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1456 Palabras
Allison A veces eran tantos los problemas, tanta la sensación de ahogo que estos te causaban y el miedo a no poder resolverlos, que solo necesitabas a alguien que te escuchará y te dijera que todo estaría bien. Sabía que aunque abriera el cobre de secretos que guardaba, tan delicadamente, bajo tantas llaves, él no podría decirme algo como eso. Nada estaría bien, porque estaba rota y no podría arreglarme aunque lo intentase. Melody era mi cable a tierra, a quien podía correr en caso de sentirme mal, pero ahora, ella parecía haberse cansado y quería delegar mis cuidados a alguien más. No le importaba que no lo quisiera así, tampoco parecía importarle de quien se trataba, es por eso que sentía que era momento de dejar libre a mi hermana de tanto drama. Por esta misma razón, sentía que debía hablarlo con Gonzalo. Quizás si sabía con lo que trataba, finalmente se daría por vencido. ¿Es qué quién querría en su vida a alguien emocionalmente dañado? Alguien que le temé a las personas, a crear nuevas amistades, a socializar, en fin, que le temé a vivir. —Allison, ven. —extendió su mano, la cual dudé en tomar, pero finalmente sujeté, permitiéndole ayudarme a ponerme de pie.  —Vamos a la cocina y lo hablaremos tomando un te. Lo dejé guiarme, consciente de que podría ser la última vez que viniera a mi apartamento. Es increíble la tristeza que sentí con ese pensamiento, ya que estaba acostumbrada a no dejar a nadie acercarse a mi. Me senté y observé cada uno de sus movimientos, como parecía tan natural. Desde ahora en más estaría sola, luego de hoy, ya no lo tendría a él tocando mi puerta, ni a mi hermana. Por el bien de Melody, dejaría de responder sus llamadas y sería alguien más a quien no volvería a abrirle la puerta. Era momento de que fuera feliz y dejará de cargar conmigo, ya no era su responsabilidad, nunca lo fui. —Muy bien cariño, ¿Estas lista? —preguntó, colocando una taza frente a mi. No lo estaba, sino todo lo contrario, pero retrasarlo no serviría de nada, no cuando debería decírselo tarde o temprano. —Con Melody siempre fuimos demasiado cercanas, no solo es mi hermana, sino mi mejor amiga. Conocía cada detalle de su vida y ella lo conocía de la mía. —y creía que no había cambiado, hasta ahora…— Cuando tenía diecisiete años, ella tenía diecinueve y estaba completamente enamorada de un chico. —Por lo que vi hace unas noches, ella es muy sobreprotectora contigo. —Lo es, porque se siente responsable de quien soy ahora. —negué, consciente de que siempre sintió tanta culpa. —¿Por qué lo dices? —A los diecisiete era una Allison diferente, era sociable, siempre en reuniones con amigos. Entonces ella escuchó de la fiesta que Walter daría y creyó que era el momento para que por fin la vea. Yo era la mejor amiga de Thomas, el primo de Walter, por lo que era su entrada a esa dichosa fiesta. Cada recuerdo venía a mi, las risas, la música que pasaban, absolutamente todo. —Luego de unas horas de insistirme para que asistiéramos, accedí. Pasamos horas preparándonos, bromeando sobre lo que la noche podía traerle, yo estaba segura de que lograría llamar su atención. —Supongo que lo hizo. —Claro que sí. Ella llegó y comenzó a sobresalir, como siempre lo hacía. Yo estaba feliz de verla conseguir lo que tanto quería, además tampoco estaba sola, ya que Thomas me acompañaba. —Tomé un sorbo del liquido caliente, necesitando algo que me diera el valor para continuar. — Ambos bromeábamos sobre como terminaríamos siendo familia, cosas que hacíamos siempre. Era tan fácil hablar con Thomas, nos conocíamos desde el kínder, por lo que era inevitable que nuestra amistad floreciera a lo largo de los años. —Continúa Allison, por favor. —En un momento, estaba bebiendo un refresco y entre tantas risas, terminé derramándolo sobre mi, por lo que caminé hacía el baño a limpiarme. —tragué saliva, y fue como si una enorme roca pasara por mi garganta. —Estaba allí limpiándome, cuando sentí a alguien entrar. Al principio me relaje al ver que se trataba de Thomas, pero cuando sus manos comenzaron a tocarme, no entendía que le pasaba. Traté de alejarlo, le pedí que parará. Te juro que nunca le di alguna señal para que confundiera nuestra amistad, en serio, lo juro.  —Tranquila Allison, respira. No tienes porque jurármelo, te creo. —sentí como una lágrima corrió por mi mejilla. —Se lo rogué, le rogué que se detuviera, que no lo hiciera, pero él no me escuchaba. Cuando todo acabó, me observó y creo que por fin comprendió lo que había hecho. Yo era su amiga, confiaba en él y terminó dándome una lección que nunca podré olvidar.  —pase mis manos, temblorosas, por mi rostro y sequé cada lágrima que caía. —Hay tanta maldad en el mundo, tantas personas horribles que con tal de satisfacerse, ignoran que están arruinando la vida de alguien más. Desde ese día me di cuenta que estaba sola, que no podía abrir mi confianza a nadie, porque siempre terminarían lastimándome. —Allison, ¿Qué paso después? —Solo me pidió disculpas y corrió. Para cuando logré recuperarme y salir, Thomas ya se había ido de la fiesta y mi hermana al verme llorar se acercó a mi. Le confesé todo frente a Walter, quien pareció molestarse y sentirse mal por lo que su primo me había hecho. —Allison, ¿Lo denunciaste? —Sí. Pase por una serie de exámenes que me hicieron avergonzarme, aún cuando nada era mi culpa. Debí relatar cada detalle, recordando nuevamente lo sucedido. ¿Tienes idea de lo horrible que es pasar por algo así y tener que hablarlo una y otra vez? Fue como si alguien me apuñalará, creía que el cuchillo ya estaba fuera y al contarlo, volvía a sentirse dentro de mi, recordándome lo mucho que dolía. —Lo siento. —No lo sientas, porque no fuiste tú quien lo hizo. —¿Qué sucedió con él? —Nada. —¿A qué te refieres con nada? —Si me preguntas si terminó en la cárcel, tengo que decirte que no. —¿Por qué demonios no? —Su primo, quien parecía tan molesto, terminó atestiguando a su favor, junto a un par de sus amigos. Pase de ser una victima a una zorra. —confesé, volviéndome a sentir como lo hice hace años atrás. —Pero sobre todo, porque su padre era el comisario de la ciudad y se encargo de tapar todo. —¿Qué mierda Allison? —Eso mismo preguntó mi padre, pero no podíamos hacer nada. Me comencé a aislar, sentía que todos siempre me observaban o cuchicheaban sobre mi. Era horrible y entonces los ataques de pánico comenzaron. Pasé por muchos psicólogos, quienes me pedían hablarlo, ya que eso me ayudaría, pero no lo hizo. Ellos se rindieron, mis padres igual, incluso yo me rendí. —Pero tu hermana no lo hizo. —La culpa es el motor de Melody, por su insistencia fuimos. Pero nunca la culpe, aunque costo que volvamos a tener una buena relación. Como te dije, me aislé de todos, incluso de ella. Quizás él no lo comprendería, pero la vida es más sencilla cuando no esperas nada de nadie. Si evitas depositar tu confianza, tu cariño o tu amistad en alguien, es imposible que te traicionen. Dicen que las experiencias sirven de aprendizajes, que cuando te quemas con fuego evitas volver a poner tu mano sobre él, que cuando un perro te muerde, evitas volver a provocarlo. Entonces, ¿Por qué no aprendería de esto? Alguien ya me había roto, ¿Por qué le permitiría a alguien más volver a hacerlo? —Allison necesito pedirte algo. —lo observé y vi el enojo surcar cada rasgo de rostro. —Necesito que me digas el nombre completo del tal Thomas. —¿Para qué? —Para ir a matarlo. —suspiré y agaché mi mirada, dejándola en la taza, que ahora contenía el te frio. —¿Por qué harías algo como eso? ¿Qué cambiaría? —No creo que cambié mucho, pero lo haría para calmar las malditas ganas de matarlo que siento. —lo vi ponerse de pie, con tanto fuego en sus ojos, que podría incinerarme. —Por favor dímelo. —No. —Allison. —Si te conté esto es para que comprendas todo, solo para eso. —Lo voy a averiguar y lo mataré. Lo vi irse y no lo detuve. Oficialmente, ahora estaba sola.  
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