Un extraño mal
Era un viernes por la tarde, el frío de diciembre se volvía mordaz y la escarcha helaba las calles. Lucía, que había olvidado sus guantes, se calentaba como podía soplando sobre sus dedos enrojecidos. Esperaba a Josie debajo de su residencia de ladrillo rojo. Tenían que ir de compras y, como ninguna de las dos tenía vehículo, se conformaban con coger lo que necesitaban en el pequeño supermercado de descuento, al otro lado del bulevar Victor Hugo.
—He cogido los cestos más grandes, así podremos comprar cosas para celebrar tu cumpleaños —le dijo Josie, contenta de antemano.
—Francamente, no hace falta —la moderó Lucía, que no tenía ganas de gastar más de la cuenta—. Nos podemos conformar con una película y una partida de juegos de mesa…
—¿Creíste que teníamos diez años o q
