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1189 Palabras
Gonzalo Con Allison habíamos entrado, de repente, en una especie de relación en la cual ella confiaba en mi y yo trataba de sacar a flote todo lo que sabía que escondía en su interior. Con esta nueva confianza, había llegado a una conclusión, debíamos salir. Sabía que convencerla sería un dolor en mi trasero, pero había pasado horas ideando un plan para conseguir una respuesta positiva. Aunque dicho plan no sucedería tan rápido. —No. Lo siento Gonzalo, pero ya te he dicho que odio los lugares que están llenos de personas. —Vamos Allison, ¿Acaso no confías en mi? —Utilizar la manipulación era algo demasiado bajo, sin embargo, era lo único que sabía que funcionaria ahora. —Claro que sí. —la forma decidida en la que lo decía, lograba que mi pecho se llenara de orgullo. —Entonces confía en mi ahora. No te llevaré a una fiesta o algo muy acudido, pero podemos ir a una heladería y te aseguro que no será tan malo y te prometo que no voy a dejarte sola ni un solo segundo. —No lo sé. Quiero ir, pero no se si pueda soportarlo. —Vamos Ali, solo inténtalo. Si estando allí crees que es demasiado, no dudaremos en volver a casa. ¿De acuerdo? Creí ver en sus ojos el momento en el que se rindió, pero con ella era difícil estar seguro. —Bueno, pero si es demasiado, nos vamos. —Nos vamos. —Aseguré, feliz de haber conseguido convencerla. Pero a pesar de que había accedido, a la hora de salir, esto no fue tan sencillo. Allison se la paso temblando y retorciendo sus manos sin parar, mientras nos dirigíamos hacía allí. Pero nada se comparó con el momento en el que llegamos. La heladería, para mi enorme desgracia, se encontraba atestada de personas. Al ver esto, Allison inspiró con fuerza, antes de voltearse y observarme con sus ojos enormes y asustados, antes de rehusarse a bajar del auto. Tomando su rostro entre mis manos, forcé su mirada a quedarse en la mía, necesitaba tranquilizarla. Habíamos llegado hasta aquí, no podíamos irnos, no sin intentarlo. —Tranquila, nos quedaremos afuera. ¿Ves esas mesas? Podemos sentarnos ahí y no estaríamos tan rodeados de personas. ¿Qué dices? —ella miró al lugar que le señalaba y pareció considerarlo. —Vamos, nunca haría nada que pudiera lastimarte. La sola idea de verla herida o sufriendo por mi culpa, me hacía sentir un profundo pesar y sabía que haría todo lo que estuviera en mis manos para evitarlo. Ella observaba, con mucho detenimiento, como el exterior de la heladería, a pesar de ser hermoso, no estaba tan concurrido como su interior. De sentarnos allí, nada la perturbaría, podríamos pasar un momento agradable, hablar y divertirnos en un lugar ajeno al habitual. —Allí afuera no parece tan malo, a decir verdad, podría tolerar sentarme allí un rato. No sabía que santo había escuchado mis suplicas, pero esto era lo más cercano a un milagro. Pese a toda probabilidad, ella acepto darle la oportunidad a este lugar. Las ganas de festejar este pequeño triunfo eran enormes, pero no lo haría, ya que eso la podría poner aún más nerviosa de lo que ya se encuentra. Una vez que bajamos del auto, ella seguía asustada, tanto que se había aferrado con fuerza a mi mano. —Voy a entrar a buscar los helados y volveré, pero necesito que tú te quedes aquí sentada y no te vayas. ¿Me prometes que te quedaras? —No estaba seguro de que no tuviera la necesidad de huir y refugiarse de regreso en la casa. —Te lo prometo, no me moveré de aquí, solo no te tardes. —¿Qué sabor quieres? —Chocolate. —De acuerdo, ya vuelvo. Me apresuré a ingresar e hice nuestro pedido en un tiempo record, no quería salir y encontrarme la mesa vacía. Sin embargo, al momento en el que estuve fuera, ella seguía allí, con la mirada en uno de los árboles que rodeaban el local. —Este lugar es hermoso. Solo mira como los árboles comienzan a perder sus hojas, como todo se ve en colores, naranjas, amarillos y marrones. Me encantaría poder inmortalizarlo, recordar lo bonito que este ambiente triste, nostálgico y a la vez con tanta vida, puede ofrecer. Solo ella podía ver esos pequeños detalles. Yo al verlo, solo veía un árbol deshojándose, pero ella se fijaba en los pequeños detalles. —¿Estas hablando desde la artista? —No soy una artista, yo solo restauro cosas que otros han creado. —Una pequeña sonrisa se extendió en su rostro y sus mejillas se tornaron algo rojizas. —Esto quizás pueda parecerte extraño, pero hace años que no pinto algo mío, siempre es de alguien más. —¿Y por qué no lo haces? —la observe mientras llevaba algunas cucharadas de helado a su boca. Pero al escuchar mi pregunta, dejó la cuchará y se encogió de hombros. —Solía hacerlo, pero luego no tenía nada que pintar y mi imaginación pareció apagarse. Me cuesta un poco confesar esto, pero hasta que te inmiscuiste en mi vida, esta era un poco rutinaria y aburrida. —A pesar de eso, te rehusabas a dejarme ser parte, solo me echabas una y otra vez. —Es que el que mi vida fuera rutinaria y aburrida, no significaba que no fuera feliz. Gonzalo, me sentía protegida y tranquila. —¿Y ahora? ¿Acaso ya no es tranquila o segura? —Lo sigue siendo. Si estoy sola nadie me lastimará, nadie me traicionará o abandonará, no tendría que esperar nada de nadie, solo de mi. Entendía su punto de vista, luego de todo lo que había pasado, solo trataba de protegerse de todo y todos, pero no quería que lo haga de mi. Quería estar a su lado, protegerla, que me elija a la hora de apoyarse en alguien. Podía sonar muy egoísta y no me importaba serlo, pero incluso quería que me buscará antes que a su propia hermana, quien últimamente parecía haberla dejado a un lado. —Pero ahora no se si sigo queriendo eso. —¿Estas lista para salir a la vida? —No. —¿Entonces a que te refieres? —Cuando te alejaste aquellos días, te extrañé demasiado. No me gusta la idea de necesitar a alguien, pero te has vuelto una persona importante para mi. Solo mira donde estamos, no haría esto por nadie más que por ti. —También eres importante para mi ,Allison. Mucho más de lo que imaginas. —Lo sé. —¿Cómo puedes saber eso? —Hoy en día nadie haría todo lo que tú has hecho para acercarte a mi. Te he rechazado tantas veces que perdí la cuenta, pero eso en ningún momento te detuvo de seguir intentándolo. El que sea desconfiada y tímida, no me hace ciega. —Eso no fue nada Allison. No era nada, ya que ella no tenía idea de lo mucho que me esforzaría por seguir ganándome un lugar en su vida.
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