Sonreía de oreja a oreja, sin poder creer lo que estaba viendo. ¡Tenía una prueba tacita de aquel niño! Estas letras eran mías, mi caligrafía, lo había escrito a esa edad, cosa que también probaba lo que ya sabía, la gran habilidad que siempre he tenido, nadie a los cinco podría escribir una oración completa y expresarse de la manera en cómo yo lo hacía.
Seguí en la búsqueda de alguna información adicional.
“Mamá no quiere que hablé de esto, se molestó cuando lo dije en la calle, pero no he mentido.”
Era la otra frase que lo acompañaba, busqué más abajo pero ya no había nada escrito, todos eran dibujos extraños, más que dibujos figuras desconocidas para mí, no le tomé mucho interés. Me quedé observando nuevamente mis dos apuntes, ¿qué es lo que le fastidió a mi madre? Mamá no era una
