[ALYA] El mar nos envuelve como un secreto. Las luces de la ciudad quedaron atrás, y solo queda el sonido del agua golpeando el casco del yate, rítmico, hipnótico. El viento sopla con fuerza, trayendo olor a sal y libertad, pero también esa sensación amarga de lo que huye y no puede quedarse. Zaed está frente al timón, concentrado en el horizonte. El reflejo de la luna recorta su silueta, y por un instante parece otra vez aquel muchacho que me hizo creer que todo era posible. Pero no lo es. Ya no somos los mismos, y esta noche no es una promesa: es una pausa. —¿Cuánto más piensas alejarte? —pregunto, mi voz apenas audible. —Solo hasta que el ruido desaparezca —responde sin mirarme—. Hasta que podamos respirar. Lo observo. La tensión en su mandíbula, la forma en que aprieta el volante…

