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1413 Palabras
Allison Cuando todo comenzó a colocarse en su sitio, caí en cuánta de lo que había aceptado hacer. No solo me expondría a la vista de todos, sino que también debería vestirme de manera elegante, lo que sería una complicación considerando que no tengo nada que pueda llevar a ese tipo de evento. Ir de compras no estaba entre las cosas que quería hacer. No me sentiría bien recorriendo tiendas, chocando con personas y probándome un par de vestidos sin saber si elijo o no el correcto. La verdad es que solo lo elegiría para poder salir lo antes posible de allí. Estaba la posibilidad de realizar una búsqueda y compra en línea, pero eso sería muy difícil, ya que podría ser una talla diferente o llegar mucho después de la dichosa fiesta. Solo podía hacerme responsable de la decisión que había tomado. Fui yo quién acepto y fui quien le prometió que lo acompañaría, por lo que echarme atrás no era una opción. Luego de debatirlo por una hora y media, solo una opción parecía ser la adecuada: ir a la tienda. No quería hacerlo, pero necesitaba un vestido, por lo que iría, buscaría uno y volvería lo más rápido posible a casa. -Vamos Allison, tú puedes. -me animé, mientras me paraba frente a la puerta de entrada de mí apartamento. Mientras la idea de salir se hacía más grande, mi corazón no paraba de acelerar. Si ahora era así no quería pensar en como me sentiría el día de la fiesta. -Vamos, vamos, vamos -dije y salí, caminando lentamente por el silencioso pasillo, hacía las escaleras. Estás, como siempre, se encontraban algo polvorientas, ya que nadie las utilizaba. Todos siempre preferían la comodidad del ascensor y aunque también lo hacía, esta vez quería retrasar lo más posible el tour por las tiendas. Mientras bajaba los escalones, solo podía escuchar mis pasos haciendo eco en el vacío lugar. Miraba hacia todos lados, pensando como un color más vivo, como un Borgoña o quizás un azul, lograría mejorar la fachada triste que daba este gris opaco. Pero lo malo es que no me gustaba asistir a las reuniones de consorcio, por lo que sugerirlo estaba totalmente fuera de lugar. Al llegar a la puerta principal, sonreí levemente hacía nuestro encargado, Gregory Cadena, quién no dudo en devolver el gesto y sumarle su típico: -Que tenga buenos días, señorita Müller. El hombre era uno de los pocos con los que interactuaba en el edificio y solo lo hacía, ya que esté venía a cobrar cada mes el alquiler. Pasé todo el camino con la cabeza gacha, tratando de distraerme, mientras contaba las baldosas por las que caminaba, en lugar de mirar hacía las personas a las cuales esquivaba al caminar. Una vez que llegué a la zona céntrica de la ciudad, fue cuando comencé a mirar hacía todos lados, tratando de dar con alguna tienda que no estuviera tan llena como las que venía pasando hasta ahora. Era increíble ver la cantidad de personas que se encontraban probándose ropa, por lo que evitaba las tiendas más abarrotadas, es decir todas. Pero cuando por fin encontré una que aunque tenía clientas, no eran ni la mitad que en las anteriores. Al entrar, descubrí que aunque la ropa era de segunda mano, se encontraba en un excelente estado y mucha era en verdad increíble. -Buenos días, ¿Necesitas ayuda? -voltee al escuchar la pregunta, encontrándome a una chica más o menos de mí edad, castaña de cabellos ondulado y una sonrisa amable. -Si, la verdad tengo un evento que será muy importante, pero no tengo idea de lo que podría ponerme. Cada vestido parecía igual al anterior, al menos para mí y todos parecían demasiado ostentosos, llamativos, en fin algo que no acostumbraría a utilizar. -¿De qué tipo de evento hablamos? -Caridad. -no tenía idea de que otra cosa podía responderle, no acostumbraba a frecuentarlos. Pero para ella eso fue decirle todo, ya que se puso a rebuscar entre las perchas, tomando un par de vestidos de diferentes colores y estilos. La observaba actuar con tanta naturalidad, que me imaginé que de la misma manera debería verme con un pincel en la mano y un lienzo frente a mí. -Estos pueden servirte, hay largos-puso frente a mí tres: uno n***o, uno azul y uno rojo. Para luego mostrar uno color beige y otro blanco - o unos un poco más cortos. -Creo que me gustaría probarme el n***o. -No era de usar colores muy llamativos, n***o y blanco, siempre funcionaban. -El rojo se te vería muy bien. -lo observé y era bonito. Tenía pequeños tirantes y un cuello recto al frente, mientras en la espalda se destacaba un muy pequeño escote. -Lo probaré también. Nerviosa tomé ambos vestidos y me dirigí al vestidor. Al probarme el n***o, me sentí como yo misma, solo que más arreglada. Pero el rojo, el rojo destacaba mí cabello, el color de mis ojos y mí piel. Este era el tipo de vestido que me gustaría llevar a una fiesta como esa, sin embargo, mi pudor era más fuerte. Me sentía reacia a quitármelo y en un impulsó, lo compré. Tal vez cambiará de opinión ese día, pero hoy, hoy quería llevarlo. La chica que estaba atendiéndome, me ayudó a conseguir zapatos, un pequeño bolso y un chal que hicieran juego. Podría estar gastando buena parte de mis ahorros, pero si no lo hacía ahora, tal vez no tendría otra oportunidad. En el camino de regreso a casa, me detuve frente a una c********a, recordando el reclamo de Gonzalo, sobre no poder cocinar algo ambos. Una vez tuve conmigo lo que sería la cena esta noche, retome mí camino. Me sentía aliviada, no había sido tan difícil como pensé, ahora solo debía llegar y encerrarme en la tranquilidad de mí apartamento. Mí alivio fue como un soplo de aire en pleno verano, tan breve, porque al llegar a mí piso, encontré parado frente a mí puerta a Derek, el hombre que mí hermana trataba de presentarme. -Allison. -se acercó lentamente hacía mí, con una sonrisa surcando su rostro. Tenía ganas de volverme invisible, de correr y esconderme en un lugar alejado de él. -He venido varias veces y nunca podemos encontrarnos. ¿Acaso estás escondiéndose de mí? -lo hacía, pero al parecer no se daba por vencido. -¿Me dejas pasar? -Creí que sería bueno que hablemos. Verás, tu cuñado, me ha hablado muy bien de ti, pero me ha dicho que no te gustan las relaciones. -cerré mis ojos con fuerza, maldiciendo el nombre de Ismael. No solo me había ofrecido como mercancía a este hombre, sino que se había encargado de dejarme como una cualquiera. -Déjame pasar. -insistí, tratando de esquivarlo, pero solo logró ayudarlo a tomarme del brazo con fuerza. -Creo que no es correcto despacharme luego de la infinidad de veces en las que he venido a verte. -ante el sonido de su voz grité, me sentía atrapada, de regreso en una situación en la que no quería estar. Yo solo quería entrar a mí casa, no quería hablar con él y mucho menos dejarlo tocarme. -¡Deja de gritar! Solo estoy pidiéndote que hablemos un poco. -pero él seguía sin soltarme, seguía aferrado a mí brazo, manteniéndome junto a él. Estaba a punto de tener una crisis, lo sabía, conocía cada señal y mis puntos estaban bastante elevados ahora mismo. -¿ Qué está sucediendo aquí? -no podía voltear, pero sabía que lograría darse cuenta de que nada estaba bien. -¿Se encuentran bien señorita Müller? Mí única reacción fue negar de manera ferviente, mientras forcejeaba aún por liberarme. -Ella está bien. -respondió Derek por mí, pero se vio debiendo soltarme, cuando el señor Cadena se acerco a nosotros. No seguí escuchándolos, solo pude apoyarme en la pared más cercana e intentar calmar mí respiración. Me deje caer, sentándome y metiendo mí cabeza entre mis brazos, formando lo más parecido a una bola protectora que podía lograr. No los escuchaba y no quería levantar la cabeza para verlos, solo apretaba todo mi cuerpo con fuerza. Cuando una mano se apoyó en mi hombro, volví a gritar, pero al ver qué era el señor Cadena, me callé. -Tranquila, ya se ha ido. - trató de ayudarme a ponerme de pie, pero mientras lo hacía perdí el equilibrio y volví a caer. No me sentía bien, aún no podía respirar, solo quería desaparecer.
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