silencio. —    ¿Y sigues hablando con ella? —Ríe Seth. —    Sigo animando su culo en cada partido —me defiendo—. No ha cambiado nada. —    El otro día después de llegar de fiesta él la estaba esperando frente a su apartamento. ¿Dónde fuisteis? —Pregunta Connor aprovechando que está todo el mundo delante. —    Teníamos que hablar. —    Claro, hablar —ríe Seth—. Sabemos lo que se hace en la parte de atrás de los coches, Paris. —    ¿Tu hermano ya le ha hecho el interrogatorio? —Levi pone una mano en mi hombro y lo aprieta. —    No, aún no he podido. Me esquiva. —    No quiero que lo asustes. —    ¿Asustarlo? —Se ríe Connor— Solo quiero advertirle —bebe de la lata. —    Bueno, no creo que mi vida amorosa sea problema de nadie, cambiemos de tema. Sienna cambia de tema y Levi se levanta de mi lado para ir a ocupar el asiento que Agnes deja libre porque va al baño.     **   Me duele un poco la cabeza a la mañana siguiente pero me pongo con Connor a buscar los adornos de navidad en las cajas que hay en el desván. Estoy molesta con mi hermano porque no debería haber dicho nada ayer. Nadie tiene por qué enterarse, pero si es mi novio, es algo normal que lo diga. Estoy tan enfadada con toda la situación que cuando Connor me tira del pelo me giro apunto de morderle. Me relajo porque él sostiene una muñeca donde de su cabeza calva solo salen dos pequeñas coletas rubias. La muñeca es fea y la cabeza le pesa más que el cuerpo porque da volteretas cuando la sientas. Dormía con ella, lo recuerdo. No me separaba de ella y aunque ahora me da un poco de miedo porque está desgastada y se le está borrando un ojo, la sostengo entre mis manos y miro a Connor. —    Aquí hay más juguetes nuestros —dice. Me acerco a las cajas y el enfado se me pasa porque veo peluches, juegos de nuestra infancia y Connor empieza a sacar juguetes, emocionado, reviviendo nuestros días de infante.   Cojo un álbum de fotos que está en el fondo de la caja y lo abro. Sonrío con nostalgia al ver fotos de Connor y mías de pequeños. Voy a avisarle para que las vea conmigo y cierro la boca cuando veo que mi padre aparece en una foto. Él aparece sonriente, joven, y me sostiene. Puedo tener dos o tres años en esa foto y me doy cuenta que apenas tengo recuerdos de él. Saco la foto del álbum y la sostengo entre mis dedos, viéndola más de cerca. —    ¿Qué será de él? —Le pregunto a Connor. Mi hermano me quita la foto de las manos y la mira con una mueca en su rostro. —    ¿Qué más da? No se merece que pensemos en él. —    Nunca he llegado a saber qué pasó de verdad. Apenas recuerdo cosas sobre mi padre. Recuerdo haber jugado con él al escondite en casa o a la pelota en el jardín. Ver dibujos o ir a comprar el árbol de navidad. Un día simplemente, dejé de verlo. Él salió y no regresó. No sé por qué se fue. Mi madre no habla de eso y Connor tampoco sabe nada. Miro las distintas fotos y veo que él sigue apareciendo con nosotros, con mamá. Cierro el álbum y me quedo la foto. Ayudo a Connor a bajar las cajas con los adornos de Navidad y suspiro porque no entiendo por qué debemos montarlo todo cuando es acción de gracias. Wendy es la más emocionada cuando bajamos las cajas. Aún no tenemos árbol pero eso le da igual a nuestra pequeña hermana. Quiere adornar el resto, poner los calcetines cuando aún queda un mes de espera, colocar adornos pequeños y poner ese álbum de navidad que sacó Justin Bieber a todo volumen. —    Como vuelva a escuchar otra vez Santa Claus Is Coming In the Town me voy a arrancar los pelos —le digo a Connor cuando salgo al jardín. Hace frío y las primeras nevadas no tardarán en aparecer. Me he puesto los guantes y el gorro antes de salir y el vaho sale de mi boca cuando respiro. —    ¿Qué te pasa? —    Nada. —    Estás raro desde que te enseñé las fotos. Connor se encoge de hombros y miro hacia el frente, donde hay un columpio. Mamá había conocido a Kevin cuando yo tenía diez años, y él ha sido un padre para nosotros desde entonces. Kevin ha pasado la peor racha con nosotros: la adolescencia. Él se encargaba de tranquilizar a mamá y suavizar los castigos cuando se enteraba de alguna escapada nocturna nuestra. Era, en resumen, un buen tío. —    ¿Por qué te has quedado esa foto? —Pregunta. —    Quiero tenerla, no deja de ser mi padre. —    Un padre del que apenas tienes recuerdos. ¿Sabes quién jugaba al fútbol conmigo? —    Kevin. —    ¿Y quién nos enseñó a montar en bicicleta? —    Kevin —suspiro pesadamente. —    ¿Y quién se levantaba por la noche a ver si seguíamos teniendo fiebre cuando estábamos malos? —    No estoy quitándole a Kevin ningún puesto, Connor. Simplemente... —    Acordarte de nuestro padre no vale la pena, Paris. Olvídalo. Pone una mano en mi cabeza y me quita el gorro para después acariciarme como si fuera un perro. Me separo de él y le doy en su mano haciendo que ría. No quería volver a Notre Dame.    
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD