El vestido

831 Palabras
El vestido El despertar fue difícil para Lucía. Por la noche también, para el caso. A pesar de la fatiga que tiraba de ella, le era imposible cerrar los ojos. Todo lo que había evitado pensar hasta entonces se había manifestado en su mente y la mantenía despierta. Eso, y el hecho de que Vincenzo no entra. Porque, sí, había pasado horas esperando que una locomotora se acercara a la propiedad. Sólo que ningún ruido llegó a turbar la calma de este último. ¿Por qué le importaba lo que él podía hacer, en primer lugar? Su historia fue solo un arreglo simple, no debe olvidarlo. Después de un suspiro, decide salir de su habitación. Una de las amas de llaves salió a su encuentro tan pronto como lo vio en lo alto de las imponentes escaleras de piedra arenisca. - Buenos días señora. El desayuno se sirve al aire libre. Sígueme, yo te guiaré. La mansión era tan fabulosa como grande, y sin la ayuda de la criada, Lucía nunca habría encontrado su camino. Sobre una terraza de piedra blanca, una hermosa mesa de hierro forjado estaba profusamente adornada. A la sombra de una pérgola cubierta de enredaderas, un septuagenario comía con Vincenzo. "Terminó viniendo a casa", se dijo la joven, enfurruñada a su pesar. Y el hombre que lo acompaña es probablemente su abuelo". Todavía no habían notado su presencia, y Lucía ya sentía que el miedo se apoderaba de ella. El físico del patriarca Caruso era impresionante, sobre todo por su edad. Debía de ser tan alto como Vincenzo. El cabello blanco peinado hacia atrás y un conjunto de lino del mismo tono lo convertían en un perfecto dandi. El carisma y el encanto eran un rasgo hereditario en esta familia. Lucía sudaba profusamente. Esperaba con todo su corazón que él no fuera como su nieto. Dos cascarrabias en la misma casa hubiera sido insoportable. - Lucía, el anciano se puso de pie al verla, ha pasado tanto tiempo. ¿Doce, tal vez trece? Acércate más de lo que te veo... Sus manos extendidas, su rostro sonriente y su tono jovial disiparon todos los prejuicios de la joven. No recordaba a este hombre, pero decidió actuar como si: - Hola señor Caruso, han pasado casi doce años, efectivamente. - Vamos, prosiguió, tomándola de las manos, llámame Giuliani. Somos una familia ahora. ¿Y este viaje? ¿No es demasiado agotador? - Durmió todo el tiempo, espetó Vincenzo sin mirarlo, ¿cómo podía estar cansada? - Todo salió de maravilla, intervino Lucía, mientras el anciano arqueaba una ceja disgustado en dirección a su nieto. Hasta pudimos descansar... - Estoy feliz en este caso. Debes estar muriéndote de hambre, ven y siéntate a mi lado. Una vez frente a su futuro esposo, entendió que actuar, incluso frente a su abuelo, iba a ser difícil para ella. - Aprendí por tu madre, dijo el anciano después de un momento y con una mirada apenada. Te ofrezco mis condolencias. Vivir y gestionar un evento así sola, no debe haber sido fácil mi pequeña... Incapaz de responder sobre este tema todavía demasiado delicado, Lucía bajó la cabeza. Su comportamiento no escapó a Vincenzo. ¿Quizás porque conocía muy bien este dolor? En ese momento, sintió pena por esta chica. - Sé por experiencia que extrañamos particularmente la presencia de aquellos a quienes amamos durante los grandes eventos de nuestra vida, continuó Giuliani con compasión. Así que, si necesitas algo, no lo dudes... La ceremonia iba a tener lugar a final de la semana, y el vestido de la joven no estaba del todo terminado. Le habían tomado las medidas mientras aún estaba en Francia. Para los ajustes finales, el modisto había pasado dos mañanas seguidas. Lucía no sabía nada de moda, pero tenía el suficiente discernimiento para ver que el modelo no le sentaba bien. Sin embargo, tuvo cuidado de decirlo. Dado el contexto, de que sirve? Después de algunas modificaciones, se lo volvió a probar y luego regresó al salón donde la esperaban el sastre y su ayudante. - Creo que estamos bien a nivel de ajuste. Ella es perfecta así. - Nada más normal, la persona que lo eligió, tiene un gusto imparable, tronó la voz de Vincenzo, que acababa de unirse a ellos. Lucía tuvo un momento de duda, quién podría ser esta persona para que las caras de las modistas se vean tan avergonzadas. - Sí, la señorita Laure hizo una muy buena elección, concedió la asistente antes de que su jefe volviera a mirarla. - Ya que nuestro trabajo aquí ha terminado, los dejaremos, dijeron antes de escabullirse. Lucía pensó que sabía quién era esta Laura. ¿Solo por qué se había entrometido con lo que iba a usar el día de su boda? ¿Era una forma de marcar su territorio? ¿O solo provocación? De cualquier manera, Lucía estaba enojada, todo lo que quería hacer en este momento era romper ese trapo e irse a casa.
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