Venice

752 Palabras
Capítulo: Venecia. El palacio donde Giuliani había reservado una suite para Lucía y Vincenzo estaba situado en una pequeña isla a las afueras de Venecia. El barco que debía llevarles desde la plaza de San Marcos había sido privatizado y les esperaba a pesar de lo avanzado de la hora. Una vez instalados en la lancha, ésta acelera y se pone en marcha. La joven pareja no se habla mucho desde la recepción de la tarde, pero no es de extrañar, ya que han aprovechado el vuelo para dormir. Los preparativos y el estrés de su boda, por falsos que fueran, les habían dejado muy cansados. La bomba que el hombre había soltado sobre su familia también había contribuido a abrir una brecha entre ellos, confundiendo a Lucía hasta el extremo. Por no decir confusa. En menos tiempo del que tardaron en decirlo, llegaron a su destino. La joven, que se sentía un poco mareada, suspiró aliviada. Un poco más y se habría puesto enferma. Habría vomitado dos veces delante de Vincenzo. Su marido, que se dio cuenta de que no estaba en su mejor momento, le ofreció el brazo para que saliera de la barca. Lucía lo miró con un asombro que le costó ocultar, antes de rechazar nerviosamente su ofrecimiento. El día ya había tenido suficiente carga emocional, así que no quería añadirle más confusión innecesaria. Había que reconocer que, desde que se besaron, se había sentido mucho más vulnerable en su presencia. ¿Era por las nuevas miradas que le dirigía? O simplemente había caído bajo el hechizo de su falso marido. El hotel, o más bien el palacio donde iban a pasar su luna de miel, era excepcional en todos los sentidos. El folleto que había hojeado no exageraba la belleza y el excepcional servicio del lugar. Nada más llegar, el personal les recibió como a la realeza. Lucía, poco acostumbrada a tanta atención, se hizo lo más pequeña posible y permaneció discretamente detrás de Vincenzo. - Señora Caruso, señor Caruso, bienvenidos a San Clemente", dijo la recepcionista, que les entregó sus pases... "Señora Caruso"... que la llamaran así le resultaba realmente extraño. No era nada desagradable, sólo extraño... No tuvo tiempo de analizar demasiado sus sentimientos, pues ya estaban siguiendo al botones que les conduciría a su suite. Vincenzo parecía tan agotado como ella, porque nada más llegar al pasillo despidió al dependiente con una generosa propina. - Señor, dijo desde la puerta ¿quiere que envíe a alguien para que le ayude a deshacer el equipaje? - No hasta mañana por la mañana, dijo Vincenzo, mientras Lucía esperaba en el vestíbulo. Por esta noche nos las arreglaremos solos. La joven recorrió tímidamente la suite, disfrutando de cada rincón, especialmente de la terraza. La decoración suntuosa y ligeramente ornamentada era típica de esta parte de Italia. En cuanto a la superficie, su viejo y pequeño mueble podría haber cabido fácilmente en el salón. Mientras ella se maravillaba con todo lo que veía, Vincenzo fue a darse una ducha. Ella haría lo mismo inmediatamente después, pero antes tenía que abrir su equipaje y sacar su ropa de noche y sus artículos de aseo. Entró en la habitación donde Vincenzo había guardado sus cosas. Mientras rebuscaba entre sus ropas, echó un vistazo a la maleta del hombre, que estaba junto a la suya, aún precintada. Los ojos de Lucía se abrieron de par en par al darse cuenta de que se había metido en la ducha sin recambios y de que la habitación lindaba con el dormitorio. Su mente no había estado vagando en la dirección correcta durante los últimos días, así que se montó toda una película. ¿Y si salía de la ducha sólo con una toalla alrededor de la cintura? Sólo de pensar en el torso desnudo del hombre se le puso la cara roja de vergüenza. En ese mismo momento, el chorro de agua se detuvo. Lucía tragó saliva y su corazón empezó a latir anormalmente. Sentada en el suelo a los pies de la enorme cama, giró la cabeza hacia la puerta del baño, que se abrió con un ruido sordo. "¡Levántate rápidamente de alli ! se ordenó a sí misma. ¡Fuera! Fuera!" Con el corazón latiéndole con fuerza, Lucía apenas tuvo tiempo de levantarse antes de que se abriera la puerta. - ¿Puedo preguntarte por qué me miras con esa cara? preguntó Vincenzo, sorprendiéndola en una extraña pose, con los ojos muy abiertos, como si hubiera visto un fantasma.
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