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La petición de la mujer malvada

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¡La señorita Marjory Sheridan y el General Tristán Sigfred quedan comprometidos en sagrado matrimonio!

Con esa sentencia su destino quedó sellado, se casaría con el hombre al que amó por diez años, el mismo que estaba enamorado de su prima y que a ella la odiaba.

¿Por qué?

Solo porque su prima Isabela era la Santa todos la amaban y a Marjory la abandonaban, solo por ser la Santa debía tener un mejor matrimonio.

- Te odio por tenerlo todo y tomar lo poco que yo tengo.

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1. Compromiso desafortunado (1)
– Por este medio decreto el compromiso de la señorita Isabela Sheridan y el Duque Arturo Bastián, a su vez, la señorita Marjory Sheridan y el General Tristán Sigfred quedan comprometidos en sagrado matrimonio. Después de tres segundos de silencio, el salón se vuelve ruidoso, docenas de personas rodean a Isabela que lleva un largo vestido blanco con adornos dorados que resaltan su cabello rojo mientras que el Duque Bastián usa un traje blanco con una camisa ocre, si alguien dijera que la combinación de sus trajes es una coincidencia, nadie lo creería. Por la distancia, soy capaz de escuchar sus voces. – Bela, ¡felicidades! – Bela, no puedo creer que te cases, es increíble. – Duque Bastián, lo felicitamos por su buena fortuna. Siento que me estoy ahogando. – General Sigfred, debió darnos la noticia antes, un hombre no puede permanecer soltero por siempre, siempre lo he dicho. Comparado con el número de personas que felicitan al Duque y a la futura Duquesa, los que felicitan al General Sigfred son escasos, todos hombres viejos que me lanzan miradas frías y desdeñosas. ¡Quiero vomitar! Mis manos tiemblan, el malestar sube por mi garganta, seré un hazmerreír si vomito momentos después de anunciarse mi compromiso, necesito irme, necesito salir de aquí. – Marjory. En el momento en el que mi nombre es pronunciado por una voz conocida casi puedo lanzarme sobre los brazos de esa persona, mi prima Elizabeth Silas me mira con preocupación y me toma de las manos. – Vámonos, rápido. Odio esto, lo odio. Todo comenzó hace tres años, mi prima Isabela visitó la tienda de ropa Luna Creciente y de regreso su carruaje sufrió una avería, el General Sigfred la encontró y le ofreció llevarla en su carruaje de vuelta a la mansión mientras él usaba un caballo para no dañar su reputación. Ese fue su primer encuentro. Desde ese día ambos intercambiaron cartas a escondidas de mis padres y un día, tres meses atrás el General consiguió un permiso de un año del ejército y se presentó en la mansión para pedir la mano de Isabela en matrimonio. La posición de Isabela no es tan simple y su matrimonio es un asunto que debe ser discutido por el templo y el rey, mis padres no tienen la autoridad, solo una opinión, para no desalentar al General, le permitieron cierta comunicación en tanto encontraban la forma de pedir el permiso real para la boda. Mi prima fue muy feliz con esa decisión y todo apuntaba a que ellos estarían juntos. Pero toda historia de amor tiene un villano, cuatro meses atrás la Baronesa Ania invitó a mi prima a una reunión de té en el castillo, se suponía que solo habría mujeres, nada por lo que mis padres pudieran preocuparse y ella aceptó con mucha emoción, durante la reunión el guía que debía llevarla por el jardín se perdió y la dejó sola, Isabela no sabía hacia dónde ir y se sintió asustada. Su suerte volvió a actuar y se encontró con el Duque Bastián que la llevó a su destino ganándose la buena fe de Isabela. A partir de ese día y sin que la familia lo supiera, ellos continuaron encontrarse, Isabela pensó que era una gran coincidencia y pronto se convirtieron en buenos amigos, la relación creció hasta el día en que el Duque anunció sus intenciones de proponer matrimonio. A diferencia del General Sigfred, el Duque se movió más rápidamente, invirtió en los negocios de mi padre, consiguió influencias en el templo y construyó fábricas en el feudo mejorando la vida de muchas personas, se volvió imposible rechazar su solicitud, cuando el Duque vio que mi padre dudaba, fue directamente con el rey y el compromiso se volvió inevitable. Cuando el General se enteró, planeó fugarse con Isabela. La carta fue interceptada por el Duque, al descubrir que su prometida estaba teniendo un amorío amenazó a la familia y se preparó para asesinar al General Sigfred. Para que eso no sucediera... Yo asumí la culpa. Frente al enviado del Duque Bastián, admití que la persona que intercambió cartas con el General fui yo, también dije que use el nombre de mi prima y me disculpe por el daño que mis acciones habían causado. En agradecimiento por mi valor, el Duque le pidió un mandato al rey en mi nombre para que pudiera casarme con el General Sigfred. Nunca pensé que conocería a un hombre tan maligno. – Tienes la presión baja y estás bajo mucha tensión, tendrás dolor de estómago más tarde, necesitas descansar, Marjory, ¿me escuchas? Mi prima Elizabeth Silas tiene el poder del diagnóstico, con solo un toque puede saber qué tipo de malestar o enfermedad tiene una persona, ella es tan linda, su cabello es de un tono anaranjado y tiene pecas bajo los ojos, cuando era más pequeña las personas la llamaba Zanahoria y ella respondía diciéndoles de qué forma iban a morir. Es mi mejor amiga. – Estoy bien. – No lo estás. – Dijo que está bien, probablemente está molesta por tu insistencia – su hermano gemelo es Patrick Silas, él es huesero, puede curar cualquier fractura o daño siempre que involucre los huesos. – Nadie te preguntó, ella es mi prima y está enferma, obviamente me quedaré a su lado hasta que esté mejor. Ellos son muy especiales para mí, me gustaría decirles la verdad. La puerta se abre y los tres miramos al mismo tiempo, vemos a un hombre alto de espalda ancha, barba cuadrada, cabello negro, cejas tupidas y ojos azules, en el lado izquierdo de su rostro hay una pequeña cicatriz por encima de su ojo que corta su ceja en forma diagonal, ese pequeño rasgo era un defecto cuando era niño y solía usar el cabello hacia un costado para ocultarlo, pero con el paso de los años se volvió parte de su atractivo, su porte es elegante y su mirada es fría y afilada como el acero. Él es el General Tristán Sigfred, mi prometido, el hombre que amo y el mismo que está enamorado de mi prima. – Necesito hablar con mi prometida. Elizabeth está renuente a soltarme y aprieta mis manos, pero Patrick la sujeta del hombro y se despide tocándome el hombro – te veremos después Marjory. – Espera, nunca dije que me iría, suéltame, soy la mayor. Los veo irse y sonrío levemente. Una vez que ellos se van, la temperatura de la habitación baja tres grados, el General se sienta en el sillón que está frente al mío, solo hay silencio entre ambos, en los últimos diez años solo hemos hablado tres veces, la primera vez que nos conocimos, un encuentro casual cuando él visitó a Isabela y la noche en que me disculpe por engañarlo Este es nuestro cuarto encuentro y ninguno puede decir una sola palabra. – La boda será en tres días. – ¿Qué?, ¡tan pronto! – Nos casaremos de todas formas, es mejor arreglarlo ahora que el enviado del rey está de visita – del interior de su saco extrae una hoja doblada y la extiende en mi dirección – es el acuerdo de matrimonio, necesitas firmarlo. Tomo la hoja con miedo y la desdoblo con cuidado, es un acuerdo justo, estaré casada con el General Sigfred, viviré en la mansión de la familia y recibiré un suministro mensual para gastos, tendré un asistente personal, podré visitar a mis padres y seré conocida como la señora Marjory Sheridan de Sigfred. A cambio... Dormiremos en habitaciones separadas, cenaremos en privado una sola vez al mes, asistiremos en pareja a un solo evento social al año y no tendremos hijos. – Esto... – Cuando llegue el momento podría reconsiderarlo, pero por lo pronto, me parece irresponsable de nuestra parte traer hijos a un matrimonio sin amor. No puedo negarme y entre más leo, más me doy cuenta de es un buen trato, dada la forma en la que nuestro compromiso se suscitó, soy afortunada de que haya aceptado casarse conmigo, el rumor de que falsifique la identidad de mi prima y engañé a un hombre por tres años ya es conocido, si no es con él, en toda mi vida no podré casarme, pero aun así..., no puedo evitar sentirme extremadamente infeliz. – Hay una última cosa, debes darme tu palabra de que no te enamorarás de mí, si lo haces, iniciaré el proceso de divorcio. – Tiene mi palabra, jamás lo amaré. El hombre al que he amado por diez largos años, acaba de decirme que no tengo permitido enamorarme de él.  

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