Aquella noche nevo bastante y claro, estando en casa, bien abrigada, con el termóstato encendido y con varias mantas encima, era imposible enfermarme, pero me parecio que esa era la excusa perfecta para quedarme en casa y claro, darle tiempo a mi cuerpo para hacer el trabajo que se suponía por naturaleza sabia hacer, albergar vida. A la mañana siguiente, tuve que fingir con la señora Martha diciéndole que no me sentí muy bien, ella también pensaba que había ido a ver los detalles de ese lote inexistente, porque ella no podía saber de ninguna forma lo que estaba haciendo. Ella era una persona mayor, tan correcta y por supuesto con un carácter de temer si se le hacía enojar y por supuesto que yo no quería enfrentarme a ella si descubría mi terrible secreto. —Parece que tuviste fiebre por l