Los votos matrimoniales

807 Palabras
Los votos matrimoniales. - Lucía, ¿estás lista? La voz de su abuelo tronó después de que llamó. Sin responderle, abrió la puerta y se fue. La mirada del anciano quedó cautiva de la imagen que reflejaba. Fue como retroceder años. "Se parece tanto a ti, Felicia", se dijo a sí mismo. Lamento todo lo que has tenido que pasar, por culpa de mi inútil hijo. Ojalá las cosas hubieran resultado de otra manera. » - Eres espléndido, dijo Aldo, poniendo una mano sobre el hombro de su patrón que permanecía en silencio. - Gracias, respondió Lucía emocionada hasta las lágrimas. La emoción y el orgullo que leyó en los ojos de su abuelo, la tocaban mucho. - Vamos, no llores, dijo el viejo con voz ronca, terminarás arruinando tu maquillaje. ¿Qué pensará tu marido después de eso...? Los músicos tocaban un cañón de Pachelbel en una pequeña plataforma en el gran jardín detrás de la mansión. Los invitados estaban sentados a ambos lados de un hermoso pasillo florido, y Vincenzo esperaba frente al arco donde se iban a intercambiar los votos. Lucía, que observaba a todas estas personitas, desde la gran puerta de cristal, respiró hondo. Se dijo a sí misma por vigésima vez ese día que lo que estaba haciendo era correcto y necesario. Por el bien de la única familia que le quedaba... Cuando el organizador de la boda se le acercó para preguntarle si estaba lista, comenzó a temblar y su corazón se aceleró. “¿Por qué te pones en este estado, pobrecita mía? Ella trató de recomponerse. No es como si este chico se fuera a casar contigo, de verdad. » - Un segundo más, respondió Don Marco al ver que su pequeña estaba demasiado nerviosa. Él le apretó la mano, observándola luchar con sus emociones. Ella había aceptado este matrimonio por él, y eso realmente lo conmovió. Solo que había tenido cuidado de no decirle la verdad sobre las verdaderas razones, lo que lo había empujado a aceptar la propuesta de Giuliani... - Nos podemos ir, anunció la joven, tras una profunda inspiración. Una señal del organizador y la música se detuvo. Luego, los violines entonaron una marcha nupcial. Los invitados se volvieron de corazón hacia la joven novia que salía de la casa cogida de la mano de don Marco. En este momento, este último era su único guía. Su oxígeno también. Sin él y sin su discreto aliento, seguramente se habría olvidado de respirar. Vincenzo la miró con una sorpresa que no pudo ocultar. ¿Adónde había ido el vestido que le habían hecho? Su mente aguda entendió de inmediato. Era su abuelo, quien le había traído éste. Un recuerdo familiar, en cierto modo. A pesar del disgusto que sentía por los esfuerzos de Laure, tenía que admitir que su futura esposa era magnífica en esta vieja ropa. El cabello así levantado, dejaba al descubierto un rostro y un cuello delicados, y sus curvas, generalmente ocultas bajo ropa holgada, quedaban perfectamente subrayadas por los finos encajes de su vestido. A medida que se acercaba al altar, a Lucía le resultaba cada vez más difícil respirar. Bajó los ojos para no tener que soportar los ojos que sentía que la miraban fijamente. Después de un breve intercambio con don Marco, Vincenzo le ofreció su brazo, ella lo tomó con mano temblorosa, la mirada aún baja. Ambos caminaron hacia el altar, donde los esperaba el alcalde. La música se detuvo nuevamente y el elegido, un amigo de la familia, habló. El nerviosismo de Lucía le impidió escuchar el discurso pronunciado en su homenaje. Sus oídos solo percibían los latidos de su corazón, que amenazaba con detenerse en cualquier momento. Fue unicamente cuando el agente municipal pidió a la pareja que se pusieran frente a frente que la joven finalmente levantó la barbilla. Aún más guapo que de costumbre, con su esmoquin azul, Vincenzo la miró con una expresión que ella no pudo descifrar. Su mandíbula estaba relajada, su mirada se había suavizado y sus ojos, ligeramente entrecerrados, brillaban. Ella tampoco supo cómo interpretar la leve sonrisa que él le dedicó justo antes de pronunciar sus votos, y que la hizo sobresaltarse. Cada una de sus palabras fue expresada de la manera más solemne. Su tono serio, su mirada envolvente, nada podría haber puesto en duda la autenticidad de su juramento... Cuando llegó su turno, Lucía habló con voz temblorosa. Sabía que no sería capaz de hacerlo tan bien como su prometido comediante, pero aun así trató de adaptarse. Luego, el alcalde declaró oficial el matrimonio de los dos jóvenes, y con entusiasmo invitó a Vincenzo a besar a su esposa. Lucía abrió mucho los ojos. Su mente se había concentrado en todos los aspectos de la ceremonia durante días, pero ni una sola vez había pensado en este momento...
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR