Laure

1145 Palabras
Laure - ¿Puedo preguntarle por qué me mira así? Se quedó paralizada ante el hombre que acababa de salir del cuarto de baño, pero luego se recompuso. - Nada -tartamudeó, dándose cuenta de que llevaba un albornoz bordado con el nombre del hotel-. Sólo estaba cogiendo algunas cosas. Es cierto que no estaba sin camiseta, pero el espectáculo que ofrecía a sus ojos admiradores no era menos inquietante. Su pelo mojado, goteándole por la cara y el cuello, parecía más largo y le daba un aire menos estricto, casi accesible. Su piel bronceada contrastaba con su ropa blanca, y parecía tan suave... - Negocios -repitió, mirando el desorden del suelo-. Si hay algo que odio, aparte de las corrientes de aire, es el desorden. - No iba a dejarlo así -explicó-. Iba a... - Levantarme e irme. - No -protestó ella-. Es que te oí salir... A veces era mejor no hablar demasiado. Sobre todo sin pensar. Y no se equivocaba, ella había intentado huir. Tras un suspiro, guardó sus cosas. - Otra cosa -dijo, dejando la maleta sobre la cama y sacando algo de ropa-, esta noche puedes dormir en el dormitorio. Yo no voy a pasar la noche aquí. Y si quieres salir un rato... Lucía le miró. ¿Qué quería decir con "no voy a pasar la noche aquí"? ¿Había reservado otra habitación? Después de todas las advertencias que le había hecho. Ella tenía que mantener la discreción sobre su condición de falsa pareja, y él se alojaba en un lugar donde Giuliani tenía sus propias entradas. - Me dijiste que tu abuelo tenía ojos en todas partes? le recordó ella. ¿No tienes miedo de que se entere de que has...? Vincenzo, que sólo la escuchaba con una oreja, empezó a desabrocharse las solapas de la bata. - ¿Qué crees que estás haciendo? Estaba horrorizada por la desvergüenza de aquel hombre. - Es obvio, me estoy vistiendo. - Podías haberme avisado -se dio la vuelta ofendida. - Bueno, lo hice. Pero como estabas ahí de pie, supuse que ver a alguien cambiarse no te molestaría -se burló de ella mientras salía de la habitación enfadada. "¡Ese tío sí que es un vicioso! pensó mientras se encerraba en la ducha. Que duerma donde quiera, no voy a impedírselo antes. Entonces sonó un timbre. Era el teléfono de Vincenzo. Lucía era el tipo de chica que respetaba la intimidad de los demás, y la vida privada de la gente en general. Sólo que ahora no pudo evitar acercar la oreja a la puerta y escuchar lo que se decía en la habitación. - Estoy listo -dijo el hombre a su interlocutor-. Nos vemos en cinco minutos. Y después de un silencio. Escucha, Laure, ya hablaremos cuando llegue. Lucía se abrazó la ropa con tanta fuerza que le dolían los brazos. ¿Otra vez esa chica? pensó, más disgustada de lo que le hubiera gustado. ¿Qué hacía allí? Comprendió con más claridad porqué su marido se tomaba la noche libre: iba a reunirse con aquel tarro de pegamento que no les perdía de vista. Incluso en su luna de miel, se atrevió a entrometerse. Era demasiado. Podía ver a esa chica si quería, ¿pero no en un lugar donde parecía ser su esposa? ¿Quién era ella? Y cuando estaba a punto de decirle lo que pensaba, se detuvo. ¿Cómo iba a explicarle que había escuchado su conversación? Se mordió los labios, frustrada, y tiró la ropa al suelo. La noche era tan dolorosa para la joven que ni siquiera apreciaba la cómoda cama en la que estaba tumbada. Dio vueltas en la cama, molesta. En el fondo sabía que no era por guardar las apariencias por lo que se ponía así, pero le resultaba más fácil pensarlo. Además, así evitaba las preguntas difíciles. "¿Qué te importa a ti lo que él pueda hacer? Intentó razonar consigo misma después de un momento. Que vea a su novia a la vista o a escondidas no cambia tu vida ni tu contrato. Así que ¡a dormir! Cuando terminó el desayuno, Lucía decidió bajar a la piscina para disfrutar un poco del lugar y, sobre todo, para distraerse. Porque sí, lo necesitaba. Como no sabía nadar, no tenía bañador en el armario. E incluso sin él, se sentía demasiado incómoda con su cuerpo como para llevar algo tan desnudo. Sus pequeños bultos se veían mejor en camiseta y pantalón. También era una cuestión de comodidad. Arrastrando las chanclas hasta una de las grandes hileras de tumbonas, elige una y se sienta. Encantada de encontrarse en un lugar tan prestigioso, no se percató inmediatamente de las miradas condescendientes que recibía aquí y1 allá. - ¿Quieren mi foto o qué? protesta la joven en voz baja. Negándose a que unos desconocidos le estropearan la mañana, se estiró en la tumbona y cerró los ojos. Voy a disfrutar de estas vacaciones y a dejar de preocuparme por nada", se dijo a sí misma. No todos los días se puede uno relajar en un entorno como éste". - No hay nada como una siesta para animarse", suspiró Lucía mientras se dirigía al vestíbulo del hotel. Mientras esperaba el ascensor, tuvo la impresión de oír la profunda voz de Vincenzo. Y cuando la cabina se detuvo en la planta baja, su impresión se confirmó. Las puertas se abrieron y su marido apareció en brazos de una mujer sublime. Una mujer de largos cabellos ámbar y cintura esbelta. Debía de tener la edad de Vincenzo, veintiséis como mucho. Su rostro anguloso era decidido y resuelto. Una trabajadora como las que salen en la tele. Con sus pantalones cortos blancos, hechos a medida para su esbelto cuerpo, parecía la nuera de los Caruso. En comparación, Lucía era una figura pálida, con su ropa holgada y su pelo n***o ondulado y rebelde cubriéndole parcialmente la cara. Sus hombros encorvados y su cabeza constantemente inclinada la hacían casi inexistente a los ojos de la gente. Todo elegancia y gracia, la novia de su marido enarcó una ceja burlona al verlo. - ¿Cuánto tiempo más vas a seguir estorbando? preguntó Vincenzo sin la menor cortesía ni saludo. - Eh... no. Lo... siento -balbuceó la joven, incorporándose y aplastándose como una alfombra. - ¿Y ese atuendo? Esto es un palacio, no un camping en las Landas. ¿Por qué estaba tan desprovista de personalidad? ¿Por qué agachaba la cabeza en vez de responder? Podía ser Vincenzo Caruso, pero eso no le daba derecho a intimidarla de esa manera, y menos delante de esa chica. - Vamos, Vinny -intervino la bella mujer con un deje de desdén en la sonrisa-, esa no es forma de hablarle a tu mujer. Soy Laure", se presentó, dando un paso de frente y tendiendo la mano a Lucía...
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