Gonzalo
No dejaba de correr por las calles atestadas de personas, sentía el frio viento chocar contra mi rostro, impetuoso y agresivo, mientras mi respiración cada vez era más agitada.
Varios pasos adelante, podía ver a Domínguez abrirse paso, pero aún sin alcanzar al delincuente que perseguíamos.
El susodicho, no solo había asaltado una tienda, llevándose poco más de dos mil dólares con él, sino que había herido gravemente al dueño en el proceso.
Mientras trataba de esquivar a las personas, las cuales se dividían entre los curiosos, que se acercaban tratando de conseguir ver mejor lo que sucedía; y aquellos, que trataban de alejarse, desesperados, empujando a quien se les cruzará.
Continuamos corriendo aproximadamente unas siete calles más, hasta que este se cansará y comenzará a dispararnos. Tras cinco disparos, de los cuales dos, casi hieren a mi compañero, salté sobre él, aprovechando un segundo de distracción.
Luché por inmovilizarlo, debiendo golpearlo dos veces, antes de que pudiera ponerle las jodidas esposas.
-¿Qué mierda te sucedió Domínguez? Casi te da, te salvaste de dos malditos disparos. -jalé al hombre que tenía esposado, poniéndolo de pie.
-No me lo recuerdes Kidd y ni se te ocurra comentárselo a Mica o nos matará. -negó, mirando de mala manera al hombre que empujaba para que caminará más rápido. -Ya tiene suficiente estrés con los últimos preparativos de la boda. Nunca imaginé que esas cosas volvieran loca a una mujer.
-Solo concéntrate, porque si algo te hubiera sucedido, ella seguro patearía mi trasero enviándome contigo.
Micaela Conrado, llevaba más de cuatro años junto a Mariano Domínguez y llevaba el último año, preparando la que sería la boda de sus sueños.
Si algo hubiera sucedido, no quería ser yo quien le diera la triste noticia, no cuando ella tenía el carácter de un bulldog.
Cuando llegamos a la estación, le permití a Domínguez encargarse solo del interrogatorio, mientras me encargaba de completar el papeleo.
Estaba avanzando en esto y tal vez lo terminaría más rápido, si no tuviera a Carol, nuestra superiora, realizando su propio interrogatorio, hacia mi.
-¿A quien vas a llevar al evento? Este año no puedes faltar como el anterior, no me importa que muera un pariente, que haya trafico o que sufras un jodido accidente, te quiero allí al igual que tus compañeros. Piensa que es un evento de caridad, que es tal vez lo único bueno que el jefe nos permite hacer.
-Ya, déjame terminar esto y luego te respondo sobre ese tema.
Carol Riera era como una segunda madre para mi, ya que desde que llegué a trabajar a esta estación, no ha hecho otra cosa que preocuparse por mi bienestar y creía que por esa razón seguía insistiendo con este tema.
El año anterior, había logrado esquivar este evento, ya que había conseguido un disparo, nada grave, en el brazo izquierdo. Sin embargo, eso consiguió que ganará tres semanas de descanso.
Estaba a favor de este tipo de eventos, ya que solo para hacerse notar y presumir de tener más, de lo que tenían en realidad, muchas familias donaban grandes cantidades de dinero.
Pero todo lo bueno, tenía su lado malo y ese era soportar a los idiotas. Tenía que ver la cara del gobernador, jactándose de su maldito poder, junto con el comisario y el imbécil de su hijo.
-¿Entonces iras solo o acompañado? -volvió a intentar que le responda.
-No lo sé aún.
-¿Acaso necesitas una cita? Porque si es así, tengo una sobrina que podría presentarte. -Sabía que esta bandida tenía algo entre sus manos.
No sería la primera, ni la última vez que trataría de emparejarme con alguien, pero al menos esta vez preguntaba antes.
Nunca olvidaría el día que me pidió acompañarla a casa, alegando un falso malestar, solo para caer en su trampa. Resultó que la señora, tenía lista una cena, donde no tardo en presentarme a su profesora de Pilates. Andrea no tenía nada malo, bueno, eso si le quitábamos la locura que la chica se cargaba.
Estaba en busca de un esposo y haría lo que fuera para conseguirlo. Me lo dejo bastante en claro, con la cantidad de veces que su mano se frotó con fuerza contra mi m*****o por debajo de la mesa. O tal vez luego, mientras me dirigía a casa y ella me perseguía, por lo que tuve que detenerme y pedirle que deje de hacerlo antes de presentar cargos y una jodida orden de alejamiento hacía ella.
-Ni loco, ya tengo experiencia con tus pretendientes.
-Solo fue un error, no puedes cerrarte al amor por ello.
-Ella estaba loca.
-Sí, luego lo descubrí, pero en ese momento parecía bastante inocente.
-Como sea, necesito que te guardes tus dotes de casamentera, porque la realidad es que no lo necesito. -Lo único que necesitaría, sería suerte.
En mis planes estaba llevar a Allison, sin embargo sabía que esa idea sería bastante difícil, ya que sería demasiado complicado convencerla.
Ella odiaba los lugares demasiado asistidos y ese sería uno bastante concurrido, no solo de familias importantes, sino también de varios miembros de la fuerza policial y sus acompañantes.
-¿Eso quiere decir que si traerás a alguien? -Podría intentar llevar a alguien, eso sí podría hacerlo.
-Puede ser, primero deberé convencerla.
-No creo que sea tan difícil. -ella no tenía idea de lo que estaba diciendo.
Convencer a Allison de aceptar acompañarme, sería como conseguir tocar el fuego y no quemarme en el proceso.
Para ella decir no, era tan sencillo como decir hola. No importaba lo que preguntaras, siempre era no, no y no.
-Espero que tengas razón y no lo sea, aunque no lo creo. Esta chica es especial, siempre me mantiene ocupado, tratando de descubrir maneras para acercarme.
-Eso será un poco divertido, ya imagino que si la traes, no te hará la noche sencilla.
-Para nada.
Y no lo haría, me volvería loco a cada momento y no podría hacer nada al respecto.