Allison
—No. —respondí sin dudarlo ni un solo segundo.
No sé que avispa había picado a Gonzalo para que creyera que aceptaría asistir a un evento como ese, pero definitivamente no lo estaba haciendo.
Una cosa era que aceptará ir con él a una heladería, la cual para mí desgracia, se había encontrado demasiado abarrotada, al punto que debimos sentarnos fuera; pero otra muy diferente era asistir a una fiesta llena de personas, de las cuales el setenta y cinco por ciento o más, serían policías.
No es que odiara a todos, pero mí regla era evitarlos lo más posible, tratando de así evitar la posibilidad de encontrarme con Thomas o con su padre.
Muchas veces había fantaseado encontrarme con alguno y decirle todo lo que pensaba de lo que hicieron, pero en el fondo era consciente de que si esa opción alguna vez sucedía, no sería capaz de moverme o siquiera de decir una palabra. Me habían lastimado tanto, que les temía.
Una vez había hablado de ello con uno de los psicólogos a los que asistí. Ellos representaban un quiebre en mí vida, los perros que estaban detrás de mí, listos para llevarme de regreso al infierno, del cual aún sentía el calor.
—Vamos Allison, no me separare de ti ni un solo momento, me pegaré a ti cómo si fuera una garrapata.
—Sé que no lo harías, pero no es por eso, tú no me entiendes.
Él no sabía lo que era estar en verdad asustada, el sentir que a donde sea que fueras podrías encontrarte con la persona que aparece en cada una de tus pesadillas, volviendo a trasformar tu vida en un desastre.
¿Cómo podría pedirme que aceptará ir directo a la guerra y esperar encontrarme a mi enemigo, sin las armas suficientes para enfrentarlo?
Muchas veces me pregunte cómo debería enfrentar a los fantasmas de mí pasado y hasta ahora, no he encontrado una respuesta que sea lo suficientemente buena.
Era mejor seguir en mí pequeña cueva, escondida de los monstruos que el exterior esconde.
—Entonces explícame Allison, porque en serio quiero ir contigo a este evento. Piensa en la cantidad de niños a los que ayudará este evento.
—Soy consciente de ello, la idea de que hagan estas cosas me hace sentir que no todos los policías son tan malos o que tal vez, está es solo una manera de lavar algunas de sus culpas, pero no puedo ir.
—¿Por qué no?
—Tengo miedo de encontrarme a Thomas allí. Mira Gonzalo, sé que la posibilidad de hacerlo es escasa, pero existe y no me quiero arriesgar.
—Allison. — se acercó a mí, sentándose de cuclillas y tomando mis manos. — Sé que estás asustada y lo que ese imbécil te hizo fue lo peor que pudo hacerte, pero no vamos a encontrarlo allí y si eso sucede, debes estar segura de que voy a protegerte de él, de su padre y del mismo demonio si es necesario.
—¿ Cómo lo harás? ¿Metiéndote en problemas? Esa no es la respuesta.
—No me importará meterme en problemas, si al menos logró partirle la cara a ese desgraciado. No me puedes pedir que no haga nada contra el hombre que más daño te ha hecho. —se puso de pie y caminó de un lado a otro, pasando sus manos por su cabeza— Día tras día me esfuerzo por meter a ese tipo de basuras dentro de una maldita celda y el saber que esté salió libre, solo por las influencias de su papi, me hace sentirme frustrado. Quiero encontrarlo y hacer que se arrepienta, que no se le ocurra volver a intentar repetir lo que te hizo con alguien más.
No quería pensar que Thomas pudiera haber continuado lastimando a chicas solo para satisfacerse él mismo, pero desde esa noche, sentía que nunca había conocido al verdadero Thomas Caldwell.
—¿Crees que él, tú crees que lo haya vuelto a hacer? — pregunté, sintiendo que mí voz era apenas un susurro.
—Si, la verdad es que lo creo. Sobretodo porque luego de lo que hizo, siguió libre.
—A veces siento que nunca llegué a conocerlo del todo.
—Eso es lo que sucede con las personas, incluso nosotros seguimos conociéndonos con el pasar de los días.
Él tenía razón, seguía descubriendo pequeños detalles de su personalidad. Como lo mucho que amaba su trabajo, él era uno de los pocos policías buenos que conocía, pero también su gusto por las naranjas, te y sobretodo los sándwiches de jamón y queso. O su disgusto por el café, las nueces, los arándanos y los hongos.
Entonces si había confiado tanto en él como para descubrir todo esto, ¿Por qué no podía confiar en él para acompañarlo al dichoso evento?
Si me ponía a pensar solo sería una noche y él prometió no alejarse de mí ni un solo segundo.
—¿De verdad no te alejaras de mí si voy contigo? —Necesitaba su confirmación, aunque seguía sin tomar una decisión.
—Ni un solo momento, no sabrás si soy yo o tu sombra.
—Está bien.
—¿Está bien vendrás conmigo o está bien me entiendes?
—Está bien iré contigo. —accedí, sabiendo que terminaría haciéndolo.
Pero su reacción no la esperé, Gonzalo en una especie de ataque de sorpresa o de felicidad por convencerme, este se acercó y unió sus labios con los míos.
Esa acción provocó que me quedara estática, de todo lo que imaginé que haría, besarme era lo último. No sabía si continuar o si alejarlo, hacía tantos años que no me besaba con alguien.
Sin embargo tampoco era un beso apasionado, solo había unido nuestras bocas y esperaba ver qué acción tomaba al respecto. Sin ganas de pensarlo durante más tiempo, levanté mí mano y la coloqué sobre su mejilla, sintiendo como su poca barba pinchaba en mi piel , antes de comenzar a mover sus labios sobre los míos.
Era un beso tímido y tal vez algo torpe, pero tenía la leve impresión de que él tenía miedo de que en cualquier momento pudiera enloquecer o desmayarme, incluyo yo compartía el mismo miedo.
Cuando el beso terminó, Gonzalo no dijo nada, solo apoyó su frente contra la mía y coloco ambas manos en mis mejillas, realizando pequeños círculos con sus pulgares.
No sabía muy bien que decirle o que hacer, pero no podía negar que me había sentido bien al dejarme llevar por él.
—Me gusto que me besaras. —dije, manteniendo mis ojos cerrados. No me animaba a abrirlos, tenía miedo de perder la confianza que sentía ahora en mí misma.
—Y a mí me gustó hacerlo, aunque tenía miedo que me alejaras.
—No puedo alejarte, lo cual es raro.
Y lo más raro era sentirme bien a su lado, confiar a este punto y dejarlo convencerme de locuras como las que acababa de hacer. Ni siquiera Melody había conseguido eso y ella en verdad había intentado sacarme de mí apartamento.
Me asustaba confiar tanto en él, pero no quería ponerme a evaluar eso ahora y arruinar el recuerdo del primer beso que me dio.