[ALYA] El regreso a Miami se siente como un despertar violento. Después del silencio del mar, la ciudad parece rugir: los autos, las bocinas, los teléfonos, las voces que no se detienen. Todo es demasiado ruidoso, demasiado vivo para alguien que acaba de vivir una noche que parecía suspendida en otro mundo. Zaed no dice mucho. Conduce hasta dejarme frente a la mansión y me mira con esa mezcla de preocupación y deseo de protegerme que siempre me quiebra. Nos despedimos con un roce de manos que dura más de lo permitido. No hay promesas. Solo miradas. Cuando entro a la mansion, la calma es engañosa. El sol entra por los ventanales altos, bañando de luz el mármol blanco, y el olor a café recién hecho se mezcla con el leve perfume de las flores del jardín. Todo parece igual. Pero nada lo es.

