La mirada húmeda y sonrojada de Lucía se volvió hacia Vincenzo Caruso, mientras el transeúnte que la había tropezado se disculpaba profusamente frente a ella.
- Estas bien ? Preguntó su prometido falso, inclinándose a su nivel y recogiendo su bolso.
Sin mirarlo, ella asintió en respuesta. Su garganta estaba demasiado apretada por la emoción y la vergüenza para decir algo.
¿Por qué tendría que montar un espectáculo como este? Se castigó a sí misma, al darse cuenta de que este tipo había sido testigo de este momento incómodo. Debió haberse reído de ella, la idiota de turno, que siempre se encontraba en las peores situaciones...
- ¿Crees que puedes levantarte? Dijo en voz baja y tranquilizadora.
Más bien esperando borrar su condescendencia, Lucía lo miró. La expresión de Vincenzo no tenía nada que ver con la que había conocido de él hasta entonces. Su mirada era preocupada y la suavidad emanaba de ella. ¿Qué le estaba pasando? ¿Era tan miserable que este hombre cascarrabias terminó compadeciéndose de ella?
La joven se estremeció cuando él la agarró del brazo para ayudarla. Con un pánico que no se le escapó al hombre, reunió fuerzas y se levantó de inmediato.
"Estaré bien, gracias", tartamudeó ella, apartando suavemente su mano y alisando su ropa.
“¿Por qué se está comportando así? Preguntó la joven perdida. ¿Cómo espera que mantenga la distancia si es tan cariñoso? »
- Samuel, toma su maleta, le ordenó al hombre que lo acompañaba y que era diferente al que ya había visto Lucía.
- Si señor.
- No es necesario, protestó ella, mi puerta de embarque está justo ahí...
- Olvídalo, vienes conmigo, dijo Vincenzo quitándole la maleta que ella se negaba a soltar.
- Pero mi salida es en una hora, no tengo tiempo para…
- Rectificación, la cortó él, agarrándola de la mano y arrastrándola a su pesar, tu vuelo es inminente.
La noche había caído rápidamente, la pareja había dejado el aeropuerto, donde Lucía iba a tomar su vuelo, para ir a otro. Después de un breve trayecto por la autopista, llegaron a Le Bourget.
Natale, el asistente de Caruso, los esperaba en un lujoso salón con un hombre con uniforme de piloto.
Al ver a su jefe, vino a su encuentro:
- Tengo nuestro plan de vuelo, lo único que falta es el pasaporte de Madame...
Las formalidades habituales se establecieron rápidamente, la pareja fue invitada a ir directamente a la pista.
- Es nuestro avión, le anunció Caruso, señalando una avioneta, a los pies de la cual esperaban dos azafatas.
- El nuestro ? ¿Quieres decir que seremos los únicos pasajeros?
- Exactamente.
Decididamente, no vivían en el mismo mundo, pensó Lucía quien nunca hubiera imaginado que algún día viajaría en un jet privado.
Un viento frío, o simplemente la atmósfera de esta velada un tanto especial, la hizo temblar. Cuando iba a cruzarse de brazos para calentarse, sintió que una tela cálida y perfumada le cubría los hombros.
- Deberías haberte llevado un suéter, le reprochó el hombre después de darle su cardigan, el verano mola este año.
- Gracias, murmuró avergonzada, pero no hacía falta.
- Nos casamos este fin de semana, así que está fuera de discusión que te enfermes antes.
Lucía se sintió estúpida. Al ver el tono distante con el que le había dicho esto, comprendió que lo que ella tomó por benevolencia no lo era. Caruso solo se aseguró de que estuviera operativo el Día D. Quería que su "transacción" fuera lo mejor posible y todas sus atenciones fueron solo una fachada.
"Tanto mejor", trató de convencerse a sí misma Lucía que todavía estaba picada, todavía prefiero eso. Al menos no tendré que hacerme las ideas equivocadas en el futuro. »
Natale, el ayudante de Caruso ya estaba a bordo, al ver llegar primero a la joven, se acercó a darle la bienvenida.
- Espero que no te haya sorprendido demasiado la aparición de Monsieur en el aeropuerto. Dijo, sacándola de su bolso y guardándolo en un compartimento previsto para tal efecto.
- Un poco de todas formas. Si me hubiera avisado, al menos hubiera cancelado mi boleto.
- Digamos que no debía estar en casa hasta el día antes de la ceremonia, interrumpió Vincenzo que acababa de unirse a ellos. Este robo es tan inesperado para ti como lo es para mí.
- De hecho, aclaró Natale, dirigiéndose a la joven, fue su futuro suegro quien decidió alquilar este avión para ustedes dos. Quiere ahorrarte las molestias de un vuelo comercial.
- Más bien dice que quiere asegurarse de que llegue a casa cuando él decida, gruñó Vincenzo, aparentemente descontento con su destino. Finalmente, ya que estamos aquí, podremos afinar algunos detalles importantes con mi futura esposa…
El asistente que parecía consciente de su arreglo, se escabulló discretamente para dejarlos solos. El hombre invitó a Lucía a sentarse, antes de tomar asiento frente a ella.
- Hay ciertas reglas que vamos a tener que establecer a partir de ahora, comenzó diciendo, cruzando sus infinitas piernas. Se trata del buen funcionamiento de nuestra vida durante el año futuro. Como sabes, mi abuelo no sabe nada de nuestro trato, así que tendremos que tener cuidado con todos nuestros movimientos. La mansión puede parecer vacía a primera vista, pero este anciano tiene ojos en todas partes, le será fácil detectar el más mínimo...
Detuvo su presentación allí. Su interlocutor se había quedado dormido, acurrucado en el espacioso asiento.
- Eso es lo que pasa cuando no estás acostumbrado a tanta comodidad, suspiró, saludando a una de las anfitrionas.
- Señor, ¿quiere?
- Por favor, traiga una manta, le pidió en voz baja para no perturbar el sueño de su futura esposa.
- Inmediatamente. Después de unos segundos, ella volvió con lo que él había pedido. Aqui está. Quereis algo más ?
- No, esta bien.
Vincenzo, que se había inclinado sobre Lucía para cubrirla, notó que se veía muy diferente, cuando no tenía ese horrible frente fruncido. Su rostro estaba lejos de ser feo, como había insinuado con molestia.
Por otro lado, carecía de sofisticación.
Mirándola así en sueños, recordó la escena del aeropuerto.
Al verla sentada en el suelo como una niña, con grandes lágrimas rodando por sus mejillas, había tenido una extraña sensación de deja-vu...