El primo de Vincenzo
Lucía volvió antes que Vincenzo. Tenía algunos asuntos que atender en Palermo, y regresaría un poco más tarde.
Al menos, eso decía el mensaje que le había enviado, porque no le había visto desde que se había reunido con Laure.
- ¡Lucia! Qué alegría volver a verte -la saludó Giuliani con una sonrisa franca-. ¿Qué tal tu estancia? ¿Fue todo lo que querías?
- Todo fue perfecto -mintió ella, abrazando al hombre-. El entorno era espléndido y las comidas maravillosas. Gracias de nuevo por todo.
- Hubiera preferido que se quedara al menos una semana", lamentó el anciano, "pero esta adicto al trabajo no quería escuchar".
"Menos mal", pensó con amargura.
Siete días sola, sin hacer nada más que deambular por un hotel, por muy lujoso que fuera, no, no lo habría soportado.
De toda manera, era la última vez que iba en cualquier sitio con este cascarrabias.
En cuanto a hablar con él, podría correr...
- Deberías subir a descansar -le aconsejó Giuliani mientras terminaban el café en la terraza-, debes de estar cansada.
- Si no te importa, prefiero dar un paseo...
- Por supuesto, estás en tu casa, no hace falta que pidas permiso. Por cierto, esta tarde tenemos visita. Miembros de la familia que no pudieron asistir a tu boda...
Los ojos de Lucía se abrieron de par en par. ¿Eran las mismas personas que formaban parte de...?
- No pongas esa cara -se rió Giuliani, que se dio cuenta de que Vincenzo le había hablado-. Es cierto que la mafia se ha descarrilado mucho en los últimos años, pero en el fondo se atenía a un cierto código de conducta y ayudaba a los más pobres. Pero, como todo en este mundo -continuó, alzando las manos con impotencia-, ha evolucionado en función de las oportunidades. Fue por esas mismas oportunidades que alenté el matrimonio de Vincenzo contigo. Porque, ¿lo ves? Él no es como el resto de nosotros, odia este ambiente y siempre ha trabajado para alejarse de él. Su determinación lo ha convertido en un poderoso hombre de negocios, y puedo decirte que su nombre no le ha facilitado las cosas. Al unirse a una familia aristocrática, disipa, de una vez por todas, cualquier duda persistente sobre su implicación con la Mafia.
Lucía pensó en las palabras de Giuliani mientras paseaba por el gran parque.
Vincenzo había sido un hombre hecho a sí mismo y siempre había rechazado el apoyo de su familia, por el mundo al que pertenecían.
Se había apresurado demasiado a juzgarle, pensó mientras tomaba asiento en uno de los bancos junto a la fuente. Quizá no fuera el mocoso mimado que ella creía.
- Pero sigue siendo un desgraciado. exclamó, recordando el comportamiento de su marido en Venecia-. Puede que hayamos contraído un falso matrimonio, pero se suponía que el respeto formaba parte de nuestro trato...
- ¿Y de qué trato estás hablando? La voz de un hombre sonó detrás de ella.
Se levantó y se volvió hacia la persona que acababa de escuchar su comprometedor monólogo. Frunció los labios, sin saber cómo enmendar su metedura de pata.
El hombre que se había unido a ella era alto y fornido. Sus ojos azules le recordaban vagamente a los de Vincenzo, pero más atractivos. Su tez mediterránea se mezclaba con su larga melena rubia y contrastaba con su deslumbrante sonrisa. Su elegancia relajada le recordaba a los modelos que se ven en las revistas.
- ¿Qué tal ha ido? preguntó él, tomando asiento en el banco donde ella estaba sentada. ¿Qué te habrá hecho mi primo para que le guardes tanto rencor?
¿Ha dicho primo? Pero, ¿el primo de quién?
- ¿Nos conocemos? preguntó Lucía preocupada.
- Bueno, se podría decir que formamos parte de la misma familia, ya que soy primo de tu marido... ¿o debería decir, de tu falso marido?
Lucía sintió que estaba en serios problemas.
Apenas hacía una semana que se había casado con Vincenzo y ya lo había denunciado. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué podía decir para compensarlo? Ese tipo había oído demasiado como para que ella pudiera refutarlo todo...