Sal conmigo

583 Palabras
Sal conmigo - Estoy segura de que cuando salgas conmigo dejarás de ser tan formal... Dicen que los ojos son el espejo del alma, pero por mucho que Lucia mirara a los ojos de Vincenzo, no podia ver el reflejo de los suyos. Tampoco podía saber si las palabras que decía eran verdad. El azul gélido sólo reflejaba su propia imagen, desorientada e insegura de haber entendido lo que acababa de proponerle. _ ¿Lo dices en serio? preguntó con la voz entrecortada, preparada para que le dijeran que todo era una gran broma. _ No podría hablar más en serio -dijo él, soltándola y levantándose de la cama. Estaba completamente loco. Aquel hombre podía tener a cualquier mujer que quisiera, pensó perdida. Altas, guapas, cultas, ricas, y la lista seguía y seguía en su cabeza ya llena. Que se casara con ella por su nombre seguía siendo aceptable, ya que en este extraño mundo el fin justificaba los medios. Sólo que ahora no sabía a qué venía tanto alboroto. _ No pongas esa cara -dijo Vincenzo en un tono que pretendía ser un poco burlón-. No es que te esté pidiendo que te cases conmigo... Ah, se me olvidaba. Ya está hecho, puesto que eres mi mujer. _ Creía que yo no era tu tipo, señor Caruso... le recordó Lucía con toda la distancia que pudo reunir en su voz. _ Así es -dijo él, metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón-. Estás lejos de ser el tipo de mujer que prefiero, pero no será la primera vez en mi vida que salga con alguien que está lejos de mi ideal femenino. _ Lo que me ofreces está mal... _ Y si dejaras de fingir que piensas -la cortó un poco seco-. Es obvio que tenemos una gran química, y en cuanto a tus sentimientos, te traicionaron hace mucho tiempo. De todas formas, estamos juntos desde hace un año, así que no hay nada que nos impida intentarlo. Lo que él decía era cierto, y tratar de refutarlo la haría parecer una niña incapaz de reconocer las cosas. Sin embargo, lo que la hacía dudar era lo que él sentía por esa otra mujer. No se sentía cómoda con la perspectiva de que su antigua prometida siguiera estando en el corazón y los pensamientos de su marido. Al mismo tiempo, Vincenzo le estaba abriendo una puerta que no esperaba. Antes de su proposición, no había imaginado ni por un segundo que algo así pudiera suceder. Tras tomar una decisión y respirar hondo, Lucía se levantó a su vez y fue a enfrentarse a su destino. Era más fácil decirlo que hacerlo. Tenía el corazón acelerado, las manos húmedas y el cuerpo tembloroso. Tenía que mantener la lucidez sobre sus sentimientos, Deseaba tanto estar con ese hombre, lo quería a pesar de todas las limitaciones inherentes a su pasado. Si él estaba dispuesto a hacerle un hueco a su lado, ella se lo haría en su corazón. Su determinación de hacerle olvidar a Celia y todo el sufrimiento que le había causado parecía inquebrantable en aquel momento. Vincenzo sonrió cuando ella se plantó ante él con aquel falso aplomo y aire de determinación. No engañaba a nadie con su vestido de diseño y sus tacones, seguía siendo Lucía, esa chica sencilla de mirada cándida y honesta. Incluso antes de que abriera la boca, el hombre ya sabía su respuesta. Y decidiera lo que decidiera, él estaba decidido a enamorarla de todos modos...
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