La ilusión y la alegría iluminaban mi aura en esa cena de navidad, porque me había dado cuenta de que el amor que Christopher y yo sentimos tan repentinamente, era el amor verdadero. Las imágenes del llamado "beso del año" no podían mentir. El amor era real, estaba sucediendo y me estaba sucediendo a mí. Con toda esa magia rodeándome, regresé a la habitación de Christopher con una enorme sonrisa y dando un pequeño brinquito a cada paso. Los guardias me abrieron la puerta y yo les sonreí. Cuando entré y cerré la puerta, pude alcanzar a ver a mi Christopher ayudando a colocar la vajilla en la mesa grande de esa suite. Me quedé ahí parada, toda embelesada con su imagen. Traía una camisa azul marino, que poseía encantadores reflejos con la luz... Su pantalón de vestir blanco resaltaba las