ENTRE RECUERDOS

930 Words
[ALYA] El murmullo del salón me envuelve como un río constante, pero mi mente no logra concentrarse en nada más que en la presencia que no puedo dejar de sentir. Samuel a mi lado parece confiado, seguro, como si cada gesto suyo hubiera sido ensayado para ser impecable. Y quizás lo ha sido. Él siempre ha sido impecable. Pero mi mirada se pierde en otra parte, en alguien que no esperaba volver a ver: Zaed Morello. Cinco años. Cinco largos años desde que se fue a Italia sin una palabra, sin enfrentar lo que había entre nosotros. Me dejó sola, con la rabia y la tristeza acumulándose, y ahora… ahora está aquí, en el mismo salón, con esa presencia que me hace dudar de todo lo que creía superado. —Alya, ¿todo bien? —pregunta Samuel, con su tono seguro, suave pero insistente. —Sí… sí, claro —respondo, obligando a mi cuerpo a sonreír mientras el corazón se me acelera. Pero no es cierto. Nada de esto es cierto. No puedo respirar, no puedo concentrarme, no puedo fingir que no siento cada recuerdo que vuelve a mí como si fueran cuchillos envueltos en terciopelo. Mis pasos se sienten pesados mientras avanzo junto a Samuel, cada sonrisa que lanzo a otros invitados se siente vacía. Cada conversación que tengo es un recordatorio de todo lo que Zaed significó y de todo lo que aún significa. La rabia se mezcla con la nostalgia y el deseo, y siento un calor que me recorre el pecho y que no puedo controlar. No puedo quedarme más. Necesito un huir. —Un momento, voy al baño —digo con voz firme, liberando mi brazo del suyo con una delicadeza calculada. Antes de que pueda pensar demasiado, ya estoy entre los invitados, moviéndome como una sombra hacia la tranquilidad que solo el baño puede ofrecerme. Cada paso es un alivio, y cuando cierro la puerta detrás de mí, siento que puedo finalmente respirar. Me apoyo contra el lavado, miro mi reflejo y me permito llorar. Las lágrimas caen silenciosas, sin prisa, pero con la fuerza de años de frustración, de abandono, de secretos no compartidos. —Maldita sea… —susurro, con la voz rota—. ¿Por qué sigue doliendo tanto? Entonces lo siento. Zaed. —Alya… —su voz atraviesa el aire, cálida y firme. Mi corazón da un vuelco y un nudo se forma en mi garganta. No estoy lista para esto. No quiero que me vea así, vulnerable y derrotada. —Zaed… —logro decir, con voz tensa y fría—. No… no puedes hacer esto. —No vine a molestarte —responde él, acercándose—. Solo… quería asegurarme de que estás bien. —No estoy bien —susurro, y él lo nota. Pero no puedo permitir que vea más—. Pero tampoco necesito que estés aquí. No esta vez. Su mirada se suaviza, pero no retrocede. Yo respiro hondo, tratando de recuperar el control de mi orgullo, de mi rabia. —Cinco años, Alya… —dice, con un hilo de voz que suena más a súplica que a reproche—. Cinco años y no puedo ignorarte. —¡Pues deberías! —exclamo, apartándome un paso, intentando marcar distancia física y emocional—. Te fuiste. No enfrentaste nada, y ahora… ahora no puedes aparecer y pensar que todo está bien. No quiero esto. No quiero volver a ti. Él da un paso, pero yo lo detengo con la mirada, con todo el peso de años de decepción y dolor. —No estoy aquí para lastimarte —dice—. Solo… no quería que te sintieras sola. —Estoy sola porque tú decidiste marcharte —le respondo, con la voz firme, aunque mi corazón late con fuerza—. Cinco años. Cinco años de preguntas sin respuestas. Y no voy a empezar a abrir viejas heridas ahora. No con nadie presente, ni contigo, ni con nadie. Él me observa en silencio, y aunque sus ojos muestran comprensión, también hay un dolor que refleja el mío. La tensión entre nosotros es insoportable, como si pudiéramos tocar el pasado con solo un gesto. —Alya… —susurra de nuevo, más cerca, casi rozando mi brazo—. No quiero pelear contigo. Solo… déjame estar contigo un momento. —¡No! —lo interrumpo, con rabia contenida—. Esto se acabó. Lo que tuvimos… se acabó. No voy a volver a ser vulnerable frente a ti. No hoy, no nunca. Su expresión cambia, pero no me ataca ni insiste. Parece que comprende mi decisión, aunque la tristeza en su mirada es innegable. Me aparto, tomando aire profundo. Las lágrimas siguen cayendo, pero intento recomponerme. Esta noche, la gala, Samuel… todo sigue adelante, y yo debo seguir fuerte. Nadie debe notar lo que acabamos de vivir en silencio, nadie debe sospechar que bajo esta fachada de mujer segura y elegante hay una tormenta que solo Zaed puede despertar. —Ve —susurra él, finalmente dando un paso atrás—. Haz lo que debas. Solo… cuídate, Alya. Asiento con la cabeza, aunque el corazón se me desgarra un poco con cada palabra. Él se queda unos segundos más, respetando mi decisión, y luego se aleja. Estoy sola de nuevo, pero el espacio que él ocupó deja un vacío imposible de ignorar. Mi respiración se calma lentamente, pero sé que esta noche no será solo sobre premios ni arquitectura. Será sobre nosotros, sobre todo lo que dejamos atrás y que aún nos persigue, aunque ninguno de los dos quiera admitirlo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD