¿Y si fuera amor?
Vincenzo vio que su Lucía llevaba un rato charlando con su primo en el balcón y acabó por enfadarse. Se suponía que estaba interpretando a su mujer, no a la de Fabián.
- Lucía -la llamó cuando se reunió con ellos-. Se está haciendo tarde...
- Eh... sí -dijo ella, dándose cuenta de que él quería marcharse. Buenas noches, Fabián.
- Buenas noches y hasta mañana.
A la joven, que seguía enfadada con su marido, le resultaba muy difícil actuar como si no hubiera pasado nada. Y cuando él le puso una mano en la espalda, ella se puso rígida.
- No olvides tu papel -le recordó Vincenzo suavemente mientras salía del salón-.
- Podría decir lo mismo de ti.
- No sé de qué me hablas. ¿Y cuántas veces tengo que pedirte que dejes de ser tan formal conmigo?
- Sólo ves lo que te conviene -continuó en voz baja-. Cuando me dejaste en ridículo en Venecia, no pareció importarte lo que pudiera pensar la gente, ni informar a Giuliani.
- ¿Estás enfadada conmigo porque te dejé sola en el hotel?
Sin responder, Lucía aceleró el paso y lo dejó atrás.
Vincenzo, que se dio cuenta de que aquella chica no era tan complaciente como parecía al principio, se mordió el labio.
- Lo que faltaba... Luego, cuando se reunió con ella en la habitación que iban a tener que compartir, se acordó, te dije que íbamos a jugar el juego en la mansión, pero fuera, cada uno puede hacer su vida como quiera.
- Tú puedes hacer tu propia vida -corrigió Lucía con enfado-. Estás en "tu" entorno, rodeado de "tus" seres queridos, nada cambia para ti. Pero yo... -se le formó un nudo en la garganta, impidiéndole continuar.
Invadida por sentimientos que no comprendía, decidió encerrarse en el cuarto de baño. Se sentó en el suelo, intentando controlar las lágrimas que amenazaban con caer. Aunque todo lo que le reprochaba fuera cierto, le parecía patético. Qué imagen estaba dando al comportarse como una mujer desesperada...
- Lo siento -llegó la voz de Vincenzo desde detrás de la puerta-. Yo no estaba en tu lugar, y te pido disculpas. Debería haberle pedido a Natale que se uniera a nosotros y te sacara de allí mientras yo arreglaba mis asuntos.
- ¡Tienes que estar de broma! exclamó ella, abriendo la puerta y encarándose con Vincenzo. ¿Pasar tiempo con tu novia? ¿A eso le llamas dirigir un negocio?
En ese momento, comprendió la película que se había estado reproduciendo en la cabeza de aquella alondra. Al mismo tiempo, no había hecho nada para evitar malentendidos...
Casi conmovido por la escena que estaba representando para él, una sonrisa se dibujó en sus labios. Definitivamente, ella le recordaba a alguien. Alguien que había conocido hacía mucho tiempo y que tenía el mismo tipo de expresión.
- Veo que disfrutas con esto -dijo ella con voz entristecida mientras se alejaba.
Él la detuvo agarrándola del brazo y le dijo con seriedad
- Laure no es mi novia...
Las palabras no calaron al principio, y justo cuando ella estaba a punto de soltarse de su agarre, él repitió
- Laure es una vieja amiga mía y, por cierto, mi asesora jurídica y abogada.
Lucía apretó los labios. Su corazón, sobrecogido el segundo anterior, se aligeró de repente.
Pero, ¿por qué? No cambiaba nada el hecho de que la hubiera dejado sola como a una basura en aquel inmenso palacio. Entonces, ¿por qué habían desaparecido todas sus quejas? ¿Por qué tenía ganas de llorar de alegría? ¿Qué era ese extraño sentimiento que hacía latir así su corazón?
Demasiadas preguntas se agolpaban en la mente de la joven. Y la única respuesta que se le ocurrió casi la hizo tambalearse.
¿Y si lo que sentía era amor?