No hay otra opción
—¿No le importa precipitar la vida de una persona inocente a la precariedad? —preguntó Lucía con fuerza.
—Guarda esas preguntas para la persona que los llevó a toda esta decadencia. En cuanto a mí, solo recupero lo que he adquirido.
—¡Si me hubiera dicho que usted era el propietario de todos sus bienes, no me habría ido y usted lo sabe! Jamás habría tomado el riesgo…
—No siempre se juega con las reglas que nos convienen —declaró el hombre con indiferencia—. Dicho esto, le deseo una pronta recuperación, porque cuanto antes vuelva a poner multas, antes empezará a reembolsarme lo que me debe.
—¿Reembolsarle?
—Lo firmaste en nuestro contrato de matrimonio: en caso de anulación, tú asumías las deudas de Don Marco. Pero si prefieres que el viejo se mate a trabajar en su estado para reunir cuatro millones, podemos arreglarlo.
—¡¿Cuatro millones?! ¿De dónde quiere que saquemos esa suma? ¿Es que no tiene ninguna conciencia de la realidad, por Dios?
El hombre se quedó interlocutado por su frase, y le respondió con el mayor de los desdenes.
—¿Eres tú la que se atreve a decirme eso? Te di una oportunidad inigualable, saneando y comprando las fechorías de tu padre. A cambio, te quedabas como mi mujer durante un año. Pero preferiste mostrarte arrogante e insultante hacia mi persona.
—¿Todo esto porque me atreví a mencionar a esa chica? —dijo ella, desengañada y amargada.
—Lucía, si yo fuera tú, pensaría muy bien antes de continuar —la previno con aire imperioso.
Furiosa, quiso decirle todo lo que pensaba de su obsesión por esa mujer, pero tragó su rabia. Tenía preocupaciones mucho más importantes que gestionar que ocuparse de los sentimientos de ese hombre.
Tras una profunda inspiración, continuó:
—Le pido disculpas por las palabras que tuve aquella noche, estaba enfadada y dije cosas que no debí. ¿Podemos dejarlo así por esta vez?
Vincenzo se dio cuenta de que ella se estaba contendiendo, pero sus disculpas no eran sinceras. Él continuó hacia la salida.
La joven se arrancó la vía, lo siguió y le barró el paso con ojos suplicantes.
—¡Por favor! ¿No interrumpa nuestro contrato? Mi abuelo necesita un techo y cuidados, es todo lo que le pido. A cambio, haré lo que sea.
—¿Lo que sea, dices?
Ella tragó saliva ante la mirada fría que acababa de clavar en la suya. Pero al no tener otra opción que someterse, asintió con la cabeza.
—Muy bien. Quiero un hijo —declaró con desafío.
El hombre no había premeditado lo que acababa de salir de su boca, pero es cierto que lo había pensado un poco antes de toda esta historia. Esperaba que su mujer se sintiera más en confianza antes de hablarle de ello. Pero puesto que la situación se prestaba, y ella preguntaba lo que él quería, no iba a reprimirse. Y además, por todo lo que hacía por su familia, y lo que seguía haciendo, era solo un justo retorno. Él también tenía un abuelo al que adoraba, y si lo que quería era un bisnieto, no iba a privárselo.
—¿Perdón? —dijo Lucía con ojos estupefactos.
—Me has oído perfectamente.
La joven intentó encontrar la menor señal de broma en su mirada azul, pero él parecía muy serio. Tan serio, que ella se estremeció.
—Claro, esta vez firmaremos un verdadero contrato que estipulará que renuncias a tus derechos sobre el niño. Un poco como lo haría una madre subrogada…
Estuvo a punto de mandarlo al diablo y decirle que nunca haría algo así, pero se contuvo de inmediato: "—¿De verdad tienes elección? Reembolsar cuatro millones mientras cuidas a tu abuelo enfermo, eso no es factible y lo sabes. Y además, seguirás siendo la madre de ese niño y podrás verlo cuando quieras.—"
Para terminar de convencerse, se dijo que a ese pequeño no le iba a faltar de nada en casa de los Caruso. Solo había que ver cómo se comportaba Giuliani con ella. Comprendió, también, que Vincenzo hacía esta propuesta, ante todo, para satisfacer la petición del anciano.
—Bien —dijo ella, tras un minuto de reflexión—. No tengo más remedio que aceptar.
—En ese caso, le pediré al médico que te haga un análisis de sangre completo y te recete vitaminas prenatales. Y mientras ella bajaba la cabeza en señal de resignación: otra cosa. Se acabó la comedia, te comportarás como una verdadera esposa durante el tiempo que estés con nosotros…
¿Qué quería decir con "una verdadera esposa"? ¿Creía que ella no se había esforzado lo suficiente durante todo ese tiempo? Bueno, si eso le complacía, llevaría un bebé mientras oficiaba en la cocina…
Un viaje misterioso
Algunos días después de su hospitalización, Natale le anunció a Lucía que debía preparar una maleta, ya que se iría de viaje por una semana. No especificó dónde. Ella intentó averiguar más, pero ni Giuliani ni Natale le dijeron nada.
—Creo que es un lugar propicio para recuperarte de tu cansancio —le había dicho el anciano con su habitual pragmatismo.
Eso tenía sentido. Incluso bastante, dada la intención de Vincenzo para con ella. Seguramente quería asegurarse de que la gestante de su hijo estuviera en óptimas condiciones. Al mismo tiempo, su análisis de sangre no había mostrado nada alarmante. Pensando en todo esto, no pudo evitar preguntarse cuándo ocurrirían las cosas. Y sobre todo, ¿dónde? Desde la enfermedad de su madre, no le gustaban los hospitales ni los lugares demasiado medicalizados.